George Saunders, maestro del cuento contemporáneo: “Las redes sociales te transforman en una versión instantánea y feroz de ti mismo”

El autor estadounidense vuelve al relato con una nueva antología que presenta batalla contra el “control de mentes” que ejerce el algoritmo

George Saunders, en 2018 en Nueva York.Ramin Talaie / Redux / ContactoPhoto (Ramin Talaie / Redux / ContactoPhoto)

Una voz puede asaltarle en mitad de la noche. Aparece, sin más, en su cabeza y le cuenta cómo cree que debe empezar a comportarse para acabar gustando a Randy. ¿Y quién es Randy?, se pregunta. No lo sabe, así que sale de la cama, se pone el batín, baja a la cocina y enciende el ordenador. Así es cómo George Saunders (Amarillo, 65 años), ganador de premios como el Booker y del PEN/Malamud, el tipo que creció en Chicago inventándose para sí mismo un personaje que encajase con el mundo apasionante en el que quería vivir, s...

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Una voz puede asaltarle en mitad de la noche. Aparece, sin más, en su cabeza y le cuenta cómo cree que debe empezar a comportarse para acabar gustando a Randy. ¿Y quién es Randy?, se pregunta. No lo sabe, así que sale de la cama, se pone el batín, baja a la cocina y enciende el ordenador. Así es cómo George Saunders (Amarillo, 65 años), ganador de premios como el Booker y del PEN/Malamud, el tipo que creció en Chicago inventándose para sí mismo un personaje que encajase con el mundo apasionante en el que quería vivir, se comunica con sus relatos. Como si en vez de relatos fuesen pequeños animales salvajes a los que no contener sino a los que seguir hasta que sean ellos quienes se cuenten, o se entiendan, definitivamente, a sí mismos. “Me encanta la idea de que sean como pequeños animales salvajes, ¿no es eso lo que deberían ser?”, dice.

El considerado mejor escritor de cuentos norteamericano vivo está sonriendo en algún lugar de Los Ángeles frente a la pantalla de su ordenador. Cuando descuelga la videollamada es por la mañana. Va francamente abrigado. Parece llevar puesta una cazadora de borreguito. Dice que aún está acostumbrándose a la ciudad. Que le parece un lugar futurista. “Por primera vez, somos gente de ciudad, y debo decir que no está nada mal”, afirma. Se ha mudado allí para estar cerca de su hija, aunque sigue dando clase en la Universidad de Siracusa (Estado de Nueva York). Es el día de San Valentín y dice que cree que Gloria y Randy, los protagonistas de ese relato que empezó siendo una voz deseosa de contar su historia en mitad de la noche, siguen juntos. El relato se titula Gorrión y está incluido en antología El día de la liberación, recién publicada en español por Seix Barral y en catalán por Edicions de 1984.

“No creo que existan las almas gemelas, pero sí las almas que encajan. Toda historia de amor es una versión de ese tipo de encaje. Uno tiene que estar dispuesto a amoldarse, a desdibujarse un poco, para encajar en la vida de otra persona. Y lo mismo debe hacer esa otra persona”, dice, y habla de cómo ese “pequeño animal” que empezó siendo la voz de Gloria, que temió tener que descartar —”No me apetecía contar otra historia de amor sin más”, apostilla—, creció hasta volverse una reflexión sobre “cómo de cruel puede llegar a ser el mundo para alguien enamorado”. ¿Que cómo lo hizo? “Escribí el relato aquella misma noche, en la mesa de la cocina, pero lo trabajé durante meses”, responde. Es así como funciona. Escribe “entre cuatro y cinco horas” cada día, por las mañanas. Horas en las que, sobre todo, reescribe o busca nuevos caminos.

