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Helmut Haller, fino estilista del fútbol alemán

El medio germano disputó tres Mundiales entre 1962 y 1970

Helmut Haller, con la camiseta de la selección alemana.
Helmut Haller, con la camiseta de la selección alemana.EFE

Haller recorta con el exterior del pie derecho y regatea en seco a Nobby Styles. El zaguero inglés, humillado, le atiza una patada por detrás e inmediatamente se encara con el árbitro por haber señalado falta. En ese preciso momento Helmut Haller, que falleció el jueves en su ciudad natal (Augsburgo) a los 73 años, se hallaba en la cima del mundo. Acababa de batir con un tiro raso y cruzado a Gordon Banks en Wembley, en el minuto 12 de la final de la Copa del Mundo de 1966, adelantando a Alemania ante la anfitriona Inglaterra.

Haller, un interior derecho rubio, rollizo y sonrosado, corrió con los puños apretados a unirse a sus célebres compañeros en el centro del campo, los entonces jóvenes Beckenbauer (mediocentro) y Overath (interior izquierdo). Alemania rompía así un partido trepidante, de un gran ritmo en contra del tópico de la lentitud del fútbol en los años sesenta, que acabaría ganando Inglaterra (4-2) tras el polémico tanto de Geoff Hurst, concedido a pesar de no apreciarse si traspasó o no la línea de gol.

Haller, precisamente, se llevó ese balón a su casa y lo devolvió, 30 años después, a Hurst, autor del triplete que, según la tradición inglesa, le hacía acreedor de ese simbólico trofeo. Haller marcó 13 goles en sus 33 participaciones con la antigua Alemania Federal. Disputó tres Mundiales: también el de Chile 62 y, ya solo en la primera fase, el de México 70, lesionado y sustituido en las siguientes rondas por Grabowski.

Con tendencia al sobrepeso, Haller fue, sin embargo, un fino estilista, muy hábil en el regate y en el pase al primer toque, de visión de juego panorámica. Eso le permitió actuar en distintas posiciones tanto en el medio del campo como en la delantera. Inició su carrera a los 19 años en el club de su tierra, el BC Augsburgo, donde permaneció hasta 1962.

Fue uno de los pioneros alemanes en el Calcio italiano. El Bolonia pagó por su traspaso 750.000 marcos y le ofreció un salario anual de 200.000. Allí marcó una época al conquistar la Liga de 1964 antes de fichar por uno de los grandes, el Juventus de Zoff, Causio, Capello y el brasileño Altafini. Ganó dos scudetti más, pero perdió la final de la Copa de Europa de 1973, ante el emergente Ajax de Johan Cruyff. Dos años antes también había caído en la Copa de Ferias ante el Leeds de Billy Bremer. Haller perdió las tres finales más importantes de su vida, pero se ganó el cariño de los tifosi. En la Serie A sumó 48 goles en 180 partidos.

De vuelta a casa, con 34 años, se encontró con un nuevo club, el FC Augsburgo, de la fusión del antiguo BC Augsburgo y TSV Schwaben, en la Segunda División. Renunció a un salario fijo y acordó embolsarse el 5% de las taquillas recaudadas. No le salió mal la jugada, puesto que su presencia levantaba expectación. En un encuentro en el estadio olímpico de Múnich, ante el TSV 1860, se dieron cita 90.000 espectadores, un récord mundial en Segunda División. “Haller, Haller, Halleluja”, le cantaba su hinchada.

Retirado en 1979, regentó una tienda de moda y entrenó a varios equipos de aficionados. En 2006 sufrió un ataque al corazón. Después le atacó la demencia y el párkinson. Murió el jueves en su casa de Augsburgo, acompañado por su tercera mujer, la cubana Noraimy Rodríguez, una hija y dos hijos. La elegancia de su fútbol queda en el recuerdo.

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