La piscina universal
En cuanto a ruptura de barreras, el más destacado ha sido el chino Sun Yang, que consiguió un récord fantástico en 1.500 metros
Ensombrecido por la presencia de Usain Bolt en el estadio, el campeonato olímpico de natación ha ido muy bien. Se han conseguido marcas que se creían inalcanzables a corto plazo sin el bañador impermeable que se popularizó en 2008. El nivel bajó un escalón en 2010, cuando los nadadores se quitaron el bañador, pero desde entonces se han subido dos, comenzando por el Mundial de 2011 y terminando en la piscina de Londres.
La natación se universaliza. Antes solo contaban cinco países, Estados Unidos, Australia, Japón, Rusia y Alemania. Ahora Alemania languidece, China ha superado a Australia, y aparecen nadadores notables en países como Corea, Sudáfrica y Lituania, por no mencionar a Francia, que ha completado la mejor actuación de su historia. A la natación le falta el dinero del atletismo para tener la misma exposición. Siendo uno de los deportes estrella, carece de las posibilidades publicitarias que lo pueden convertir en deporte de masas. En un mundo en que los deportes dependen de los anunciantes, la natación vive en el desierto.
La natación femenina ha exhibido un nivel superior a la masculina. Las chicas han hecho marcas extraordinarias con cuatro récords mundiales en 100 mariposa, 200 braza y 200 espalda, y en los 400 estilos, y un récord mundial en el relevo de estilos. En el cuadro masculino me pareció de un gran mérito el récord del húngaro Daniel Gyurta en los 200 braza. En cuanto a ruptura de barreras, el más destacado ha sido el chino Sun Yang, que consiguió un récord fantástico en 1.500 metros. La dimensión de su marca (14 minutos 31,02 segundos) es colosal a la luz de la carrera. Lo hizo sin ayuda. Él solo. Sin que otro nadador lo empujara. Cuando vas solo, los últimos 500 metros se te hacen eternos. Sun Yang fue el símbolo de un equipo chino fastuoso que ahora se destaca en pruebas de fondo que requieren mucho entrenamiento, como los 1.500, los 200 mariposa, o los 400 estilos.
La natación femenina ha exhibido un nivel superior a la masculina. Las chicas han hecho marcas extraordinarias con cuatro récords mundiales
Michael Phelps ha vuelto a ser el icono de la piscina pero ni él ni Ryan Lochte estuvieron en su nivel. Me decepcionó su carrera de 200 mariposa, la prueba que siempre dominó como nadie. En Pekín hizo una final soberbia pero en Londres sus virajes fueron horrorosos y su llegada resultó criminal. En lugar de llegar con las dos manos juntas y estiradas, Phelps llegó con los brazos separados. Debió hacer media brazada más para tocar la pared. Esto no es correcto. Es algo que antes hacía muy bien y que ahora, por falta de preparación, le valió perder el oro. Creo que no estaba motivado.
El balance de la participación española puede distorsionarse si se atiende al éxito de Mireia Belmonte. Es cierto que Melanie Costa ha mejorado sus tiempos en 200 y 400 libre, y que el relevo femenino de 4x200 ha hecho el récord nacional, pero la ausencia de hombres en la competición resulta alarmante. No diría que la natación española masculina es un desastre, pero la presencia de los chicos ha sido ínfima. No entiendo lo que ha pasado con Aschwin Wildeboer. En Pekín se quedó a tres décimas del bronce en el 100 espalda y nadó la semifinal de 200. Pensaba que iba a explotar en Londres pero no ha sido así: ni en los 100 ni en los 200 se metió en semifinales y nadó muy por debajo de su potencial. La federación tiene motivos para recapacitar sobre el trabajo con los hombres.
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