Seun Kuti, el orgullo de la música africana y la sombra de su legendario padre
Hijo del creador del ‘afrobeat’ Fela Kuti, este nigeriano de 39 años lidera el movimiento musical de su continente con reivindicación social y ritmo. “Políticos e instituciones quieren un desarrollo para África que imite el europeo. Es erróneo”, afirma
Para Seun Kuti (Lagos, Nigeria, 39 años), el hijo menor de Fela Kuti, músico seminal del siglo XX, el arma más poderosa que tiene África es su cultura. Y no precisamente esa forma de cultura que acompaña al poder occidental y le da banda sonora y sostén, sino la cultura entendida como el lenguaje de la gente en su día a día, cuando celebran que, a pesar de todo, están vivos. “Power to the people” ...
Para Seun Kuti (Lagos, Nigeria, 39 años), el hijo menor de Fela Kuti, músico seminal del siglo XX, el arma más poderosa que tiene África es su cultura. Y no precisamente esa forma de cultura que acompaña al poder occidental y le da banda sonora y sostén, sino la cultura entendida como el lenguaje de la gente en su día a día, cuando celebran que, a pesar de todo, están vivos. “Power to the people” (Poder para el pueblo) fueron de hecho las primeras palabras que pronunció Kuti cuando apareció sobre el escenario de un teatro de Madrid una lluviosa noche de noviembre, amarrado a su saxo y vestido con un traje confeccionado con las pintorescas telas wax. Junto a él, además de dos bailarinas y cantantes, una de ellas su esposa, una banda de músicos excelentes, Egypt 80, algunos de los cuales ya tocaban con su padre en los años setenta.
Con ese sonido único que Fela Kuti, fallecido en 1997, forjó junto al batería Tony Allen mezclando lo aprendido en escuelas de música de Londres, con el jazz más dinámico y los sonidos tradicionales de Ghana y Nigeria (del highlife a la polirritmia), fusionando música y política, la velada madrileña se llenó de sonidos densos y coloristas, con un mensaje de lucha aguerrido y sin amargura. El público, la mayoría blancos, respondió con entusiasmo ante versos como “El viaje negro es un misterio” o “Muchas mentiras del FMI”.
¿Es la música afrobeat un género dirigido a Occidente para concienciar de la desigualdad y opresión que vino tras el colonialismo? “El mensaje que tú recibes es el mismo que los africanos sienten, porque muchos son incapaces de ver la verdadera solución a nuestros problemas al estar inmersos en el entorno de las élites. En África, no hay medios ni gobiernos que expliquen las cosas desde la perspectiva de la gente. Por tanto, mi mensaje no es solo para la gente que no sabe, es también para aquellos que no ven lo que está pasando. Tenemos que organizarnos mejor, pero desde nuestra identidad africana, sin imitar la europea. Ese sería el verdadero avance”, opinaba Kuti en la habitación de un hotel horas antes del concierto madrileño, tumbado en un sofá que poco a poco y a medida que la conversación avanzaba le iría engullendo.
“Es como lo del cambio climático, responsabilizando a los individuos. Políticos e instituciones quieren un desarrollo para África que imite el europeo. Es erróneo. Las nuevas generaciones están empezando a ver que necesitamos algo nuevo que nos aleje del consumismo. La única manera de éxito en África es educar a nuestra gente con nuestro propio programa educativo, dando forma a nuestra propia manera de desarrollarnos”, explica.
Con las cortinas echadas y aromas cannábicos, la claridad mental con la que se expresa Kuti solo puede venir desde la firmeza de unos valores inamovibles que ha heredado de un apellido que lleva 40 años luchando contra injusticias en un país con importantes reservas de oro, estaño, petróleo y carbón, donde los beneficios que hacen las multinacionales importan más que el bienestar de los nigerianos. A la pregunta de si es legal consumir drogas en Nigeria, responde que no, que nada es legal allí, “ni siquiera vivir”. Y aunque lo dice con cierto humor, lo cierto es que el país sigue teniendo altos índices de muerte por hambre y epidemias.
Kuti, nieto, hijo y hermano de socialistas convencidos —su abuela fue la primera mujer negra en visitar China, durante el mandato de Mao Zedong—, explica cómo su apellido es sobre todo una responsabilidad. “Mi hermano Femi [también músico] ha sido como un padre para mí, porque tiene 20 años más que yo. El consejo que los mayores dan a los jóvenes en mi familia habla de responsabilidad y benevolencia. Desde fuera se nos ve como una familia misteriosa, porque mi padre fue una figura mística. Yo voy a cumplir 40 años en enero y llevo una vida perfectamente normal, haciendo música, leyendo y cuidando de mi hija. Lejos quedan las salvajes experiencias de joven”, reconoce sin querer profundizar. “Ya leerás mi biografía”, añade.
Collares alrededor del cuello, la mano derecha con las uñas pintadas de negro y varios anillos que se quitará luego para tocar (“no llevo joyería, estos costaron entre unos y dos euros. No entiendo cómo hace Kamasi Washington para tocar el saxo con las manos llenas de anillos”), Kuti se muestra especialmente entusiasmado al hablar de African Dreams, canción poderosa sobre la diáspora africana y la explotación extranjera que da título a un nuevo disco, que contiene las remezclas de tres de las canciones más potentes de su disco de 2018, Black Time, nominado a los Grammy, y donde colabora con Black Thought, de The Roots. Tres temas que ofrecen el lado más afilado y contundente de un músico que siempre ha mostrado curiosidad por evolucionar, como con su colaboración con Brian Eno en 2011. “Para mí el hip hop no está tan lejos del afrobeat. El hip hop son africanos en América haciendo música y yo soy un africano en África haciendo música. Esa es la única diferencia”, dice.
En un país con hambrunas, asesinatos y corrupción, la revolución recae a menudo en la música, aunque con la esperanza de unas elecciones a la vuelta de la esquina, en febrero de 2023. “La democracia en los países africanos es joven. Creo que en estas elecciones vamos a ver más presencia de los intereses de la gente y no solo de las élites, porque estamos desarrollando una conciencia de clase”, reflexiona. Dice no sentirse cerca del movimiento Black Lives Matter, ni de las opiniones [antisemitas] de Kanye West . “¡Oh, Jesús!”, dice de forma espontánea al escuchar su nombre. “Black Lives Matter es una técnica de integración para pedir la liberación africana. No es la técnica que yo utilizaría, pero al mismo tiempo no hay nada de malo en que la gente se exprese de esa manera: pedir al opresor que se comporte mejor. Yo no creo que el opresor puede llegar a ser mejor, pero hay gente que sí. Kanye West no puede esperar que una organización como Black Lives Matter no funcione como cualquier otra organización y recaude dinero. Pero lo que no tiene sentido es que gente africana repita proclamas antisemitas propias de blancos supremacistas nazis. No es nuestro asunto. Además, la culpa de la opresión no es de los judíos, sino del capitalismo, y el fascismo surge cada vez que el sistema está a punto de colapsar”.
La idea es abandonar la conversación con buenas noticias… o no tanto: Nigeria ya tiene algunos de los Bronces de Benín del siglo XIII, estatuas saqueadas por Alemania durante la época colonial y que acaban de ser devueltas. En ese momento, Kuti abre bruscamente los ojos, entreabiertos durante 40 minutos de conversación, apenas visibles por la penumbra de la habitación. “Fueron robadas y las devuelven. ¿Tenemos que dar también las gracias?”.