El alud creativo de Marta Nieto: tres estrenos en ocho días y su debut como directora
Además de su faceta como actriz, la intérprete encara su primer largometraje tras la cámara, ‘La mitad de Ana’, en la que además da vida a la madre de una niña que explora una transición de género
Mitad de julio en el barrio madrileño de Malasaña, y en medio de una de las devastadoras olas de calor. El cuarto piso donde se rueda La mitad de Ana se mantiene a duras penas habitable con multitud de ventiladores y aires acondicionados que se apagan al grito de “Acción”. Los miembros del equipo sacan sus abanicos a la que pueden. En mitad de la cocina una gran mesa comedor reproduce una cena navideña con exquisiteces exóticas. Y en el centro del frenesí, de los equipos eléctricos, del ir y venir de focos y cables, una mujer no suda. ...
Mitad de julio en el barrio madrileño de Malasaña, y en medio de una de las devastadoras olas de calor. El cuarto piso donde se rueda La mitad de Ana se mantiene a duras penas habitable con multitud de ventiladores y aires acondicionados que se apagan al grito de “Acción”. Los miembros del equipo sacan sus abanicos a la que pueden. En mitad de la cocina una gran mesa comedor reproduce una cena navideña con exquisiteces exóticas. Y en el centro del frenesí, de los equipos eléctricos, del ir y venir de focos y cables, una mujer no suda. Marta Nieto (Murcia, 41 años) mantiene la calma. Es su primera película como directora y además encarna a la Ana del título. Ha logrado su sueño y lo disfruta absolutamente concentrada, aunque para ello, o porque así le han venido dadas, ha rodado antes cinco películas como actriz y ha estado de gira con la obra La infamia, sobre la lucha periodística y vital de la mexicana Lydia Cacho, con la que Nieto ha ganado el premio Max a mejor protagonista. Este viernes estrena en salas La manzana de oro, de Jaime Chávarri, y ¡Salta!, de Olga Osorio, y el que viene, 8 de septiembre, Verano en rojo, de Belén Macías. La actriz recoge lo sembrado: “Estoy disfrutando mi presente”.
A finales de agosto, en su casa, Nieto festeja que ha logrado estar una semana sin hacer absolutamente nada. En lontananza asoman las promociones de sus tres estrenos, la vuelta al curso escolar de su hijo, el montaje y posproducción de La mitad de Ana y, adentrándose en el otoño, los ensayos de otra obra de teatro: Vania por Vania, de Pablo Remón, que se estrenará en el Teatro Español de Madrid el 29 de febrero de 2024. “Durante el rodaje intenté ser consciente del privilegio de poder contar la historia que quiero, con el equipo que quiero y con María Zamora, la productora que quiero. Y a la vez, ser muy precisa en todo momento. Disfrutar y no bloquearme”, recuerda.
Era un rodaje complejo, en el que tenía que ponerse en situación interpretativa, en encajar aquel 13 de julio en una cena con niños, risas y una familia cargada de costumbres, y salir tras el “corten” para chequear el plano y dar apuntes a sus compañeros de reparto. En su cuadratura del círculo se apoyaba en el director de fotografía Julián Elizalde (La Maternal, Suro) y en Gerard Oms, que además de actuar ha sido el entrenador de interpretación. A ambos Nieto les escuchaba con suma atención; a la vez tenía conceptos y matices muy claros —como era, aquel día, reducir la distancia física en pantalla de dos personajes de la cena— y apretaba para obtenerlos. En su cabeza, varios referentes, como Aftersun o la mítica Leólo, que volvió a repasar la noche antes de la entrevista.
El viaje de Marta Nieto ha sido largo. “Durante mucho tiempo me dio vergüenza decir que estaba escribiendo, porque sentía que ocupaba un lugar que no es tuyo. Y luego encima dirigir, que es una palabra, una idea, muy grande. He tenido que repetírmelo mucho para acabar creyéndomelo. Muchas veces las barreras propias nacen del exterior, pero tú les das crédito”, reflexiona. Un ‘Sí se puede’ de manual contra el que, cuenta, en varias ocasiones le han dicho “¿Adónde vas, bonita, si tú eres actriz?”. Y resume: “Primero fue una idea, una pulsión, una cosa en el imaginario. Te vas dando cuenta de que eres capaz y vas generando las habilidades para demostrarlo. Y a pesar de eso, si hace 20 años me dices que iba a dirigir una peli, te hubiera respondido que de qué”.
Hija de un inspector de Hacienda y de una enfermera, Marta Nieto estudió Arte Dramático y Filología en Murcia. “Y me vine a Madrid. Filología nunca fue el plan B. Para eso ha estado el yoga; durante un tiempo viví de él”, explica antes de confesar que en su familia no había ascendentes artísticos que cimentaran las decisiones de la actriz y de su hermana, Clara, productora de cine procedente de la abogacía del derecho de propiedad intelectual. “Yo tuve una epifanía en la adolescencia, y mis padres me decían: ‘¿Por qué? ¿A quién has visto?’. Y al final las dos hemos acabado en el cine. Creo que el cine posee un lenguaje muy universal, y que a nosotras nos ha tocado”, asegura entre risas.
Tras un par de películas y varios capítulos de series, Nieto llamó la atención en El camino de los ingleses (2006), de Antonio Banderas. Sin embargo, su carrera fue cociéndose a fuego muy lento. Tanto que en la travesía entró el yoga. Hasta que llegó el corto Madre (2017), de Rodrigo Sorogoyen, protagonizado por ella y que fue candidato al Oscar, y que dio pie a la película homónima de 2019, en el que repitió personaje. Desde entonces, Nieto ha subido de escalafón. “Durante mucho tiempo ha sido un anhelo formar parte de un grupo de gente que hace cine que admiro. Ahora siento un poco de calor de su parte, y a la vez no tengo que estar todo el rato demostrando mi valía”, concede, a pesar de ser una persona muy precavida, que mide sus palabras.