George Saunders, en una fotografía sin datar.SEIX BARRAL

Saunders, autor de una única novela, la flamantemente disruptiva, divertida y premiada Lincoln en el Bardo, cree en la ficción como un “detector de basura”, es decir, de todo lo que anda francamente mal en el mundo, y a la vez como el mejor agente de cambio posible. “Me considero un escritor pos-posmoderno. No quiero destruirlo todo, a menos que la destrucción sea positiva, en algún sentido feliz. Creo fervientemente en la destrucción positiva. La ficción puede destruir el proceso por el cual llegamos a terribles conclusiones y ofrecernos un respiro, darnos espacio para pensar fuera de cualquier tipo de plano”, dice. En ese sentido, por más que diga que jamás piensa en ningún tema mientras escribe, El día de la liberación es, desde el título, una suerte de manifiesto sobre la batalla por el “control de mentes” que se libra hoy en día ahí fuera.

“En al menos tres de los relatos —el que da nombre al libro, Gul y Elliott Spencer—, se nota que el escritor [habla de sí mismo en tercera persona cuando habla de quien escribe las historias] está pensando en las redes sociales. Si el año fuera 1485, las ideas que asaltarían tu cabeza te vendrían del mundo que te rodea, de tu familia y de tu pueblo. Ahora nos llegan ideas de muy lejos, y no son ideas sino una especie de orden del día que no se dirige a ti, se te impone. Y cambian tu manera de pensar. Literalmente. Diría que esos tres cuentos tratan sobre la autonomía mental, y cómo de imposible resulta mantenerla. ¿Cómo puedo ser yo mismo si no dejo de recibir mierda que se instala directamente en mi cabeza? Dentro de 100 años, diremos de esta época que fue la época de las mentes alteradas”, sentencia el autor.

Controladas, alteradas. ¿Alteradas por los algoritmos? “Alteradas por esa encantadora y seductora tecnología con la que convivimos, sí, y el algoritmo que conlleva. Si hay un montón de violencia e infelicidad hoy es porque estamos siendo invadidos por todo tipo de información que dejamos entrar sin más. ¿Y cómo vamos a ser felices con todo ese sufrimiento latente de fondo? Siempre ha habido sufrimiento en el mundo, y crueldad, pero nos protegía el constructo artificial del sitio en el que vivíamos. Ahora nada puede protegernos”, responde. “Las redes sociales no quieren que pienses por ti mismo. Ni que pases tiempo a solas. No sé con qué fin. Pero te transforman en algún tipo de otro animal, una especie de monstruo, una versión instantánea y feroz de ti mismo que sabe automáticamente lo que piensa de cosas de las que no tiene ni idea”, dice Saunders.

George Saunders, en una librería de Florida en febrero de 2017.Johnny Louis

El escritor, que fue a un colegio de monjas, es hoy budista y practica la meditación. Trata de protegerse contra la invasión mental por todos los medios. Lo lleva haciendo desde el principio. “Cuando tuve mi primer smartphone recuerdo que estaba leyendo a autores rusos [le encantan Gógol, Isaak Bábel, Chéjov] y de repente nada parecía tener sentido. Mi comprensión lectora cayó en picado. Fue apartarme de la pantalla un tiempo y recuperar las historias, el color. Me pareció un momento providencial y terrorífico a la vez”, asegura.

Ahora mismo está leyendo a la argentina Sara Gallardo, la traducción al inglés de su novela Enero. “Me fascina la tensión que imprime a la historia a través del estilo”, dice de ella. También asegura que está abriéndose camino a través de lo que parece una nueva novela, la que sería su segunda en todos estos años. “Pero aún estoy al principio. Veremos”, cuenta. Está convencido de que lo único que puede hacerse en el contexto actual es, además de tratar de proteger el yo para que pueda crecer de alguna forma —”Parece difícil, pero creo que todo lo que nos está pasando puede revertirse, mis alumnos ya lo están haciendo, tratando de que la llama que sigue encendida no se apague”, agrega—, aspirar a ser cada día “un poco más amable”. “Mi única meta ahora mismo es esa. Ser cada día alguien más cariñoso, más presente, más honesto. Aceptar la complejidad del mundo sin desesperarme. La desesperación es el peor enemigo del ser humano, quizá por eso las fuerzas cínicas del presente la aman. Mantengámonos fuera de su alcance”, concluye.

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