El arte virreinal desborda el canon español
El Prado prepara una exposición dedicada a la Virgen de Guadalupe, mientras los museos americanos aumentan los fondos de una expresión artística que durante mucho tiempo se ha visto como una reproducción imperfecta del modelo europeo
El arte virreinal, surgido en los territorios de ultramar de la Nueva España, disfruta del mejor momento en siglos. El Museo del Prado prepara una exposición para esta temporada sobre la Virgen de Guadalupe, a cargo de dos expertos mexicanos, después de que en 2022 produjera la esencial muestra Tornaviaje. Arte iberoamericano en España, comisariada por Rafael López Guzmán, y de que en 2021 exhibiera (a cambio de su restauración) la obra maestra el Biombo de la conquista de México. El Prado ...
El arte virreinal, surgido en los territorios de ultramar de la Nueva España, disfruta del mejor momento en siglos. El Museo del Prado prepara una exposición para esta temporada sobre la Virgen de Guadalupe, a cargo de dos expertos mexicanos, después de que en 2022 produjera la esencial muestra Tornaviaje. Arte iberoamericano en España, comisariada por Rafael López Guzmán, y de que en 2021 exhibiera (a cambio de su restauración) la obra maestra el Biombo de la conquista de México. El Prado tiene además 33 obras de este periodo prestadas al Museo de América de Madrid y la National Gallery de Washington presentará este otoño (no avanza ni la fecha ni la obra) la primera pieza virreinal de su colección, aunque posee ya una tela del mexicano Juan Correa (1646-1716).
Nadie quiere quedarse fuera de este relato ni de esta narración. La comisaria Estrella de Diego, “gran defensora” de esta mirada, como recuerda Patricia Phelps de Cisneros, la principal coleccionista y mecenas del mundo de arte latinoamericano, citaba en el suplemento Babelia, recurriendo al historiador Serge Gruzinski, que durante demasiados años este arte producido en América se ha visto como una “copia” imperfecta del modelo europeo, en lugar de leerse como lo que es: una traducción cultural asombrosa en busca de nuevas fórmulas narrativas que aspiran a desbordar el canon peninsular.
El arte virreinal ha estado en España siempre. “Llevo casi 30 años vendiendo estas obras”, refrenda el marchante José Antonio de Urbina. “Ahora ha entrado el debate político de la descolonización, pero ya era un gran arte. Eso sí, los precios han subido bastante desde hace décadas”, admite.
Además de España, el arte virreinal se extiende como un bálsamo político y artístico por el sur de Estados Unidos y América Latina. “Una parte extensa del territorio actual estadounidense alguna vez fue parte del Virreinato español y su herencia cultural ha perdurado a través de siglos”, describe Jorge Rivas, responsable del área de Arte Colonial del Museo de Denver. Y en Texas (donde se ubica el Blanton Museum of Art), la población latina (40,2%) ya es mayoría. “Tras el movimiento Black Lives Matter, en el verano de 2020, los museos se han comprometido a mostrar al público arte creado fuera del canon eurocéntrico”, valora Rosario Granados, conservadora de Arte de las Américas Españolas del museo de la Universidad de Texas en Austin.
Y aunque colosos como el Getty aún no hayan entrado en este arte, las colecciones estadounidenses son cada vez más amplias y ambiciosas. El Blanton Museum (Austin) posee 215 obras virreinales. Atrás quedaron los tiempos en que los comisarios estadounidenses iban a Latinoamérica a comprar piezas de manera directa (como el Museo de Filadelfia o el Brooklyn) o los diplomáticos locales podían hacer grandes donaciones (Museo de Arte de Denver). Nunca más.
Acumulación por estratos
El Blanton se ha construido como una sucesión de capas. Patricia Cisneros donó en 2016 unas 86 piezas de arte colonial venezolano entre pinturas y muebles. Y dos años más tarde se adquirió la colección Roberta y Richard Huber. Nada menos que 119 obras. Escultura, pintura, muebles, platería y mapas provenientes de Bolivia, Colombia, Guatemala, México, Brasil, España, Portugal y Goa. ¿Tesoros? Cinco pinturas atribuidas a Juan Pedro López (1724-1787), un armario del ebanista caraqueño Serafín Antonio Almeida (1752-1822), una lámpara de plata forjada en Huancavelica (Perú) durante 1738 y un retrato de la condesa de Monteblanco y Montemar, quizá de Juan Pedro Díaz. “Vamos a comprar muy pronto unas piezas que pertenecen a la colección de una profesora de historia del arte”, avanzan.
Denver (Colorado) también formó parte de esa España separada por un océano. El museo crea en 1968 el departamento del Nuevo Mundo con colecciones prehispánicas y coloniales. Luego llegaron los legados. En los años 1920, el capitán Frank Barrows Freyer, agregado naval en la embajada americana en Perú, y su mujer, donaron 400 objetos de plata. Durante 1990 la familia Renchard regaló la colección reunida por el hombre de negocios Daniel C. Stapleton entre 1895 y 1914 en Colombia y Ecuador. Todo ocurrió cuando, por cierto, no existía legislación que protegiera el patrimonio. Los filántropos Frederick y Jan Mayer donaron su colección en 2001. Y una vez más, Cisneros aportó fondos en 2019. Así se reúne una inmensa mirada de 3.000 piezas distribuida, en parte, en 900 metros cuadrados de galerías.
El catálogo apabulla. Se puede empezar por los primeros artistas europeos asentados en América, como el italiano Mateo Pérez de Alesio (activo en Perú a finales del siglo XVI), el flamenco Diego de Borgraf y el sevillano Sebastián López de Arteaga. Ambos trabajaron en México durante el XVII. Pero es en la vieja pintura donde se halla el Grial. Maestros de Ciudad de México y Puebla. Entre otros, Cristóbal de Villalpando, Juan Correa, Luis Juárez, Baltazar de Echave Ibía, Miguel Cabrera o José de Ibarra. Denver alberga la única serie completa de pintura de castas (cuadros de mestizaje) de un museo americano, la colección más extensa de retratos virreinales de México en Estados Unidos y también los fondos de mayor importancia de arte virreinal colombiano fuera de ese país.
La acumulación de algunos evidencia las carestías de otros. El Museo Nacional de San Carlos (México) posee unas 2.200 obras, sobre todo españolas, francesas y de los Países Bajos. Pero apenas cinco son virreinales. “Al no estar bien catalogadas se quedaron en la institución”, explica por correo electrónico un portavoz de la institución. Proceden de compras y donaciones. Algunos lienzos son de indudable valor, como una Purísima concepción (siglo XVII), de Cristóbal de Villalpando, o una Virgen con san Luis Gonzaga (1758), firmada por Miguel Cabrera. Otros no pasan de trabajos menores o copias. “Con sus luces y sus sombras, la historia de los virreinatos españoles [Nápoles lo fue, y acogió a Ribera y Caravaggio] no está bien explicada ni en los libros de Bachillerato; y urge hacerlo correctamente”, se queja Rafael López Guzmán. El arte virreinal es un nuevo canon. Tan enriquecedor como el europeo. Y tiene un origen: España.