El extraño caso de la escultura de Cruz Novillo que se esfumó de una plaza de Madrid y apareció en un aparcamiento
La pieza ‘Triple ángulo cilíndrico’ estaba a los pies de la Torre Picasso y se quitó de allí cuando la cementera Portland Valderrivas vendió el edificio a la empresa de inversiones de Amancio Ortega y se llevó sus posesiones
“Niños, vamos adonde la Torre Picasso a ver la escultura del abuelito”, les dijo un día José Miguel Cruz Novillo Jr. a sus hijos. El “abuelito” era Cruz Novillo, un diseñador y arquitecto que conocen prácticamente todos los españoles, incluso los que no lo conocen: diseñó algunos de los logotipos más icónicos de la historia del país, como los de Correos, PSOE, Repsol, Renfe o la Policía Nacion...
“Niños, vamos adonde la Torre Picasso a ver la escultura del abuelito”, les dijo un día José Miguel Cruz Novillo Jr. a sus hijos. El “abuelito” era Cruz Novillo, un diseñador y arquitecto que conocen prácticamente todos los españoles, incluso los que no lo conocen: diseñó algunos de los logotipos más icónicos de la historia del país, como los de Correos, PSOE, Repsol, Renfe o la Policía Nacional. Estas imágenes ayudaron a dar una pátina de modernidad a la España gris que quedó tras la muerte del dictador. Cuando la familia llegó al lugar, al pie del esbelto rascacielos blanco… ¡la escultura no estaba! “Se había esfumado, solo quedaba la peana, no sabíamos qué había pasado, no sabíamos si la habían fundido para hacer llaveros”, recuerda Cruz Novillo hijo. Los nietos, Pablo y Manuela, se debieron de llevar un buen chasco. La escultura Triple ángulo cilíndrico había desaparecido.
Así empezó una infructuosa búsqueda que acabó durando un decenio. La Torre Picasso, de 43 plantas y 157 metros de altura, proyectada por Minoru Yamasaki, el arquitecto de las Torres Gemelas, se había inaugurado con gran boato en 1988, como el edificio más alto de Madrid. A sus pies estaba la resplandeciente escultura de Cruz Novillo, una estructura geométrica limpia y hermosa de acero inoxidable que, vista desde el cenit, representaba el logotipo de la empresa cementera e inmobiliaria Portland Valderrivas, promotora de la torre y propietaria de la escultura, luego absorbida por FCC. En 2011, la empresa de inversiones de Amancio Ortega, llamada Pontegadea, compró la torre por 400 millones: fue cuando la estatua desapareció.
“Al principio, pensé ingenuamente que se la habrían llevado al taller para pulir algún arañazo”, dice Cruz Novillo padre, de 87 años, “pero pasaron los meses y ya empezamos desde nuestro estudio Cruz más Cruz a intentar averiguar dónde estaba la obra. Contactamos con Portland Valderrivas y con la nueva propiedad de Torre Picasso, pero no pudimos aclarar nada”. No solo eso: aprovechó su condición de miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para tratar de intervenir a través de la comisión de Monumentos y Patrimonio, pero la operación también resultó infructuosa. La escultura estaba en paradero desconocido, al menos para su autor.
Así hasta que entra en escena la figura detectivesca del crítico y comisario Miguel Cereceda, profesor de Estética de la Universidad Autónoma de Madrid, que se afanaba en montar una exposición sobre Cruz Novillo en el Palacio Quintanar Segovia. “Estuve buscando y buscando varios meses, rastreando propietarios, haciendo llamadas, hasta que al final di con ella”, explica. Estaba en la cementera El Alto, de Portland Valderrivas, una impresionante instalación que desde la lejanía se encarama a una colina al sureste de la Comunidad de Madrid cortando el horizonte, camino de Morata de Tajuña.
“Estaba allí, al aire libre, donde los empleados aparcan los coches, cubierta de polvo de cemento”, explica. Ya no era metalizada, sino gris. Ya no brillaba, pero sin duda era misma pieza: los mismos triángulos que se entrelazan. Cereceda la intentó recuperar para la exposición: la empresa se mostró dialogante y cooperativa, y hasta ofreció pagar la mitad de la limpieza, que ascendía a los 12.000 euros. Pero al final no se reunió el dinero suficiente para el arreglo y el transporte. La exposición se celebró en 2021 sin esta pieza, bajo el título Cruz Novillo: dibujante, escultor y compositor. “Con todo esto sentí una mezcla de tristeza e incredulidad”, dice el creador, “lo peor es que no es la única vez que ha sucedido”.
“No sé si tienen la obligación, pero nos hubiera gustado que al menos nos hubieran avisado del traslado”, dice Cruz Novillo Jr. El hallazgo sucedió en 2021, pero el hijo lo hizo público esta semana en la red social Twitter: “Pasamos un par de años de luto”, bromea. Este misterio está resuelto, aunque no es el único: es bastante frecuente que las esculturas públicas de Cruz Novillo sufran extrañas peripecias. Por ejemplo, de dos estatuas que estaban en el espacio de las Torres Puerta de Europa (conocidas como Torres Kio) de la Plaza Castilla de Madrid, construidas para lo que entonces era Caja Madrid, una de ellas fue trasladada a Las Rozas, pero la familia tardó años en enterarse. Otra, relacionada con el Banco de Vizcaya, que estaba en Nuevos Ministerios ―paseo de la Castellana esquina Joaquín Costa― sigue en paradero desconocido. “Por fortuna, cuando Repsol trasladó la suya a la nueva sede de Méndez Álvaro tuvieron la cortesía de avisarnos: ‘Señor Cruz Novillo, vamos a mover su escultura”, cuenta el hijo.
La historia recuerda a una novela reciente, Obra maestra (Anagrama), de Juan Tallón, que cosechó gran éxito el año pasado. Se trata de la crónica novelada de la desaparición de una gran obra de arte: la escultura Equall-Parallel/Gernika-Bengasi, de Richard Serra, una mole de 38 toneladas, consistente en cuatro bloques macizos de acero corten, que se refiere, echándole mucha imaginación, al bombardeo de Gernika, en 1936, y al de Bengasi, Libia, en 1986. Fue un encargo del Museo Reina Sofía, pero, aunque parezca inverosímil, al mamotreto artístico se le perdió la pista a mediados de los noventa, como quien pierde las llaves. Se construyó una réplica, pero nunca se supo nada de la original. “La obra que perdió el Reina Sofía puede ser ahora parte de una autopista”, dijo Serra en 2009 a este periódico.
En el fondo de la historia de la estatua de Cruz Novillo confluyen diferentes asuntos. Lo cierto es que el propietario de una obra de arte puede hacer con ella lo que le venga en gana. Pero, ¿tiene el deber moral de avisar al artista? ¿Avisaría el propietario de un cuadro al pintor si lo traslada a otro espacio? ¿Cambia algo si la obra, como en este caso, está en el espacio público? Por otro lado, está la concepción del arte: las referidas esculturas de Cruz Novillo estaban relacionadas con la actividad empresarial, no solamente se valoraban por sus cualidades estéticas, y eso pudo hacer que las empresas las trataran más como un recurso corporativo que como un objeto artístico.
“Cruz Novillo ha trabajado mucho en relación con las marcas corporativas, pero tiene una importante proyección artística y una obra pública de gran formato interesante”, dice el comisario Cereceda. “La pieza de la Torre Picasso es una obra bellísima, pero tal vez la empresa la consideró solo como un logotipo”.