Un campeón de altura con los pies en el suelo
El jovencísimo Alberto Ginés se alzó con la primera medalla de oro olímpica de escalada frente a rivales más veteranos contra todo pronóstico. Ahora, convertido en uno de los favoritos, lucha por clasificarse para París 2024 y por mantenerse en la cima
Las primeras veces suelen guardarse nítidas en la vitrina de la memoria (el primer hombre en la Luna, el primero en hacer cumbre en el Everest...). A él, a Alberto Ginés (Cáceres, 2002), le corresponde una de esas que se recordará por siempre, un hito histórico: en la primera cita en que la escalada fue deporte olímpico, en Tokio 2020, Ginés ganó el oro. Para asombro de todos. El benjamín de entre los finalistas, el tapado, primer campeón. Una hazaña que vino acompañada de otra casi mayor: como celebración, su abuela se tatuó los aros olímpicos en el antebrazo: “Ahora va a la frutería con el puño remangado, para presumir de nieto”, ríe al contarlo. Desde esa medalla, han pasado un par de años, tiempo en el que han cambiado varias cosas: Ginés tiene por fin un rocódromo en el que entrenar en el Centro de Alto Rendimiento de Barcelona, donde reside, y un equipo, siete compañeros que conforman la selección española de escalada.
También le ha tocado conocer lo que significa la presión, el peso de la expectativa propia y ajena sobre los hombros, que le ha llevado, durante este periodo, por una travesía de resultados irregulares. No es lo mismo dar la sorpresa que ejercer de favorito. Ahora ya vislumbra los Juegos de París 2024 en el horizonte: el siguiente objetivo de este extremeño que, cuando necesita oxígeno, sigue regresando a casa, a Cáceres, a rodearse de quienes desde niño le inocularon la pasión por la escalada, una familia que hizo de cada fin de semana o de cada viaje de vacaciones una aventura en la roca.
Pregunta: Nos imaginamos cómo se aficiona un niño de tres años al fútbol o al baloncesto, pero ¿cómo se engancha un niño cacereño de tres años a la escalada?
Respuesta: Mi padre. Cuando nos vio a mi hermana y a mí que no parábamos de subirnos por todas partes, se dijo: “Mejor que lo hagan bien”. Así que empezamos por el rocódromo del parque de El Rodeo, y al poco llegaron los fines de semana de escalada en familia. No era un deporte muy popular entonces, él y mi madre tuvieron que comerse alguna que otra crítica de quienes creían que era una locura, que podíamos matarnos, que no sabíamos lo que hacíamos... Prejuicios que, por supuesto, no tenían sobre esos niños que jugaban al fútbol…
P: En ese caso, ¿cómo surgió la afición de tu padre?
R: Su cuñado, mi tío, escalaba. Empezó con él. Luego lo abandonó y le volvió a picar el gusanillo con nosotros: encontró de nuevo la motivación para hacerlo. Salíamos de clase el viernes mi hermana y yo, hacíamos la maleta en unos minutos, nos montábamos en el coche y nos íbamos a escalar hasta el domingo. ¡Tengo amigos que, antes de un viaje, tardan tres días en hacerse la maleta! [Se ríe con estupor]. Para nosotros, aquello era la felicidad.
P: Con 13 años te mudas a Barcelona, al Centro de Alto Rendimiento (CAR), para apostar por la escalada. ¿Cómo te das cuenta de que tienes talento? ¿Cómo se fue convirtiendo en algo serio?
R. Cuando empecé nunca me importó ser bueno. No soñaba siquiera con tener un patrocinador. Hacía lo que podía. Pero recuerdo un día en Valencia... una vía que no había forma de que me saliera. Nos íbamos a la mañana siguiente. Mi padre me dijo: “Si tantas ganas tienes, nos levantamos a las cinco de la mañana y tienes la oportunidad de hacerla al salir el sol”. Por supuesto, ni mi madre ni él pensaban que fuera a despertarme. Pues sí: salté dando un respingo de la cama. Y la hice. El tipo del refugio, que fue testigo de todo, trabajaba en una marca de pies de gato. “Puedo mandarte los que necesites”, me dijo. Supongo que ahí empezó todo.
P: ¿Y qué cosas alteró ese salto? Porque el disfrute familiar se convirtió en tu improbable profesión.
R: Cuando escalas en roca, nadie te da una medalla, no te ponen el himno de tu país. El objetivo es subir por un sitio difícil. Marcarse retos y superarlos. Y a mí siempre me guio ese espíritu. Todavía lo hace. Nunca pensé que pudiera vivir de la escalada, como me sucede ahora. Pero siento que encontré muy pronto aquello que mejor se me daba en la vida, mi talento. Y doy gracias por ello. Obviamente, mi carrera ha cambiado cosas en la familia. Mi hermana dejó por un tiempo de escalar para centrarse en la universidad: está estudiando Comunicación Audiovisual y Documentación, aunque poco a poco va regresando a la práctica. Y, si ahora tuviera un hueco para un viaje familiar, preferiría unas vacaciones tradicionales, la verdad. Descansar.
