Un periódico global ante el desafío de usar una lengua rica y flexible

La mitad de los lectores de EL PAÍS llega ya desde fuera de España y merecen que los redactores asuman una perspectiva universal

FERNANDO HERNÁNDEZ

Dice el Instituto Cervantes que hay unos 490 millones de personas en el mundo cuya lengua materna es el español. Si además se cuentan los estudiantes y los no nativos, superan los 590 millones. Pero no existe un único idioma, sino que, en cada país, en cada región, el uso de la lengua, los modismos, los vocablos que surgen en el día a día o los diferentes acentos lo enriquecen y lo hacen flexible. Por eso, a...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Dice el Instituto Cervantes que hay unos 490 millones de personas en el mundo cuya lengua materna es el español. Si además se cuentan los estudiantes y los no nativos, superan los 590 millones. Pero no existe un único idioma, sino que, en cada país, en cada región, el uso de la lengua, los modismos, los vocablos que surgen en el día a día o los diferentes acentos lo enriquecen y lo hacen flexible. Por eso, a veces, hay problemas de comunicación, como señalaba Ángel Solís, lector de Querétaro (México), quien reclamaba al periódico una mejor explicación de algunas frases y conceptos. Este lector ponía ejemplos de una crónica con expresiones “que resultan confusas para quien no esté familiarizado con algunos modismos ibéricos”, aunque sean correctas.

“Debemos aspirar a usar un castellano que entiendan esos 500 millones de hablantes”, admite Ana Lorite, la jefa de sección de la Unidad de Edición, el equipo que revisa y corrige los textos y se encarga de editar el periódico de papel en la sede central de Madrid. En los textos de la web, añade, “se intenta el uso de un castellano más entendible y evitar modismos, salvo que estén recogidos en el Diccionario de la Lengua Española”. Es precisamente este glosario el que hace de juez para todas las formas de hablar que refleja el periódico: si la palabra está, se mantiene en el texto.

En cambio, en la edición de papel, que ya solo se vende en España, se eliminan todas las expresiones que no utilizaría un español. “Usamos un lenguaje más aséptico y españolizado, salvo en los entrecomillados que se dejan tal cual o se aclaran”, añade Lorite. “Lo que nunca hacemos es un Roma”, afirma en referencia a los polémicos subtítulos que la plataforma Netflix colocó en 2019 a la película del mismo título, de Alfonso Cuarón, para traducir el español de México.

A veces, un solo término puede abrir un amplio debate. Lorite recuerda cuando el reportero Jacobo García escribió el verbo apapachar [abrazar] en una crónica desde México: “Aquí no se utiliza, pero nos pareció una palabra muy bonita y la dejamos, aunque con alguna oposición y mucha discusión”. Paradójicamente, no resistió en la versión de la web.

“Si bien comprendo el origen español del diario y buena parte de su equipo, también quisiera hacer hincapié en que quienes somos de otras latitudes formamos ya una parte importante de sus lectores”, añadía el lector en su correo. “En los últimos años, EL PAÍS ha pasado de ser el gran diario de España a aspirar a ser, como su eslogan lo establece, “el periódico global”. Una redacción más clara y que tome en cuenta a sus lectores de todo el planeta habrá de contribuir a ello”.

“El lector tiene toda la razón”, reconoce el redactor jefe de Cultura, Guillermo Altares, quien observa cierta dejadez a la hora de explicar o añadir contexto en algunas piezas informativas y recuerda la obligación de los periodistas de contar cada historia como si el lector fuera un extraterrestre recién llegado a la Tierra.

“Está en nuestro ADN hacer los textos más comprensibles para un público universal”, coincide también Jesús Sérvulo González, redactor jefe de Economía, quien puntualiza que parte del trabajo de su sección es precisamente explicar a los no versados los términos más técnicos, como “mochila austriaca o factor de sostenibilidad de las pensiones”, y eso los lleva a hacer un esfuerzo continuo por hacerse entender.

Los lectores de fuera de España son ya tan importantes que suman el 50% de la audiencia de EL PAÍS. Para ellos, el periódico ha creado seis ediciones digitales: América, México, Colombia, Chile, Argentina y Estados Unidos. Cuentan con redacciones propias, que integran a más de 70 periodistas de ocho nacionalidades. “En las diferentes ediciones se revisan los textos para evitar términos incomprensibles u oscuros en el país de referencia”, explica el director de América, Jan Martínez Ahrens, sobre la forma de trabajar. “Y siempre hay cuidado en utilizar un idioma plural, pero sin perder los matices nacionales. El ideal es un texto que pueda ser leído sin problemas por todos, con las características propias del país en que fue escrito”.

Es fruto de una larga reflexión de los periodistas del continente americano, donde el diario vive un proceso de transformación en el que los mandos de las redacciones locales están poco a poco pasando a manos de reporteros del continente y no solo de españoles. Uno de ellos es Federico Rivas, periodista argentino y ahora uno de los coordinadores de la edición de América, con sede en México. “América Latina no es una bolsa uniforme donde todos bailamos tango y comemos tacos. Esta diversidad se da a través del lenguaje y eso es lo que marca la identidad de cada uno de los países”, observa. “Uno de los valores agregados de tener tantas ediciones es que escribimos desde donde se originan las noticias, podemos plasmar los olores y sonidos de cada lugar, pero siempre pienso en que me dirijo a un público de una región global”.

“Se respeta mucho la forma de escribir del redactor, siempre que sea comprensible”, puntualiza también Inés Santaeulalia, corresponsal española en Colombia, que confiesa que consulta sin parar el diccionario. “Cuando haces un reportaje hay que reflejar el entorno y la gente habla como habla, no se puede cambiar, porque estás distorsionando la historia”.

La periodista chilena Rocío Montes, que dirige la edición de su país, la última incorporada hace apenas unos meses, introduce otro factor que enriquece el idioma. “Ahora hay fuertes olas migratorias por el continente que están dejando su modo de hablar: en Chile hay venezolanos, peruanos... e incorporamos expresiones que ellos usan”. Pero, agrega, también son muy conscientes de que hay palabras que no se comprenden fuera: “Usamos muchísimo ‘al tiro’, en el lenguaje oral y escrito, que quiere decir de inmediato. Pero sabemos que no se entiende en ninguna parte”. ¿Qué hacen en estos casos? Tratar de no llevarlas en los titulares y, si es en una cita, la edición de Chile tiene la costumbre de hacer explicaciones entre corchetes.

Dictamen

El desafío que conlleva dirigirse a tantos hablantes y tan diversos no puede obviarse. La mitad de los lectores del periódico se merece que todos los periodistas hagan el mismo esfuerzo que ya hacen las redacciones en América e incorporen una visión global. Se trata de afinar y mejorar las explicaciones, no dejar fuera el contexto en las informaciones y ser más conscientes del lenguaje.

“Todos los países están muy pendientes de lo que pasa en España porque sigue siendo un referente político y cultural muy importante para Latinoamérica”, recuerda Rocío Montes. La Redacción de España debe atender ese interés legítimo e incorporar a su trabajo la consciencia de dirigirse a un lector global. No es un trabajo fácil, ni hay una fórmula mágica. Pero la incomprensión se da en ambos sentidos del océano Atlántico. Todo el periódico debería acostumbrarse a trabajar con la mirada extrañada del corresponsal: explicar, situar y contextualizar mejor.

Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).

Sobre la firma

Más información

Archivado En