El sonido de QAnon: ecos conspiranoicos en el taquillazo más inesperado del verano en EE UU

‘Sound of Freedom’, basada en una historia real de tráfico de menores, se ha convertido en un fenómeno al margen de Hollywood y más allá de la extrema derecha conspiranoica que representa su protagonista, Jim Caviezel

Jim Caviezel, con uno de los niños que rescata su personaje en la película 'Sound of Freedom'.Vídeo: EPV

Ni el adiós de Indiana Jones, ni la séptima de Misión: Imposible. En este verano, anteúltima oportunidad para que Estados Unidos recupere la fe en el taquillazo, una película llamada ...

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Ni el adiós de Indiana Jones, ni la séptima de Misión: Imposible. En este verano, anteúltima oportunidad para que Estados Unidos recupere la fe en el taquillazo, una película llamada Sound of Freedom (El sonido de la libertad) ha roto todos los esquemas de la recaudación cinematográfica. Estrenada el 4 de julio, es una producción modesta sobre tráfico de menores, jaleada por la extrema derecha conspiranoica y protagonizada por Jim Caviezel, uno de sus más conspicuos altavoces. Costó 14,5 millones de dólares (unos 13 millones de euros). Y este fin de semana superará los 60 millones, gracias a un extraordinario rendimiento por sala.

Está basada en la historia real de Tim Ballard, agente del Departamento de Seguridad Nacional dedicado al combate de la pedofilia. La película cuenta la parte en la que, harto de cazar criminales en su país sin atajar la raíz de las mafias que trafican con niños en Latinoamérica decide, con el apoyo inspirador de su esposa, madre de sus siete hijos, pasarse a la clandestinidad en Colombia, desarticular una red criminal y devolver la libertad (el sonido de la libertad) a más de 50 menores. En particular, a dos hermanos hondureños, raptados al principio del filme en una sesión de fotos fake.

El largometraje no llega a la parte en la que Ballard fundó en 2013 una organización contra la trata de niños que ha abandonado recientemente, tiene un nombre de ecos antiesclavistas (Operation Underground Railroad) y ha sido criticada por exagerar los logros de su cruzada. O a cuando lo nombró asesor de la Casa Blanca para el combate del tráfico de personas el expresidente Donald Trump, que ha programado para la próxima semana un pase de la película para simpatizantes y donantes de su campaña en su residencia de verano con campo de golf de Nueva Jersey.

Además de convertirse en taquillazo inesperado, Sound of Freedom se ha colocado en el centro de una polémica por su presunta apología de una de las teorías de la conspiración más queridas del amorfo movimiento de extrema derecha QAnon, esa que sostiene que una élite progresista alimenta desde Estados Unidos una siniestra organización global de tráfico sexual de menores. Durante la campaña que llevó a Trump a la presidencia, fue uno de los argumentos más desquiciados contra Hillary Clinton; una historia para no dormir que derivó en el Pizzagate, que sostenía que un grupo de demócratas de alto rango abusaban de menores en el sótano de una popular pizzería de Washington. En ella, se presentó un día un tipo pegando tiros con un rifle solo para descubrir que había sido engañado: el restaurante Comet Ping Pong carece de sótano.

Lo cierto es que Sound of Freedom, a ratos escalofriante por el tema que trata y dirigida por el mexicano Alejandro Monteverde con eficacia rayana en la estética de telefilme de sobremesa, no entra en política, ni cita en ningún momento a QAnon. Ha sido Caviezel, que encarnó a Jesús en La pasión de Cristo, de Mel Gibson, quien se ha encargado de unir los puntos en las entrevistas de promoción, en las que ha pronunciado el lema del grupo de alt-right (”la tormenta ya está aquí”) o ha sacado a relucir el “adenocromo”, sustancia derivada de la adrenalina, que, dicen los defensores de otra salvaje conspiranoia, extraen las élites liberales de la sangre de los niños secuestrados.

Trump, “elegido de Dios”

Caviezel agradeció este jueves a Trump su decisión de proyectar la película. “Quiero decirte que cuando la veas te sentirás en paz porque tú, más que nadie, has hecho cosas increíbles que predicaba Jesús”, dijo en el podcast del ideólogo de ultraderecha Steve Bannon. “Creo que Donald Trump fue elegido por el Dios Todopoderoso, y estoy hablando del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”, añadió.

