Oro y plata, dos mundos aparte
Vinokúrov, con un pasado de dopaje, ganó a Urán, con un futuro espléndido
En un rincón, a la izquierda, Alexander Vinokúrov, kazajo feroz, casi 39 años, como Zoetemelk, el otro gran viejo, ganó el Mundial del 86; un pasado de dopaje y heridas, de lucha por la recuperación, de dolor y de negación. En el otro, a la derecha, Rigoberto Urán, colombiano dulce, 25 años, hijo del hambre y de su prima hermana, la violencia, un futuro espléndido como ciclista. A 200 metros la meta. Los dos están igualados. No hace falta ser Allan Sillitoe, aquel que en La soledad del corredor de fondo hizo vengarse al marginado pobre de las clases privilegiadas británicas dejándose ganar por el niño rico en la carrera del año, para saber que ganó Vinokúrov.
Hace 12 años, en Sidney, Vinokúrov, cumpliendo órdenes de equipo, el Telekom, se conformó con la plata para que ganara su compañero de equipo y líder, Jan Ullrich, alemán. En Londres, su venganza, Vinokúrov no podía perder el oro de ninguna manera. En las conferencias de prensa, más que las respuestas, son las preguntas las que definen a los personajes. A Vinokúrov no se le pregunta por la gloria kazaja, por sus sueños de honor, ni siquiera por la caída del Tour de 2011, en la que se rompió la cadera y de la que regresó tras una dolorosísima lucha y rehabilitación para despedirse del ciclismo, “al que tanto amo”, desde lo más alto. No. A Vinokúrov, expulsado del Tour de 2007 por una autotransfusión junto a su amigo Kasheckin, en lo que fue uno de los últimos ramalazos de la Operación Puerto, se le preguntó, claro, por el dopaje. Y él respondió como muchos, no respondiendo. “Oufff”, suspiró, en francés el kazajo, quien se retirará como campeón olímpico. “No es el momento de hablar de doping. Yo pasé esa página hace dos años, cuando regresé de la suspensión y he demostrado que Vino estaba aquí. El ciclismo ha cambiado. Hay muchos controles. La gente ha cambiado”.
A Vinokúrov, expulsado del Tour de 2007 por una autotransfusión, se le preguntó de dopaje
A Rigoberto Urán, que es de cerca de Medellín, que vio de niño cómo asesinaban a su padre en la calle que vive en Pamplona y que después de un magnífico Giro se pasó junio en Vancúver estudiando inglés, clases cuatro horas diarias, junto a su novia, le preguntaron claro por cómo había sido tan juanito en la llegada más importante de su vida. “Era muy complicado, me arrancó y tampoco yo tenía fuerzas”, dijo Urán, que es colombiano y escalador, pero, educado en la pista, tiene buena punta de velocidad. Y también se le preguntó por la ironía de que corra en el Sky, el equipo derrotado del día. “Sin pinganillo no es fácil controlar como ellos intentaron”, dijo. “Yo he aprendido mucho en el equipo, pero aquí he corrido a la expectativa y he aprovechado el hueco para poner broche de oro, perdón, de plata”
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