Vicente Pizcueta, promotor y comunicador: “La Ruta del Bakalao no era solo transgresión, sino también creatividad”
Licenciado en Filosofía, fue director de discotecas legendarias como Chocolate o Barraca, sigue vinculado al ocio nocturno como responsable de comunicación de España de Noche
Un joven estudiante de filosofía, con pasión por los presocráticos, se convirtió en uno de los motores de lo que se conoció como la Ruta del Bakalao, en la Valencia de fin de siglo, pero que él había bautizado como Ruta Destroy. Vicente Pizcueta (Valencia, 59 años) fue promotor de discotecas legendarias como Chocolate, Arena, ACTV, Barraca o Heaven. Ahora que la Ruta regresa a escena por ...
Un joven estudiante de filosofía, con pasión por los presocráticos, se convirtió en uno de los motores de lo que se conoció como la Ruta del Bakalao, en la Valencia de fin de siglo, pero que él había bautizado como Ruta Destroy. Vicente Pizcueta (Valencia, 59 años) fue promotor de discotecas legendarias como Chocolate, Arena, ACTV, Barraca o Heaven. Ahora que la Ruta regresa a escena por la serie de AtresPlayer Premium, Pizcueta sigue defendiendo que no se trataba solo de sesiones kilométricas de drogadicción descerebrada y música machacona sino un movimiento cultural de vanguardia. Hoy se dedica a la comunicación, con su consultora Comunicación Estratégica, con la que sigue vinculado al ocio nocturno como director de comunicación de la federación empresarial España de Noche.
Pregunta ¿A qué achaca que la Ruta del Bakalao esté periódicamente en boca de todos?
Respuesta. Es un poco como el yeyé. En cada época hay una generación que es la dominante, y está claro que no son los jóvenes. Cuando mis padres siempre volvía el yeyé, Marisol, etc. Con la Ruta pasa eso: la generación de ahora, de mediana edad, vuelve cíclicamente a ella.
P. ¿Cómo ha cambiado la percepción social del fenómeno?
R. Lo que en un momento dado era un escándalo social, a partir de la obra de Joan Oleaque [el periodista publicó en 2004 su obra en catalán En èxtasi] empieza a comprenderse en sus claves sociológicas: lo que significaba de ruptura con la España en blanco y negro del franquismo. El tema daba para la explotación audiovisual, como ahora se ha hecho.
P. ¿Ha visto la serie?
R. No.
P. ¿Le interesa?
R. No particularmente. Pero no por desdén. Me pasa con mis canciones preferidas: prefiero recordarlas que escucharlas. El recuerdo evocador tiene un valor intangible... Prefiero quedarme con mis recuerdos de aquellos años. Además, sé que lo audiovisual pide una serie de reclamos que los que trabajamos en la comunicación conocemos…
P. Le vería la trampa.
R. Prefiero la reflexión teórica sobre el asunto o la charla entre amigos. Igual acabo viendo así la serie, con el grupo de la época, Los Caballeros de Cuarto Menguante.
P. Uy, ¿quiénes son esos?
R. Pues Paco Roca el dibujante de cómics, que ganó por entonces un concurso de carteles que hice en Arena, en 1988, y trabajó mucho en la Ruta. Paco Almendrós, que tenía un sello discográfico, Juan Cervera, Dj y diseñador, Rafa Quilis, Hugo Lacasa… Los que convivíamos y reproducimos ese relato que yo defiendo: que en la Ruta había un componente de transgresión, por supuesto, pero también de gran creatividad. Hubo performances, premios culturales, fanzines, programas de radio, moda, exposiciones, etc. Y hubo empoderamiento y visibilidad, igualdad y diversidad.
P. Cuando veo imágenes de la Ruta del Bakalao no concuerda con lo que luego se entendió por la tribu urbana del bakala (chándal, moto, pelo cenicero). Aquello parece más ochentero y teatral.
R. Es que el bakala no estaba en Valencia, aparece en Madrid o en Barcelona cuando la idea de la Ruta se expande a toda España. Es un personaje de los cinturones industriales, de una determinada clase social, asociado a un consumo masivo de drogas y a la violencia… Es un fenómeno posterior a 1995. Pero el relato lo mezcla todo. En realidad, imágenes de cuando aquello era irrepetible no se conservan muchas.
P. La música tampoco era tanto lo que hoy se entiende por bakalao. Había postpunk, new romantic, new wave, synth pop…
R. Había un eclecticismo comparable a lo que 20 años después han hecho los 2ManyDjs: mezclar tecno pop, con los Rolling Stones o The Cure sin solución de continuidad. Lo electrónico de la época era Human League o Spandau Ballet. Y la música en directo tenía mucha importancia: yo en los 80 hacía conciertos en Chocolate de Jah Macetas, que era un grupo de reggae, o de los roqueros Flesh for Lulu. Lo postpunk, lo siniestro, lo psychobilly. Toni El Gitano, que había sido director antes que yo, había traído a Killing Joke o 1000 Mexicanos. Se trataba de romper con lo establecido y hacer cosas completamente diferentes.
P. ¿Quiénes eran?
R. Éramos gente de Sueca, de Benifaió, de Algemesí, de Polinyà, de Cullera... Comienza siendo una cosa completamente rural, los valencianos de ciudad solo llegan a finales de los 80. Era un poco la gente LGTB de los pueblos, de cada tribu urbana, que se conectan. Postadolescentes, de 22 o 25 años. Unos críos. Queríamos, como todas las generaciones, ser rebeldes, “matar al padre”, pero fuera de los ámbitos del consumo: la ropa que nos gustaba nos la teníamos que hacer nosotros mismos.
