La ‘Médée’ de Kožená y el fantasma de Charpentier en el Liceo
La ‘mezzo’ checa lidera la primera interpretación de la ópera del compositor barroco francés en el coliseo catalán con la Freiburger Barockorchester y Simon Rattle
Ningún compositor ha hecho cantar a su propio fantasma con la elocuencia del francés Marc-Antoine Charpentier (1643-1704), en Epitaphium Carpentarii. Un genio que nos dejó unas 550 composiciones, aunque muy pocos rastros biográficos. Y un autor olvidado tras su muerte, cuya música renació a partir de mediados del siglo XX. No por casualidad, ...
Ningún compositor ha hecho cantar a su propio fantasma con la elocuencia del francés Marc-Antoine Charpentier (1643-1704), en Epitaphium Carpentarii. Un genio que nos dejó unas 550 composiciones, aunque muy pocos rastros biográficos. Y un autor olvidado tras su muerte, cuya música renació a partir de mediados del siglo XX. No por casualidad, la primera vez que apareció en un elepé, en 1953, con uno de sus cuatro Te Deum, se hizo inmensamente popular, al convertir el inicio con trompetas y tambores en la sintonía de las retransmisiones de Eurovisión.
Lo cantado por el fantasma de Charpentier en esa especie de ópera en miniatura constituye el único retrato de su personalidad. Es lo que afirma Catherine Cessac en su libro clásico sobre este músico (Fayard). Una composición donde desnuda su alma y repasa su vida con una mezcla de humildad y amargura. Pero donde también utiliza los dos elementos que nos siguen conmoviendo al escuchar su música más de trescientos años después: su sinceridad expresiva e introspección psicológica. Quedó claro en la imponente interpretación del papel protagonista de su ópera Médée que Magdalena Kožená cantó el pasado lunes, 27 de noviembre, en el Liceo de Barcelona.
Una versión en concierto que procede de la producción que acaba de estrenar la Ópera Estatal de Berlín. Con el régisseur Peter Sellars y el director Simon Rattle, pero también con el arquitecto Frank Ghery como escenógrafo. Una propuesta que convierte a la ópera de Charpentier en una especie de alegato contra las políticas migratorias, y que fue recibida con algunos abucheos en su première. En el teatro barcelonés tan solo se ha disfrutado de la parte musical, aunque con cantantes que actuaron sobre el escenario sin atriles ni partituras.
Era la primera vez que se escuchaba Médée en el Liceo. Una tragédie lyrique, de 1693, que supuso la única incursión de Charpentier en la exclusiva Académie Royale de Musique, siempre controlada por su archienemigo Jean-Baptiste Lully y sus herederos. Sabemos que la ópera gustó a Luis XIV, aunque fue rechazada por los incondicionales de Lully. Pero Charpentier no perdió la oportunidad para provocarles al incluir un episodio cantado en italiano, en el divertissement del segundo acto, que fue elogiado en la reseña publicada tras su estreno en Mercure Galant.
En Barcelona nos quedamos con las ganas de escuchar esos pasajes en italiano donde Charpentier reivindica su posición. Si Lully había personificado la música francesa, siendo de origen italiano, el francés Charpentier no tuvo ningún reparo en insuflar a sus pentagramas la emoción y maneras que había aprendido en Roma. De hecho, una de las mayores debilidades de esta primera Médée escuchada en el Liceo han sido los severos tijeretazos tanto en el prólogo como en los divertisements de los cuatro primeros actos que nos privaron de 25 minutos de magnífica música.
Simon Rattle no es ningún recién llegado a la interpretación históricamente informada. Pero resulta infrecuente ver al antiguo titular de la Filarmónica de Berlín dirigiendo una ópera barroca con un conjunto especializado como la Freiburger Barockorchester. Su interpretación destacó más en el exquisito acompañamiento de las voces, con una ideal fluidez en las combinaciones de récit y air, pero sonó escaso de imaginación en las danzas e interludios.
El virtuosismo de la orquesta friburguesa elevó los pasajes más frenéticos de la partitura y se mantuvo siempre al servicio del drama. La textura de la cuerda a la francesa a cinco partes sonó ideal con Péter Barczi como concertino. Las combinaciones de flautas y oboes (con el tarraconense Josep Maria Domènech) fueron exquisitas. Y el acompañamiento continuo sonó fluido y teatral liderado por Elisabeth Geiger desde el clave.
Tras un prólogo y dos actos algo planos, todo cambió en el tercero. Una admirable progresión del personaje de Medea, desde la esposa enamorada a la hechicera que remueve el infierno para ordenar su venganza, pasando por la mujer traicionada que lamenta su destino. Precisamente ese lamento Quel prix de mon amour (Qué precio por mi amor), que se sitúa justo en la mitad de la partitura, fue un punto de inflexión en la voz de Kožená y el acompañamiento de Rattle.
La mezzo checa, que ya triunfó con este personaje en Basilea hace ocho años, elevó con lirismo y musicalidad la conmovedora introspección de Charpentier. Y el director inglés (que también es su marido) la envolvió con el expresivo contrapunto de la cuerda que adelanta su canto con una rica paleta armónica.
Los contrastes y la intensidad de la música infernal del final del tercer acto elevaron considerablemente la temperatura antes del descanso. Pero, tras la pausa, los actos cuarto y quinto fueron lo mejor de la noche. Lo comprobamos en la nitidez y expresividad que imprimió ahora el tenor belga Reinoud Van Mechelen al personaje de Jasón con el francés más idiomático y un exquisito uso del registro de cabeza.
Su escena con Carolyn Sampson, como Créuse, fue pura belleza. La soprano británica brilló en el quinto acto tanto en sus súplicas a Medea como en la terrible escena de su muerte que supo dotar de una conmovedora simplicidad. Y entre lo mejor del cuarto acto, aparte de las intensas intervenciones de Kožená transmutada en Medea, destacó la escena de la locura de Creón. Con esa alucinante introducción en la cuerda grave y la sólida voz del bajo italiano Luca Tittoto que brilló en sus medias voces.
Entre los secundarios sobresalieron tanto el barítono húngaro Gyula Orendt, dando vida al frustrado Oronte, como la soprano francesa Jeanne Amzal, que dotó de sabiduría a la confidente Cléone. Obviamente todos los solistas participaron en diversos papeles menores, a excepción de Kožená que concentró todo su metal en el quinto acto hasta convertirse en una fuerza de la naturaleza.
En ese acto final hay que destacar la intervención del excelente Coro de la Staatsoper berlinesa. Y, en especial, en el conmovedor lamento Ah! funeste revers, fortune impitoyable! (¡Ah! funesto revés, ¡despiadada fortuna!).
Médée volverá a un escenario español, en junio próximo, en una versión semiescenificada en el Teatro Real. La dirigirá William Christie al frente de su conjunto especializado Les Arts Florissants, que precisamente fue bautizado, en 1979, con el título de una ópera de cámara de Charpentier.
Médée
Música de Marc-Antoine Charpentier y libreto de Thomas Corneille. Magdalena Kožená, mezzosoprano (Médée), Reinoud van Mechelen, tenor (Jasón), Luca Tittoto, bajo (Créon), Carolyn Sampson, soprano (Créuse), Jehanne Amzal, soprano (Cléone), Gyula Orendt, barítono (Oronte), Markéta Cukrová, soprano (Nérine), Gonzalo Quinchahual, tenor (Arcas). Coro de la Ópera Estatal de Berlín y Orquesta Barroca de Friburgo. Dirección musical: Simon Rattle. Gran Teatro del Liceo, 27 de noviembre.