Javier Marías, estilo y vida

Manuel Vilas recuerda cómo las novelas del autor “eran poderosas construcciones de sintaxis del español llevada al límite” y expandían el idioma

El escritor Javier Marías, en la rueda de prensa de presentación de 'Los enamoramientos', en 2011.Samuel Sánchez

He sido buen lector de Javier Marías a lo largo del tiempo. Su muerte nos roba un gran fabulador, pero también a un gran constructor de estilo literario. Pocas veces se dice que las novelas de Marías eran poderosas construcciones de sintaxis del español llevada al límite. Una de las cosas que más me fascinaba de sus novelas era la necesidad de inventarse un estilo antes que una trama, porque aunque al autor de Corazón tan blanco le gustaba exhibir siempre su filiación anglosajana, la...

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He sido buen lector de Javier Marías a lo largo del tiempo. Su muerte nos roba un gran fabulador, pero también a un gran constructor de estilo literario. Pocas veces se dice que las novelas de Marías eran poderosas construcciones de sintaxis del español llevada al límite. Una de las cosas que más me fascinaba de sus novelas era la necesidad de inventarse un estilo antes que una trama, porque aunque al autor de Corazón tan blanco le gustaba exhibir siempre su filiación anglosajana, la lengua literaria en la que tenía que cimentar sus ficciones era el español. Algo parecido le pasó a Borges. La lengua está allí, y es inevitable. Si escribes en español, te has de medir con todos cuantos escribieron en esa lengua antes, desde Cervantes. Pondré un ejemplo: el estilo sintáctico en una de las grandes y últimas novelas de Marías, Los enamoramientos, es una vuelta de tuerca del español. Toda la novela se basa en un código lingüístico: el lenguaje de María Dolç. Me acuerdo en este instante del poeta español Luis Cernuda, quien, en sus últimos libros, llegó a un retorcimiento deliberado de la gramática castellana. Los críticos de Cernuda dijeron que se trataba de una influencia notable de la poesía en lengua inglesa. Otros señalaron la voluntad de Cernuda de inventarse un español que lo alejara de sus contemporáneos, incluso una sediciosa voluntad de no ser entendido como una original respuesta a la España franquista. Siempre me gustó el retorcimiento de la sintaxis de la poesía de Luis Cernuda y siempre vi en ese retorcimiento el aparato deslumbrante de la literatura. María Dolç también tiene su propia retórica y su castellano artístico. Hay un uso estético de la lengua, que probablemente algún purista censurará poniendo el grito en el cielo. También se lo censuraron a Cernuda. Pero a mí esa me parece una de las virtudes más refinadas de los códigos narrativos de Javier Marías. Cernuda enrarecía el español en sus poemas, le daba su toque personal. El pensamiento de María Dolç se expresa en una lengua castellana llena de matices y novedades retóricas, que causan en el lector curiosidad, mucha curiosidad. Es un truco utilísimo. Pasa lo mismo con Cernuda desde un punto de vista musical y poético: parece que nos está diciendo algo distinto de lo que en realidad nos está diciendo. Se violenta la sintaxis para violentarnos el alma: ese es uno de los logros de Javier Marías. Cuando el lector entiende que se trata de un juego interesante, porque se involucra una intensidad moral, acepta esa violación. Nunca es una violación extrema, en absoluto. Se trata de pequeños juegos retóricos, variaciones de sujeto, verbo y predicado, pinceladas artísticas extrañas, que refinan la percepción de la realidad y permiten a Marías regenerar el pacto entre lector y escritor a la hora de representar la realidad. También los nombres de los personajes contienen una violencia léxica. Son nombres castellanos, pero nunca oídos antes, como el de Ruibérriz, que me parece todo un hallazgo, o el nombre del protagonista, Miguel Desvern, solo por ese ensanchamiento de los nombres de los personajes Marías ya buscaba ganar tierra literaria a la nada.

María Dolç, la protagonista de Los enamoramientos, es un estado del español. Es una retórica andante. La novela llega a sus momentos más deslumbrantes en las grandes conjeturas sobre el enamoramiento y la muerte y el crimen que esa mujer expone ante el lector. Uno tiende a pensar que no puede existir una mujer así, con esa fuerza mental. Marías carga el cerebro de Dolç de mucha literatura shakesperiana. Dolç es una actualización de Shakespeare. Y como en otras novelas, Marías es un pedagogo de Shakespeare, y en Los enamoramientos esa pedagogía se extiende a Balzac y a Alejandro Dumas, pero se hace en español, en la lengua de Cervantes, que queda así acrecentada, enriquecida.

El final de Los enamoramientos es muy emocionante. Y eso que en la novela hay constantemente una desesperación ambiental que oscila entre la frialdad y un sentido del Mal con mayúsculas. El Mal para Marías es de naturaleza privada e individual. No es un Mal de origen político o colectivo, como lo fue en Roberto Bolaño.

Acabas las novela enamorado de una mujer, de ese ser, de esa tal Dolç, que mete en la cabeza del lector toda una forma distinta de pensar en castellano. Ella enamora. Es una mujer legendaria. Esa Dolç, sí, un misterio casi, un misterio del castellano ensanchado, un misterio de la prosa literaria elevada a arte.

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