Los productores del filme, liderados por el actor Eduardo Verástegui, prominente activista contra el aborto y presidente de la rama mexicana del Comité Político de Acción Conservadora (CPAC), órgano de expresión del ala más dura del Partido Republicano, niegan esos vínculos. Detrás del proyecto, financiado en parte por 7.000 aportaciones de micromecenazgo, está Angel Studios, compañía independiente de inspiración cristiana con sede en Provo (Utah), famosa por la exitosa serie sobre la vida de Cristo The Chosen (Los elegidos), que se puede ver en streaming en su propia plataforma y también pasado por las cadenas nacionales.

Fotograma de la serie 'The Chosen'.

Sound of Freedom estaba lista desde 2018. Llegaron a firmar un contrato de distribución con 20th Century Fox, adquirida al poco por Walt Disney, que decidió meter el proyecto en un cajón. La multinacional está enfrentada desde hace un año con el gobernador de Florida Ron DeSantis por haber criticado una ley educativa de este, conocida como No digas gay, porque prohíbe la enseñanza de la diversidad sexual en los colegios. DeSantis, como la facción republicana más extremista, equipara ciertas políticas demócratas de inclusión en las escuelas a la corrupción de menores.

Cuando empiezan los títulos de crédito de Sound of Freedom, un texto anuncia en una esquina de la pantalla la inminencia de un mensaje. Algo más de dos minutos después, un Caviezel con gesto contrito repasa los “obstáculos inimaginables” que atravesó la producción hasta llegar a los cines, cita a Steve Jobs y a Lincoln, dos de las pocas figuras de consenso en un país fracturado, dice que espera que la película se convierta en “La cabaña del Tío Tom de la esclavitud del siglo XXI”, en referencia a la novela de H. B. Stowe que contribuyó a concienciar sobre los horrores que llevaron a la Guerra de Secesión, e invita a los espectadores a sacar el móvil para escanear un código QR con el que comprar una entrada para alguien “que no tenga dinero para pagársela”. “Hagamos que millones de personas la vean”, pide.

Quizá tan inusual estrategia ayudara a que esta semana fuera difícil encontrar una entrada en las salas, habitualmente semivacías, de Washington y el área de su conurbación, de mayoría abrumadoramente demócrata. En zonas de Estados republicanos como Texas, Tennessee o Florida se ha aupado, según The Hollywood Reporter, a lo más alto de la taquilla en términos absolutos.

Los expertos lo achacan en parte a que Angel Studios ha fidelizado a un público creyente en sus historias cristianas (una de las frases clave de la película afirma que “los hijos de Dios no están en venta”). Desde luego, no se puede decir que los medios tradicionales (traducido: “escorados a la izquierda”) hayan contribuido al éxito. En líneas generales, solo reaccionaron con historias a fondo cuando el fenómeno ya estaba en marcha y recibieron el estreno con el pie cambiado y críticas de bajo perfil, tardías y no especialmente favorables, que destacaban el desasosiego que provocan las interacciones, únicamente insinuadas, entre los pederastas y los menores. También ha cosechado reseñas favorables, de Variety, por ejemplo, o de la revista política conservadora de Nueva York National Review, que destacó su “claridad moral”.

Sus productores han avisado de que la mantendrán en las salas el tiempo que la gente siga yendo a verla, y que después, en un nuevo gesto al margen de Hollywood, otra industria de querencia progresista, la servirán en streaming solo en su propia plataforma.

Hasta entonces, toca gastar el dinero en la cadena AMC, que, al menos en la zona de Washington, la ha programado en sus teatros de tamaño medio y sigue reservando los grandes espacios a las superproducciones. La exhibidora ha sido víctima también de otra teoría de la conspiración, según la cual sus gestores estaban boicoteando las proyecciones a base de cancelarlas, de interrumpirlas alegando problemas técnicos y de quitar el aire acondicionado para molestar a los espectadores de la película. Angel Studios y AMC tuvieron que salir juntos a desmentir esas acusaciones sin base.

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