La piel de fotógrafo de Carlos Saura

El fallecido cineasta deja una excelente obra de imágenes tomadas desde su juventud y que abarcan de la España deprimida de los años cincuenta a los rodajes de sus películas

El cineasta y fotógrafo Carlos Saura, en su casa de Collado Mediano (Madrid), en 2009.Bernardo Pérez Tovar

No sería justo que Carlos Saura pasase a la historia de la cultura española solo como un maestro de la cinematografía, sino que habría que añadir que fue también un excelente fotógrafo. Era casi imposible verlo en los actos a los que acudía sin una cámara al cuello, y a la menor oportunidad disparaba hacia lo que su mirada encontraba “interesante”, decía. Además, le gustaba practicar ese juego de doble espejo que suponía retratar a los fotógrafos...

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No sería justo que Carlos Saura pasase a la historia de la cultura española solo como un maestro de la cinematografía, sino que habría que añadir que fue también un excelente fotógrafo. Era casi imposible verlo en los actos a los que acudía sin una cámara al cuello, y a la menor oportunidad disparaba hacia lo que su mirada encontraba “interesante”, decía. Además, le gustaba practicar ese juego de doble espejo que suponía retratar a los fotógrafos que le estaban enfocando a él, como hacía, por ejemplo, con su cámara Fuji digital de estética retro, una más de su colección de cerca de mil máquinas. El propio Saura aseguraba que la fotografía era para él como “una segunda piel” que formaba parte de su personalidad. Una pasión conmovedora en un país en el que tantos, administraciones incluidas, muestran un ignorante desdén hacia la representación de la realidad en imágenes fijas.

Saura reunió una obra fotográfica con miles de negativos que quizás sea ahora buena ocasión para mostrar una completa relectura. Autodidacto, con solo 19 años expuso las fotos tomadas con una Rolleiflex en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. Luego fue fotógrafo de festivales de música y danza, pero su curiosidad le llevó a ir más allá para también plasmar, en blanco y negro, con una Leica comprada en 1953, una España de mugre y miseria, una labor documental en la que hay un cierto velo poético. En aquel entonces, sobre todo desde el grupo Afal, se había producido la gran renovación de la fotografía española, con mirada neorrealista y un puñado de autores hoy clásicos, pero Saura permaneció al margen de cualquier conjunto, lo que no le impidió mantener gran amistad, por ejemplo, con Ramón Masats, con el que jugaba al póquer: “Desplumábamos a Mario Camus”, presumía.

Fotografía de la serie 'Paisajes, pueblos y gentes de Cuenca', de Carlos Saura, perteneciente a su exposición en la antigua cárcel de Segovia, en 2016, dentro del festival PHotoEspaña.CARLOS SAURA

El juego y las mujeres. Saura contaba, divertido, que en su juventud llevaba a sus novias al cuarto oscuro mientras surgía la magia del papel revelado en las cubetas. “Era muy erótico”. Con solo nueve años había hecho su primera foto, que le salió “algo movida”, precisamente a una niña que le gustaba, escondido detrás de un seto en El Retiro. Le envió el documento con una carta de amor que nunca fue respondida.

Como explicó en ocasiones, pasó una noche dando vueltas cavilando si debía dedicarse al cine o a la fotografía. Fue en 1959. Había recibido una oferta del prestigioso semanal gráfico Paris Match, sin embargo, en ese momento preparaba su primer largometraje, Los golfos, estrenado al año siguiente. El director reconoció que no se veía corriendo con la cámara entre guerras y conflictos varios (”no me arrepiento, habría sido un desastre”), así que optó por la cámara cinematográfica, pero no aparcó la otra, con el placer añadido que le proporcionaba pasar horas en el laboratorio, entre los olores del revelador y el fijador. En 1964 expuso sus instantáneas en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid, junto a su querido Masats.

Más de medio siglo después, en 2016, pudieron verse un centenar de sus imágenes en la exposición Carlos Saura. España años 50, en la antigua cárcel de Segovia. Era el retrato de un país “con reminiscencias medievales, hambruna y oscuridades”, describía, con sus niños en harapos, mujeres de eterno luto, pueblos con caminos sin asfaltar, sin luz eléctrica ni agua potable en un recorrido por Andalucía y Castilla principalmente. “Es lo tremendo de la fotografía, que habla de épocas que ya no volverán”, aseguraba. Otro de sus trabajos se centró en el Rastro de la capital, con su universo de objetos, libros, muebles o muñecos amontonados.

La pasión fotográfica le llevó también a experimentar casi desde el principio y mezclar disciplinas en sus conocidos “fotosaurios”, imágenes a las que daba nueva vida dibujando o pintando sobre ellas. Él mismo se quitaba importancia al decir que se trataba de una afición que le mantenía “ocupado” entre película y película. Esa línea puede verse en un libro de homenaje a su Aragón natal, de 2018, en el que contraponía fotos de paisajes con su reinterpretación en dibujos. Al fin y al cabo, escribía, “aunque cualquier manipulación fotográfica es una traición al origen, los aficionados saben que, quien más quien menos, ha manipulado sus fotos”, en la era analógica y en la digital, añadía.

En octubre de 2019, de nuevo en el Círculo de Bellas Artes, se organizó una retrospectiva, comisariada por el fotógrafo Chema Conesa. A sus fotos de mediados del siglo XX sumó en esa ocasión otras íntimas y delicadas, como la de Geraldine Chaplin, que fue pareja suya, dando de mamar a su hijo; o el poderío de su amiga Lola Flores retratada en un rodaje. En total, unas 120 estampas. Precisamente, otro tesoro del Saura fotógrafo son las imágenes que tomó de sus rodajes, en especial en las películas sobre el baile. Un deslumbrante trabajo que, junto a dibujos y guiones, pudo verse en el Centro Cultural Fernán Gómez, en Madrid, en abril de 2021.

Un “fotógrafo aficionado con afán de perfección”, como se calificaba, que dejó, no podía ser sin humor, una definición de este oficio que, como toda caricatura, tiene su porción de verdad: “El fotógrafo es como un bacalao, que produce un montón de huevos para que madure uno solo”.

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