Un momento de placer para Cervantes
He pensado que si me dieran a elegir entre Don Quijote y Sancho, elegiría a Miguel de Cervantes, como personaje de ficción, puesto que está construido con las dos almas, la idealista y la pragmática
Una vez que anduve por Argel me enseñaron unas grutas donde Cervantes cautivo se refugió durante uno de sus cuatro intentos de fuga. Se sabe que ...
Una vez que anduve por Argel me enseñaron unas grutas donde Cervantes cautivo se refugió durante uno de sus cuatro intentos de fuga. Se sabe que el cautiverio de Cervantes en Argel duró cinco años, desde el 26 de septiembre de 1575, en que de regreso de la batalla de Lepanto fue apresado por el corsario argelino Arnaúte Mamí en la galera El Sol, cerca de las costas catalanas, hasta el 19 de septiembre de 1580, en que el fraile trinitario Juan Gil pudo acopiar los 500 ducados de oro que Hazán Bajá pedía por el rescate, una cantidad desorbitada debido a que se le descubrió una carta de recomendación de don Juan de Austria, lo que dio a entender que se trataba de un personaje importante. Gracias a eso Cervantes fue bien tratado como un bien de cambio y puede que fuera invitado a participar con el Bajá en algunos placeres nefandos, aunque no consta en absoluto. Juan Gil regresó a España cuando, el 24 de octubre de 1580, consiguió el barco para poder llevar a los últimos ocho redimidos, entre ellos a Cervantes, en una travesía desde Argel que duró tres días.
La biografía de Cervantes está llena de penurias, pendencias, desafíos, cárceles por llevarse el dinero del erario público, una vida familiar desastrosa, un juicio por homicidio en Valladolid, pero imagino que uno de los instantes de su máxima felicidad a lo largo de su vida debió de ser cuando desde la cubierta del bajel divisó las costas de Denia, la primera tierra española que pisó a su regreso del cautiverio. Desde alta mar vería la sombra azul del Mongó como un ciprés tumbado cuyo tronco lo formaba el largo acantilado del cabo que hoy se llama de San Antonio. A medida que el navío se acercaba a la costa irían saliendo de la calima las siluetas del castillo de Denia, el barrio de pescadores y las playas llenas de dunas y cañaverales.
La villa de Denia tenía entonces 1.400 habitantes y un puerto importante a cuya costa llegaban las corrientes marítimas naturales desde el norte de África. El hecho de que Cervantes desembarcara en Denia el año 1580 se toma como cierto porque poco después está constatada la intervención caritativa del Consell de Denia en favor de los liberados de cautiverio a los que auxiliaba con alimentos, anotándose el gasto en la contabilidad municipal.
Sentado en una terraza a la sombra de su busto que preside la explanada frente al puerto de Denia he tratado de imaginar aquel instante de felicidad que Cervantes sentiría en este mismo lugar recién desembarcado y he pensado que si me dieran a elegir entre Don Quijote y Sancho, elegiría a Miguel de Cervantes, como personaje de ficción, puesto que está construido con las dos almas, la idealista y la pragmática, fabricadas a lo largo de su aperreada vida llena de menosprecios, vejaciones y heroísmo. La ingente sabiduría de su espíritu la acopió con solo el oficio de vivir hasta alcanzar la gloria con humor en el fondo del propio desastre. En principio me echan un poco para atrás los que proclaman grandes principios desde lo alto de un caballo, como Alonso Quijano. Sus ideales envueltos en la locura suenan a flato de la voz; en cambio, a lomos de un pollino todo lo que se diga parece muy consistente y verdadero. Hay palabras ligeras que se lleva el viento y otras caen en el suelo y ya no hay quien las mueva.
Imagino a don Quijote con capa española convertido en un ciudadano de hoy. Si tuviera cualquier cargo en la administración del Estado sería uno de esos que, ante cualquier disputa, te dice “usted no sabe con quién está hablando” y en un restaurante arma un altercado por cualquier nimiedad del filete poco hecho, esgrimiendo el tenedor a modo de lanza. Se podría creer que el hidalgo encarna esa parte noble de cualquier mortal, aun del más descastado, que busca la justicia y deshacer entuertos, pero a la hora de la verdad trata con desprecio a los criados. Y si hablamos de política, no quiero ni pensar a qué partido votaría este caballero andante. El hidalgo don Quijote, en realidad, trataba de tener siempre la razón en todo frente a todo el mundo. Hoy ese papel lo desempeñan los cuñados que no paran de hablar de todo hasta que le das la razón por simple agotamiento. Por cierto, don Quijote nunca pagaba su consumición en las ventas.
Por el contrario, qué gran tipo sería hoy Sancho Panza si además del sentido común que lo adorna estuviera delgado, midiera 1,85 y jugara al tenis o al baloncesto. Si uno logra imaginar a este personaje adusto y con el vientre liso descubrirá bajo su jubón al propio Cervantes herido de melancolía, lleno de ironía, de humor, de pragmatismo, apegado a los placeres y con buen ánimo frente a todas las desgracias. Ese es el personaje que amo. Cuando uno repara en esa ración de locura que todo el mundo lleva dentro, pronto se descubre que ese quijotismo se identifica muchas veces con el ego insaciable.