P. ¿Cómo acabo usted metido en todo este lío?
R. Soy hijo de maestro de escuela con seis hermanos, así que había que buscarse la vida. Mientras estudiaba la carrera de Filosofía me metí a camarero, de ahí rápidamente a DJ y luego ya fui director de varias discotecas. Las dimensiones eran muy pequeñas, de club, una sesión de éxito eran 600 personas, no como en los macrofestivales de ahora.
P. ¿Cómo fueron los comienzos?
R. Bueno, en realidad, mi primer año trabajando en la noche lo pasé recorriendo España con el toro mecánico, que se había hecho popular en el Un, dos, tres de la tele. Íbamos por ferias y discotecas, donde aún ponían la lenta para bailar. Aquel año aprendí tanto como en toda la carrera de Filosofía.
P. ¿Qué corrientes de la filosofía le interesan más?
R. Me obsesionan los orígenes de las cosas, así que son los presocráticos a los que más atención les he prestado. Por su ingenuidad y también porque las fronteras, que es donde el ser humano se cuestiona las cosas, son un tema que siempre me ha interesado. Y los presocráticos se tienen por griegos, pero estaban en la actual Turquía. Mileto, Éfeso, las cunas de la filosofía. Entre los persas y los griegos. Y, bueno, una vez hice un ensayo que se titulaba De la sífilis de Nietzsche al sida de Foucault, que causó cierto escándalo.
P. ¿Murió la Ruta de éxito?
R. Sí. Pasamos rápidamente de ser 300 a ser 30.000. Y luego otros miles en otros lugares de España. Ha pasado con muchísimos fenómenos: en cuanto lo auténtico se populariza, llega la masificación y pierde la autenticidad. Llega la impostura, la artificialidad, el intentar que eso sea de una forma o de otra. Al principio era todo gente creativa: diseñadores gráficos, gente de la moda o de la radio, periodistas musicales, todo el mundo tenía conexión con aquella transgresión cultural. ¿Experimentación con drogas y demás? También.
P. Se sentían en toda la pomada.
R. Nosotros pensábamos que todo el mundo se divertía así en todas partes. Pero cuando íbamos a otros sitios preguntábamos: “¿Aquí cuando empieza el lío?”. Y nos decían: “El lío es esto”. Nos quedábamos un poco fríos. Cuando los parisinos venían ya no querían volver a París, y eso que aquello era una de las grandes capitales del mundo y esto unos pueblecitos valencianos. Acabamos yendo nosotros a pinchar en las primeras raves de París.
P. ¿Lo de los desfases de jueves a domingo?
R. A ver, esto de salir las 72 horas es una fantasmada. No te digo yo que no hubiera gente que lo hiciera. Pero yo ya desaparecía los fines de semana antes de ir a la discoteca. Cuando tienes 18 años quieres hacer tu propia vida, buscar tu espacio de independencia, y desapareces de casa. Ahora los chavales están más amarrados, pero también se van 24 o 36 horas, lo que no significa que estén todo el rato de fiesta en la discoteca.
P. ¿Y las drogas?
R. Como cualquier proceso de iniciación esto tiene un margen de riesgo, hay quien se queda por el camino. Como en las tribus cuando le dan una lanza al chaval y le mandan a la selva a cazar un león, hay quien no vuelve. Aquí te dicen: esto es el alcohol, esto es el tabaco, esto es la droga, esto es un coche. Y hay quien no vuelve.
P. Los accidentes de tráfico fueron uno de los grandes problemas.
R. Ese fue el mayor precio que pagamos en la Ruta. Todos perdimos amigos en la carretera, de maneras muy trágicas. La buena noticia es que desde entonces ha mejorado mucho la seguridad vial entre los jóvenes, los parkings de las discotecas están vacíos, sin coches, se usan autobuses. También han disminuido los problemas con las drogas. Yo monté una ONG, Controla Club, para la prevención de las drogodependencias que se pone en el lugar del consumidor y con la que ganamos un premio de Cruz Roja.
P. El asesinato de las niñas de Alcàsser se ha asociado con la Ruta.
R. No tuvo nada que ver. En aquel momento ni siquiera se vinculó. Ni siquiera apareció en el programa de Pepe Navarro. La gente estaba ocupada buscando a aquellas niñas. Solo algunos años después alguien trató de conectarlo, como un invento mediático. Eran unas chicas que se iba a la sesión light de la discoteca de su pueblo, no tenía relación.
P. Usted sigue vinculado al ocio nocturno. ¿Cómo ha cambiado la forma de salir de noche?
R. La pandemia ha cambiado mucho las cosas. La gente ha echado de menos salir por la noche, cuando ha salido ha encontrado la noche cerrada, muchos han optado por el botellón, pero ese botellón masivo, que era la ley de la selva, ya se está acabando. Y es normal que los jóvenes beban algo en la calle antes de ir a una discoteca. Respecto a los mayores cada vez es más frecuente el tardeo: hay gente de 55 años que se va de fiesta, de pista de baile, después de comer. Divertirnos, a fin de cuentas, es una de las cosas que más nos gustan en la vida.