Del incesto de los Ptolomeo a las infidelidades de los Kennedy: Simon Sebag Montefiore destaca lo escabroso en su historia universal a través de las familias

El sexo, las ejecuciones, los asesinatos y el chismorreo jalonan las más de 1.500 páginas del nuevo y ambicioso libro del historiador británico

'Nerón ante el cadáver de su madre, Agripina', pintura de Arturo Montero y Calvo del Museo de Jaén.
Barcelona -

Es difícil decir cuál es la mejor anécdota de las muchísimas que cuenta Simon Sebag Montefiore (Londres, 57 años) en su nuevo libro, El mundo, una historia de familias (Crítica, 2023), una ambiciosa historia universal centrada en las grandes familias (los ramésidas, los Habsburgo, los manchúes, los Románov, los Borbones, los hachemíes, los Rothschild o los Vanderbilt) y deliciosamente proclive a lo escabroso, a “la materia oscura de la historia”, como dice el autor. Son anécdo...

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Es difícil decir cuál es la mejor anécdota de las muchísimas que cuenta Simon Sebag Montefiore (Londres, 57 años) en su nuevo libro, El mundo, una historia de familias (Crítica, 2023), una ambiciosa historia universal centrada en las grandes familias (los ramésidas, los Habsburgo, los manchúes, los Románov, los Borbones, los hachemíes, los Rothschild o los Vanderbilt) y deliciosamente proclive a lo escabroso, a “la materia oscura de la historia”, como dice el autor. Son anécdotas que hacen muy estimulante un recorrido por cuatro mil años (particularmente atento a las mujeres) y que permiten fijar el baile de nombres, lugares y fechas. Ahí van algunas: Ptolomeo II Filadelfos (todo un programa, desde el apodo, “amante del hermano”, dado que la familia era tan propensa al incesto) tuvo entre sus amantes a Belístique, una campeona de las carreras de carros que hasta venció en unos Juegos Olímpicos.

Obligado por el emperador Wu a elegir entre el suicidio o la castración, el historiador chino Sima Qian eligió convertirse en eunuco para acabar su obra (y que viva la Historia); la emasculación, que en la dinastía Han era completa (luego había que orinar mediante cálamos que se guardaban en el cabello), se realizaba en la cámara de los gusanos de seda porque el ambiente estéril ayudaba a prevenir las infecciones. El emir almorávide Abu Bakr tuvo la pésima suerte de morir a causa de una flecha disparada por un guerrero soninké... ciego. Las jóvenes que seleccionaba el lascivo Napoleón III le esperaban desnudas en palacio con la consigna “podéis besar a Su Majestad en cualquier parte menos en la cara”; su última aventura extraconyugal fue con una acróbata de circo. El industrial Alfred Krupp, el rey de los cañones, estaba obsesionado con los enemas. El jedive egipcio Ismaíl le regaló a la emperatriz Eugenia una bacinilla de oro con una esmeralda en el centro y le espetó con lo que consideraba galantería: “Siempre observándote”. El barón Louis de Rothschild es probablemente el único judío que cuando vinieron unos SS a visitarlo hizo que el mayordomo les dijera que volvieran después de la comida. John Fitzgerald Kennedy, que fue cliente del refinado burdel parisiense de Madame Claude, tuvo la ocurrencia de pedir en su visita una chica “como Jackie, pero en cachondo”.

Desde el imperio acadio (con el prólogo de la familia de cinco individuos que dejó sus huellas en una playa de lo que hoy es Inglaterra hace más de 800.000 años) hasta los Trump y la invasión rusa de Ucrania, la insólita historia familiar del mundo de Sebag Montefiore, agrupada bajo títulos tan llamativos (y no son los más chocantes) como Riúrik y los vikingos: furia combativa, sexo en grupo y sacrificios humanos; Con quién se te pone dura: Cleopatra, César y Antonio, o Mimí e Isabel: tu culito de arcángel (por la pasión que vivieron y expresaron en cartas Isabel de Parma y su cuñada Habsburgo), se extiende por épocas, continentes y dinastías. Junto a las familias que cabría esperar —además de los ya citados, los aqueménidas, los julio-claudios, los Ming, los Valois, los Médici, los Braganza, los Rockefeller, los Assad, los Nehru, los Obama—, aparecen algunos invitados inesperados y su parentela, como el comanche Quanah Parker, el zulú Chaka (que, por cierto, mató a su madre), Lobengula de los matabele, o T. E. Lawrence.

