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Rubén Castro noquea al Zaragoza

Al compás de Beñat, el Betis hunde al equipo de Jiménez (0-2), que solo tuvo aliento para 20 minutos

Rafael Pineda

Al compás del clarividente Beñat y con la eficacia de un enrachado Rubén Castro, el Betis despachó a un Zaragoza sin criterio, desesperado, débil en la defensa y con aliento solo en los primeros 20 minutos del partido. El panorama para el cuadro aragonés es más que sombrío, casi condenado a un descenso producto de su desorden social y de años de políticas perversas para la propia entidad. Pescó el Betis en aguas revueltas y respira en la zona media de la tabla, a seis puntos del descenso y con la ilusión de estar más cerca de Europa que del desastre que se le avecina a su rival de anoche.

No corren buenos tiempos para el Zaragoza, a las puertas de la Segunda División e inmerso en un profundo declive institucional y deportivo. A esa plaza con pinta de convertirse en un erial ha acudido Manolo Jiménez en busca de lo que, a todas luces, se antoja un milagro deportivo como sería la salvación. En medio del aturdimiento social, el técnico andaluz, un trabajador incansable, intenta insuflar algo de vida a un equipo que, en el colmo de las desgracias, sufrió la baja de su goleador, Hélder Postiga, en la víspera del duelo con el Betis.

Gracias a ese estímulo de un auténtico jornalero de los banquillos y al efecto vigorizante del triunfo en Cornellà, el Zaragoza no pareció un equipo muerto en los albores del partido ante el Betis. Es más, en esos momentos de lucidez, llamaba la atención el buen fútbol de Edu Oriol, producto de la cantera del Barcelona, que con su atrevimiento encontró vías de penetración ante un Betis demasiado relajado. El meta Fabricio voló en un disparo lejano de Micael y el central Dorado sacó un balón bajo los palos a Luis García.

Zaragoza, 0 - Betis, 2

  • Zaragoza: Roberto; Pablo Álvarez, Da Silva, Paredes, Obradovic; Micael (Dujomic, m. 72), Apoño, Edu Oriol (Juan Carlos, m. 51); Luis García (Barrera, m. 58), Aranda y Lafita. No utilizados: Leo Franco; Kevin, Zuculini y Pinter.
  • Betis: Fabricio; Nelson, Paulao, Dorado, Nacho; Cañas, Salva Sevilla (Matilla, m. 84), Beñat; Montero (Santa Cruz, m. 69), Jorge Molina (Pereira, m. 76) y Rubén Castro. No utilizados: Casto; Chica, Mario y Juanma.
  • Goles: 0-1. M. 40. Rubén Castro. 0-2. M. 68. Rubén Castro.
  • Árbitro: Del Cerro Grande. Amonestó a Edu Oriol, Salva Sevilla, Apoño, Rubén Castro, Cañas, Beñat y Da Silva.
  • Unos 20.000 espectadores en el estadio de La Romareda.

Dos avisos claros del Zaragoza, más contundente, más motivado que el conjunto de Pepe Mel, que salió con el claro propósito de aguantar la estampida de un adversario necesitado, tan angustiado y débil que confundió la agresividad con la patada a destiempo. Por eso, cuando el Zaragoza sintió que su gran esfuerzo no se transformaba en gol, al mismo tiempo que Beñat y Salva Sevilla encontraron la pausa necesaria para rasear el balón, el equipo de Jiménez se empequeñeció.

Dos salidas al contragolpe comandadas por Beñat metieron miedo y el picotazo del Betis llegó a continuación. Jorge Molina, un delantero con más juego que gol, vio a la perfección el desmarque de Rubén Castro. El canario, al que le ha costado un mundo asentarse en la élite, rompió en un desmarque perfecto a la lenta defensa local. Su toque, preciso, con el interior del pie, superó a Roberto, un portero superlativo para el Zaragoza. Se le vino el mundo encima al conjunto aragonés, pura imprecisión, pura ansiedad ante un Betis al que le bastó con una acción de calidad para llevarse el partido a su terreno.

El Zaragoza decidió jugársela a la desesperada, consciente de que la derrota podía acabar con sus remotas aspiraciones. En su apuesta por llegar a la meta de Fabricio, habilitó muchos espacios para que el Betis pudiera matar el partido al contragolpe. Roberto salvó ante Rubén, Da Silva hizo lo propio bajo los palos con Salva Sevilla y todavía Molina provocó que Roberto volviera a lucirse. Jugando a la ruleta rusa, el Zaragoza se encontró con el segundo gol bético, obra, cómo no, de Rubén Castro, oportunista en el área. El equipo de Jiménez, mustio, desolado, se desplomó al tiempo que el Betis se crecía al compás de Beñat, ese vasco de tanto talento que ejerce de mariscal en el cuadro verdiblanco.

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