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Fútbol | 34ª jornada de Liga

Vendaval Villa

El delantero asturiano fulmina al Athletic en cinco minutos tras haber sobrevivido a un sinfín de oportunidades rojiblancas

Los entrenadores, como es su obligación, tienden a ensalzar el juego colectivo de los equipos que dirigen. Aunque deje mucho que desear, como hoy le pasó en muchas fases del partido al Valencia, prevalece la colectividad sobre los individuos. Pero el espectador, más libre, ajeno a complejos de dirección, se queda con lo obvio: es decir, que Villa, por ejemplo, es un seguro de gol, una invitación permanente al peligro, un superviviente nato del área que hoy se fue de San Mamés con tres goles en el bolsillo en una victoria tan rotunda como injusta. En pleno debate sobre la posición adecuada de Fernando Torres o la vigencia o caducidad de Raúl, la presencia de Villa resulta tan estruendosa que acaba cualquier conversación en un instante.

Hoy fulminó al Athletic en cinco minutos. No sólo eso. Fulminó a un buen Athletic, que tras tontear en la primera mitad (salvo un tiro al poste de Urzaiz), al más tradicional estilo de Clemente (dos toques y balón p?alante), fue capaz de arrollar al Valencia en la reanudación con una colección de oportunidades perdidas por mala suerte, acierto de un inmenso Cañizares o exceso de nervios.

El partido tenía un ánimo muy distinto. El Valencia lucha por la segunda plaza y el Athletic por la cuarta por la cola. El corazón late distinto y el tacto del balón es muy desigual. Así que entre que el Valencia no le puso ningún arte al partido, con el medio campo demasiado lánguido para la psicología rojiblanca, la primera mitad se fue al mismo ritmo del sol, como sin darse cuenta. Eso sí, tuvo el picante de que Clemente tiró por la calle de en medio en el debate que él mismo ha creado entre Llorente y Urzaiz. Hoy optó por los dos, caso insólito en San Mamés, y Urzaiz demostró el error que supone dejarle tantas veces en el banquillo de San Mamés. Ayala y Albiol pueden dar fe de ello. Nunca vivieron tranquilos. Con Llorente sí. Al chico le han vuelto loco entre titularidades, suplencias, debates sobre su personalidad y su psicología. Lo que era un gran proyecto cuando Valverde le hizo debutar la temporada pasada parece ahora un chico al que le quedan muchos años para la mayoría de edad.

El Valencia le dio cuerda al Athletic con su actitud pusilánime en el centro del campo. Ni Baraja, ni Albelda dieron síntomas futbolísticos y fueron presa fácil para Orbaiz y Murillo. Orbaiz anda justo de fútbol, para su calidad reconocida, pero no ha perdido un gramo de actitud. Conclusión: se merendó a Baraja que anduvo por el partido como un alma en pena.

Y tanto se creció el Athletic que en la segunda mitad acribilló a oportunidades a un Valencia que se refugió en su área a sobrevivir de la fortuna o de Cañizares. Volea de Urzaiz, disparo de Llorente, remate de Iraola, cabezazo en propia puerta, remate de Urzaiz que repele Iraola, disparo a placer de Orbaiz. Veinte minutos pletóricos de un Athletic a la antigua, implacable, voraz, incansable ante un Valencia que quizá pensó que el empate era un buen resultado.

Pero llegó Villa y puso el partido patas arriba. Pim, pam, pum. A su estilo.Villa había dado miedo siempre, a pesar de que Ustaritz mantuvo un duelo más que bello con el goleador asturiano. Un centro largo de Miguel demostró la calidad técnica de Villa en un control exquisito del balón. Y luego una jugada personal, y un toque de balón. Un recital en toda regla que acabó con un castigo excesivo para el Athletic, como reconoció Quique Sánchez Flores, por un resultado exgareado, como dijo Javier Clemente.

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