En sus animadas páginas, llenas de intrigas, fratricidios, torturas y como queda dicho sexo a espuertas (hasta sale un precoz Mozart con su primita), el historiador nos hace entrar en la alcoba de los Reyes Católicos. “Anoche al servicio de Dios, consumamos el matrimonio”, anuncia Fernando. Ser tan piadosos no les impidió catapultar a Málaga el cuerpo de un moro preso. También nos adentra en el corazón de las tinieblas de los Colón: dice que “las colonias tropicales se habían convertido en un patio de recreo sexual para los españoles”. Y que el almirante “admitió la depravación pedófila: ‘Se puede tener una mujer por cien monedas’, escribió, ‘y hay muchos mercaderes en busca de niñas de nueve o diez años que ahora mismo es el grupo más caro”. Puede imaginarse lo que escribe de los Borgia. Hasta a Carlomagno, “que disfrutaba sin restricciones de sus concubinas”, le atribuye “indicios de relaciones incestuosas” con sus siete hijas, conocidas como “palomitas coronadas” y “famosas por sus aventuras, tanteos y juegos sexuales”. Eso sí que es vender la historia y no la lista de los reyes godos.

El historiador Simon Sebag Montefiore, retratado el lunes en Madrid. Jesús Hellín (Europa Press)

Estrangulamientos, decapitaciones, envenenamientos y castraciones abundan en el libro: por mucho que sea familiar, la historia de Sebag Montefiore no es ejemplar. ¿Es consciente el autor de lo violenta que le ha salido? “Sí, la violencia es un intensificador y acelerador de la historia, y está por todas partes”, señala en la entrevista con este diario. “Pero mi libro, producto de toda una vida de lecturas, está lleno también de poesía, de artistas, de historiadores, de cosas amables. Es cierto, sin embargo, que me gusta atrapar la atención del lector y los episodios escabrosos son muy interesantes. Es un reto conducir a la gente a través de una historia universal; cualquiera puede escribir una historia aburrida”. Al respecto valora que The Economist haya utilizado en su positiva crítica al libro la expresión del periodismo anglosajón marmalade dropper, en el sentido de que en cada página hay algo que capta tanto la atención del lector, le sorprende, le choca y le deja atónito, que la mermelada le cae de la tostada del desayuno. Por ejemplo, la escena en que al califa Al-Hadi (hermano de Harún) le llevan una bandeja cubierta con una seda; al retirarla descubre las cabezas cortadas de dos hermosísimas jóvenes “cuyos perfumes aún colmaban el aire”. Eran de su harén. El califa preguntó que habían hecho. “Se enamoraron la una de la otra. Un eunuco las descubrió bajo una manta, haciendo el amor, y las matamos”. Al-Hadi ni se inmutó: “Llevaos las cabezas”.

Centrarse en las familias le ha servido para tener una perspectiva innovadora y cribar datos. “Como dijo Samuel Johnson, todo reino es una familia y toda familia un pequeño reino”, reflexiona. “Una de las preguntas del libro es por qué la monarquía, la dinastía, el poder que detentan las familias es el sistema predominante en la historia hasta hoy. La respuesta es que la continuidad, la estabilidad, la seguridad forman parte de los objetivos de la política. Todo sistema tiene un coste, y las democracias tienen el de estar sometidas a incesantes cambios, mientras que las autocracias hereditarias pueden planificar a más largo plazo”.

'Jackie, JFK y Caroline', del fotógrafo de la revista 'Life', Mark Shaw.Mark Shaw / mptvimages.com

Con los nuevos tipos modernos de familia, ¿es su libro un canto de cisne de las familias tradicionales?, vamos, si es que los Ptolomeos pueden ser considerados tradicionales. “Pensaba que sí, que la familia nuclear tal y como se ha conocido estaba condenada a desaparecer en Occidente (en África y Asia nunca ha estado amenazada), pero hemos visto cómo la pandemia ha supuesto un regreso a la familia de siempre. La tecnología está devolviendo también a la gente a su casa y a la vida familiar. El hecho es que la familia sigue siendo la unidad esencial de la existencia humana”.