MI DEFINICIÓN
El talento es la capacidad que tenemos todos de hacer cosas únicas. No todas tienen que ser hazañas: se puede tener talento para escuchar a otros, para hacer sentir mejor a los demás. Y eso es igualmente especial
Además de su padre, trabajador de la construcción, y de su madre, ATS, quizá la figura que mejor explique la eclosión de la carrera de Ginés sea David Maciá, el entrenador que cumple una década acompañándolo, un pionero mundial en las teorías del entrenamiento científico, cuyo método se imita hoy en todas partes. ¿Cómo se cruzaron los caminos de este protagonista de Talento a bordo y su preparador? “Un día coincidimos en Huesca. Mi padre le pidió que me echara un ojo. Él ya no quería entrenar a más niños, así que buscó la manera de escurrir el bulto: le dijo que, en el siguiente campeonato, en Italia, observaría cómo me movía. Así que decidimos acudir toda la familia. Era mi primera competición, y ¡encima internacional!”. En esa lejana casualidad, en esa muestra de perseverancia de Ginés comenzó a gestarse el oro de Tokio 2020 (fue la voz de Maciá la que lo calmó en la final olímpica: “Si quedas séptimo y por lesión del octavo, ¡seguirá siendo un éxito!”, le decía para librarle del miedo); de aquella prueba italiana, el niño Ginés regresó con entrenador, con la mano que lo ha guiado a través de todas las turbulencias y que seguirá empujándolo hacia París 2024. Maciá no solo es su preparador, también es el seleccionador nacional de escalada, un combinado español que habría sido impensable que existiera sin el trabajo conjunto de ambos y sus logros.
P: Desde niño te ha tocado escalar con adultos. Ahora tienes otros compañeros, también de tu edad. ¿Por fin puedes pinchar tú la música?
R: Con David [Maciá] tiro de la tierra. De Extremoduro. Pero mis compañeros tienen gustos… digamos que diametralmente opuestos a los míos. Reggaetón, ya sabes.
P: Vaya, ¿mala suerte entonces predicando tu pasión por el rap?
R: Al menos estoy consiguiendo que se enganchen con Cruz Cafuné.
P: Otra de tus aficiones son los videojuegos, ¿aquí eres igual de competitivo que escalando?
R: La mayor parte de mis amigos son de la escalada. Están por todo el mundo. Los videojuegos, además de un entretenimiento, son nuestra forma de mantenernos en contacto. Para ser competitivo ya tengo la escalada, no nos lo tomamos muy en serio. Aunque… bueno, en realidad sí que nos picamos bastante, también con los videojuegos [ríe al reflexionar en alto].
“Antes de ser profesional, para divertirme en el rocódromo ya necesitaba que me pusieran retos”
Vuelo de Ginés en una competición en su ciudad, Cáceres (2023). Foto: Javi Pec
“Cuando escalas en roca, nadie te da una medalla, no te ponen el himno de tu país. El objetivo es subir por un sitio difícil”
Ginés durante el ascenso de una vía en la roca (2023). Foto: Javi Pec
“Siento que encontré muy pronto aquello que mejor se me daba en la vida, mi talento. Y doy gracias por ello”
La escalada combina fuerza, técnica, flexibilidad y tesón a cada paso en el muro. Foto: Javi Pec
P: ¿Algún reto que te plantees en otro campo, fuera del deporte? ¿Algo que te gustaría aprender o a lo que le estés dedicando tiempo?
R: Desde que vivo solo he empezado a cocinar. Me gusta. Es eso o morirme de hambre. También me gustaría aprender más idiomas. Me da mucha envidia la gente que habla varios con soltura. Yo, de momento, voy bien con el inglés. ¡Otra cosa! Mi madre me dice: “Hijo, tantos años dando entrevistas y sigues sin vocalizar”. Opina que debería mejorar al respecto…
P: Ese acento extremeño nuestro…
R: ¡Con el acento la gente es muy boba! Es parte de nuestra identidad. Yo no quiero hablar neutro. Bastante he tenido con descubrir que calzonas no es un vocablo universal. Me he tenido que acostumbrar a decir “pantalón corto”. Te pasará igual: ahora voy a Cáceres y, si se me escapa “pantalón corto”, se parten de risa. Te digo una cosa: si no me entienden, que se…
El talento del deportista…
Ginés es consciente de que, seguramente, su medalla haya influido en el bum que ahora vive la escalada: en todas las ciudades se construyen rocódromos, los influencers más populares han comenzado a presumir de practicarla. Lejos de cualquier reacción parecida al orgullo, Ginés dice: “Esto es una oportunidad para crear cantera. En España por fin hay equipo, pero muy poca cantera, en comparación con países como Francia”.
…el talento del hombre de familia
Tiene los pies en la tierra, y la vista puesta en los suyos. Dice que uno de sus sueños sería poder dar tranquilidad a su familia, sí, pero con matices elocuentes sobre los valores que atesoran: “No creo que les gustara nada retirarse y depender económicamente de mí. Pero ojalá pudiera favorecer el que trabajaran solo por gusto, por realización, y no por necesidad”.