Su físico también se ha vuelto más dúctil. “Ahora hago desde alguien muy alocado como la poeta de La manzana de oro a una inspectora de policía en Verano en rojo, o madre de familia... Estoy en una nueva fase en la que puedo hacer cosas distintas y muy divertidas. Es un viajazo, y no quiero perderme retos, como fue la técnico de sonido en Tres. Sigo actuando, además de dirigir”. Del thriller de Belén Macías, basado en la novela de Berna González Harbour, recuerda que ha sido la primera vez que la ha dirigido una mujer. “Para que veas las cosas de la vida, y ha sido una gran experiencia”. Después llegó Osorio. “Ella me atrapó con su apuesta por unos goonies a la española y pensé que a León, mi hijo, le gustaría verla”. Y de La manzana de oro ha nacido su amistad con Jaime Chávarri, al que idolatra. “Quería, necesitaba trabajar con él”.
También ha rodado dos filmes en Francia, Tropique, que se estrenó en el pasado festival de Sitges, en el que encarna a la madre de dos jóvenes astronautas, y Visions, en el que coprotagoniza una historia de amor con Diane Kruger. “Eh, ¡con Diane Kruger! Encadené cuatro rodajes seguidos. Es que me interesaban mucho todas. Y, añadido, estaba el reto de hacer músculo interpretativo para cuando llegara mi rodaje. Antes había rodado Edén y en Italia Lasciarsi un giorno a Roma, y grabado un podcast y otra serie, Feria. Y el teatro... Los estrenos en las salas se han amontonado ahora”.
En dos décadas de carrera, Nieto ha sacado en claro muchas cosas: “La primera, rebajar expectativas. En el teatro, como actriz, eres más dueña de tu trabajo. En el cine pueden hasta cambiarte en montaje. Incluso a veces te ves en pantalla y estás en completo desacuerdo con el director. En fin, he aprendido a soltar. Yo pongo mucho amor, y luego el resultado ya no es enteramente mío. También, que hay que ponerse en marcha. No esperar a que te llamen. Sentirme abierta, atenta, para que yo pueda aportar a los proyectos, y a su vez no entrar en proyectos en los que no pueda o no me dejen aportar. Y por supuesto, cuidarme. Y saber qué actriz quiero ser. Eso me ha llevado tiempo”.
En otras ocasiones, a sacar coraza o a protestar. Nieto fue una de las destinatarias de los comentarios machistas que varios fotógrafos hicieron en la entrada a los Goya 2021 en Málaga, que se oyeron en la retransmisión por Facebook de TVE. También de ataques de diversos sectores cuando convocó un casting en Murcia a la búsqueda de niños trans o en transición. “Es parte de lo mismo, de un sistema que da por hecho que tú le perteneces, que todo es opinable con este criterio dual, vengativo y ridículo. ¿Opino si me gusta tu cuerpo, opino si lo que haces es bueno o malo? Opinar es un derecho. No una obligación. No hay que ejercerlo todo el rato. Supongo que forma parte de los miedos. Cuando no entienden algo, muchos se asustan y se agarran a la intransigencia”, apunta.
En La mitad de Ana da vida a una madre separada con una hija de ocho años, Son, que inicia una exploración de identidad. Desorientada, Ana tendrá que reencontrarse con la mujer que fue antes de ser madre. “El guion, que he coescrito con Beatriz Herzog, ahonda en esa mujer adulta a través de la crisis de su hija, y eso me ha permitido hablar de mi propio conflicto de identidad como mujer, como creadora y como madre. En la idea de abordar la maternidad y la infancia trans se juntaron dos intereses propios muy profundos. Uno es el tema de la identidad y cómo yo, que he sido muy tímida, he necesitado mucho tiempo para reconocerme en mi propio cuerpo y aunarlo con lo que la gente ve... De repente, un día entendí que el conflicto trans, que parece tan lejano, es un poco una potenciación de ese conflicto propio. Una mujer, en esta sociedad, debe poseer capacidad de cuidar, un cuerpo normativo en el que encajar y comportarse con una actitud agradable. Por culpa del patriarcado, que limita hasta a los hombres”. Y resopla.
Como calentamiento, el año pasado Nieto dirigió el cortometraje Son, con Patricia López Arnáiz como madre de la niña. “Planteaba las mismas cuestiones y señalaba los mismos aprendizajes. Como saber gestionar la duda, aceptar la vulnerabilidad, y como cineasta, apostar porque de lo personal, de la historia de una mujer anónima, puedes llegar a lo universal”, insiste. Lleva con el proyecto casi un lustro, y en el viaje hasta dudó en dirigirlo, y más aún actuar en él. En el camino, llegó la ley trans y el debate sobre esa transición se ha multiplicado. “Aquí estamos. Defiendo que la libertad de exploración es básica, y en la infancia más aún. En la película defendemos una perspectiva de la transición como exploración, no como destino, al menos en este caso. Respetemos esos procesos de exploración de género, de identidad, de orientación sexual, de expresión. Y la otra cosa que tengo clara es que una madre, para dar amor a su hijo, hija o hije, tiene que haber realizado un ejercicio de introspección. Para cuidar hay que cuidarse”. Nieto ya ha aprendido.