Reconoce Sebag Montefiore que hay mucho sexo en su historia. “Bueno, sexo y familia van de la mano”. No en el caso de JFK. El historiador ríe: “Es cierto”. En el libro recalca que la vida sexual del presidente era de un “priapismo incontenido” y que aparte de compartir a Marilyn con su hermano Bobby, tenía amantes como la becaria Mimi Alford, a la que ordenó que satisficiera oralmente en la piscina de la Casa Blanca a su amigo Dave Powers. Menciona el autor a Suetonio, con su buen ojo para lo escandaloso y el chismorreo, como un ejemplo de historiador “que supo hacer su materia entretenida” (en el libro recuerda que aparte de su célebre Vidas de los doce césares, el romano escribió unas perdidas, y valga la polisemia, Vidas de putas famosas).

Ejecución del hijo de Soleimán el Magnífico en una serie turca.

“Nunca me ha preocupado demasiado formar parte de la historiografía tradicional”, subraya. Pero recalca que en su propio caso todo lo que aparece está documentado, incluso lo que puede parecer cotilleo, cosas como que Alejandro perdió la virginidad con Barsine (y “a una edad tardía para un macedonio”), que Tutankamón era irascible o que Tiberio tenía una iguana. “Trabajo muy duro para ser absolutamente riguroso, y siempre que puedo con documentos originales. No he utilizado investigadores, sino que he rastreado todo el material yo mismo. Después he hecho que leyeran el texto historiadores especialistas en los que confío mucho”. Entre esos expertos figuran algunos tan conocidos como la egiptóloga Salima Ikram, el especialista en vikingos Neil Price o el estudioso de la Ruta de la Seda Peter Frankopan. También el mismísimo Henry Kissinger, que repasó lo concerniente a su época.

El historiador continúa: “Lo que me interesa es lo personal en la historia, durante demasiados años, influidos por el marxismo, la historia se ha centrado en los grandes temas restando importancia a los individuos. No pido perdón por explicar la historia de personas”. Por otro lado, “las anécdotas sirven de anclaje para explicar momentos históricos, grandes migraciones, ideologías, cambios climáticos, la música, el arte, la cultura; he usado a individuos y familias, y vidas privadas, para contar toda la historia, también la íntima. No solo se la hace así más accesible, sino que permite ver su continuidad. Muy a menudo se presenta la historia como una sucesión impersonal de batallas, guerras e imperios que caen. Hablar de su padre como funcionario de los Habsburgo muestra por ejemplo de dónde venía Hitler”.

La familia Nehru.

¿Cuáles son sus épocas y familias favoritas? “La Roma antigua me atrae mucho, sobre todo el tiempo de los césares [en el libro se relatan las infidelidades de Mesalina y el incesto de Nerón con su madre Agripina, a la que hizo matar], también el Renacimiento. Me encantó escribir sobre muchas familias, algunas eran esenciales como los Habsburgo, y de otras había escrito antes como los Románov y los Herodes, hay familias también como la saga de verdugos franceses Sanson (uno de ellos murió al resbalar sobre la sangre de la guillotina mientras trabajaba a destajo); pero mi familia favorita puede sorprender: es la de Mahoma, la del Profeta. Y me gustaría haber vivido en el Damasco omeya o el Bagdad de los abasidas, periodos de gran cultura y talento literario, y como judío podría haber sido muy libre en esas cortes”.

Parafraseando a Tolstói, no parece haber muchas familias felices. Ya advirtió el filósofo Han Fei Tzu a su emperador en el siglo II antes de Cristo: “Las calamidades vendrán de los que amas”. Señala Sebas Montefiore: “Trato de familias poderosas y el poder es un gran envenenador de las relaciones familiares. Los Ptolomeos, los otomanos, los mongoles destacaron en eso; no era fácil ser miembro de esas familias. Matar a los familiares próximos era indispensable para hacerse con el poder y conservarlo. Había que eliminar la competencia: la tumba o el trono. Lo más fuerte es que el sistema funcionaba”.

¿Qué se puede hacer tras un libro como este? “Irme de gira con él, por ejemplo, aunque sea ante auditorios vacíos. Cualquier cosa será mejor que el infierno de los tres años de escribirlo”. Hay una pregunta que parece obligada para Sebag Montefiore. ¿Habría tomado la misma decisión que el historiador Sima Qian? “Sin duda, pero he de decir que, aunque casi me mata escribirla, yo he acabado mi historia intacto”.

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