Jerzy Skolimowski: “He sobrevivido al nazismo y al comunismo, y nunca he sido tan pesimista como ahora”
El veterano cineasta polaco, que huyó de su país por antiestalinista y ha vivido décadas en el exilio, entrega a sus 84 años una feroz película animalista, ‘EO’, mientras augura el final de la Humanidad
A los siete años, el cineasta polaco Jerzy Skolimowski ya había visto la peor cara posible de la vida. A esa edad, que cumplió dos días antes de que se rindieran los nazis a las fuerzas aliadas, Skolimowski había sido rescatado de los escombros de una casa bombardeada a las afueras de Varsovia; su padre, arquitecto antes de convertirse en líder de la resistencia polaca, había sido ejecutado por los invasores alemanes, y su madre le obligaba a aceptar caramelos del ejército que había asesinado a su progenitor: en casa escondían a una familia judía y tenían que mantener las apariencias. “He sobr...
A los siete años, el cineasta polaco Jerzy Skolimowski ya había visto la peor cara posible de la vida. A esa edad, que cumplió dos días antes de que se rindieran los nazis a las fuerzas aliadas, Skolimowski había sido rescatado de los escombros de una casa bombardeada a las afueras de Varsovia; su padre, arquitecto antes de convertirse en líder de la resistencia polaca, había sido ejecutado por los invasores alemanes, y su madre le obligaba a aceptar caramelos del ejército que había asesinado a su progenitor: en casa escondían a una familia judía y tenían que mantener las apariencias. “He sobrevivido al nazismo y al comunismo, y nunca he sido tan pesimista como ahora, jamás había llegado a pensar que no hay salida para el ser humano, y no solo en lo que se refiere al futuro de Europa”, asegura un mediodía nublado en Madrid, tras pasar el fin de semana en la Seminci de Valladolid y la mañana de este lunes en el Museo del Prado.
EO, la película que ha presentado en el certamen pucelano tras ganar el premio del jurado en el festival de Cannes, y que se estrena en España el 16 de diciembre, sigue a un burro (de ahí el título, la onomatopeya del rebuzno del animal) desde que recibe maltratos en un circo en Polonia hasta su llegada a Italia a través de una Europa que no conoce fronteras, la animal, lo que no quiere decir que esté a salvo de los políticos. “Por eso he puesto esa secuencia de la inauguración del centro social por parte de unos gobernantes que solo saben navegar a través de palabras vacías. Considéralo una crítica a la actualidad polaca, que se puede extrapolar a cualquier otra nación. Mi burro es una alegoría a la situación presente de los inmigrantes, es una panorámica de los tiempos que vivimos”, concede en un inglés meditado.
A Skolimowski le asusta “la frialdad de los actuales dirigentes mundiales, no sé si por ceguera o porque su perspectiva es realmente estrecha y cortoplacista, no veo a nadie intentando de verdad salvar al planeta”. El veterano cineasta se detiene, apura el café, y prosigue: “No me refiero en exclusiva al calentamiento global, sino a la supervivencia del ser humano. Nos estamos quedando sin oportunidades de salida. No hay autoridades ni políticas ni religiosas con influencia moral como para liderar la Humanidad. Por desgracia, creo que nos vamos al garete”.
Expulsado de Polonia por antiestalinista
Skolimowski sabe bien lo que significa vivir sometido por un régimen dictatorial: fue expulsado de Polonia cuando acabó su quinto largometraje, ¡Arriba las manos!, en 1967 por su mensaje antiestalinista (la película no vio la luz hasta 1981). Justo meses antes había ganado el Oso de Oro de la Berlinale con La partida, una comedia rodada en Bélgica, así que no era un desconocido para la industria y pudo seguir trabajando en el exilio. Primero en Londres, donde tuvo de vecino a Jimi Hendrix; después en EE UU, donde ha llegado hasta actuar en Los vengadores (2012). En su país natal no volvió a trabajar hasta 2007. “He vivido mucho, cierto. Pero incluso cuando sufrimos la Guerra Fría había varios bandos y gente luchando por alcanzar compromisos políticos y sociales; hoy cada uno va a lo suyo, con una estrechez de miras que me hacen ser absolutamente pesimista”.
De ahí que la conversación llegue a la invasión rusa de Ucrania: “Un desastre. Es que aunque seas admirador de Putin, cosa que no soy, no le encuentras ningún sentido lógico. No tiene ni una posibilidad de ganar. ¿Para qué se ha metido? Si usa bombas nucleares, es el fin de todo. Y que no venga con que le ha sorprendido la resistencia ucrania. Durante la II Guerra Mundial, los soldados del ejército comunista que más ferozmente se opusieron a los nazis fueron los ucranios. ¿Ves cómo todo empuja al pesimismo?”. Y a un ulterior planteamiento, subrayado en EO: la vida entre animales es mejor que entre seres humanos. “No hay guerras entre ellos, más allá de la lucha por la supervivencia y la alimentación. He reducido mi consumo de carne dos tercios, asustado por los métodos y la crueldad de la industria cárnica. No quiero sonar a activista ecológico ni que la película parezca una declaración política. Refleja, sencillamente, mis creencias”.
La narración de EO alcanza maneras vanguardistas, como la de su precedente Once minutos (2015). “Y que tienen continuación con el inicio de mi carrera, el arte que de verdad me interesa”. Cuando ya había cumplido 25 años, Skolimowski, horrible estudiante en su adolescencia, entró en la academia de cine de Lodz, su ciudad natal, una de las escuelas cinematográficas más importantes del mundo comunista, impulsado por el mítico Andrzej Wajda, su padre artístico —que ya en Niewinni czarodzieje (1960) le contrató como guionista y, por la contundencia de su físico, como actor para encarnar a un boxeador—. Allí se dedicó a estudiar poca teoría; a cambio aprovechó el celuloide disponible para rodar todo lo que pudo, y de paso se hizo amigo de otros futuros cineastas, como Andrzej Munk y Roman Polanski. Con Polanski redactó El cuchillo en el agua (1962) y con él ha coescrito The Palace, la comedia negra dirigida por Polanski que se estrenará a inicios de 2023. ¿Ha cambiado su relación a través de los años? Con una sonrisa educada y helada, Skolimowski detiene la pregunta: “Hoy estamos hablando de EO”. Sí se aviene a considerar que escribe para otros “solo cuando los temas o los cineastas están cerca de mi corazón”. Es decir, Wajda y Polanski.
En los últimos tiempos, el cineasta se ha centrado en la pintura. Con 84 años, no rehúye los grandes formatos. Pide que le acerquen el último catálogo de su obra titulado: En pintura, puedo hacer cualquier cosa. Abre las páginas y aparecen paisajes y creaciones cercanas al estilo de Tàpies, de unos dos metros de alto y casi cuatro de largo. De repente, un óleo en blanco y negro recuerda poderosamente a Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga (1888) de Antonio Gisbert Pérez. Puede que de una de sus visitas precedentes al Prado, Skolimowski saliera inconscientemente influido. “En los últimos siete años, me ha ido bien con la pintura, he enlazado exposición tras exposición”, explica. Y vuelve a reír: “No le engaño, me va muy bien: vendo mucho y mis cuadros son caros”.