‘Ámame’: Sbaraglia se luce en el borde del abismo

En la incesante búsqueda de la gloria se encuentra también el camino hacia la autodestrucción. Acechante ante cualquier falta de control, ante la imposibilidad de estar siempre arriba, ante las necesidades que degeneran en desvaríos. El personaje que interpreta con fe y aflicción Leonardo Sbaraglia en Ámame, un volcán físico y sentimental, anda en el borde del abismo. A un lado, la parranda perpetua; del otro, el despertar sin saber ya ni qué es lo que se quiere, quién se es o dónde se ...

En la incesante búsqueda de la gloria se encuentra también el camino hacia la autodestrucción. Acechante ante cualquier falta de control, ante la imposibilidad de estar siempre arriba, ante las necesidades que degeneran en desvaríos. El personaje que interpreta con fe y aflicción Leonardo Sbaraglia en Ámame, un volcán físico y sentimental, anda en el borde del abismo. A un lado, la parranda perpetua; del otro, el despertar sin saber ya ni qué es lo que se quiere, quién se es o dónde se está. En su segundo largometraje como director, el argentino Leonardo Brzezicki ha creado un personaje muy reconocible en nuestra contemporaneidad —en realidad, en cualquier tiempo—, abocado al instinto del aquí y el ahora, del esta me gusta me la como yo. Y duele.

Orgías, alcohol, drogas más o menos blandas, lujuria, miradas, cariño, turbiedad, trabajo, una exesposa en otro lugar, una hija adolescente en casa, una expareja masculina también en otro lugar. El abandono hacia ellos, el abandono hacia uno mismo. La búsqueda de los demás, la búsqueda de uno mismo. Relaciones pasajeras en lo físico, quizá perpetuas en la memoria, mentirosas casi siempre. La vida como éxtasis y como agonía, siempre en la hoguera, casi animal. Y Brzezicki, guionista y director, mueve su mirada, la de la cámara, alrededor de un actor inmenso en estado de gracia, con un personaje que, casualidad o no, bien podría ser el mismo de Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar, aunque no de viaje por Madrid sino en su Argentina natal y de vacaciones en Brasil.

Coproducción entre Argentina, España y Brasil, con personajes e intérpretes de las tres nacionalidades y hablada en los dos idiomas respectivos, la película nunca resulta forzada en este aspecto. Fluye con naturalidad y ardor por cada uno de los espacios, los interiores y los exteriores. Con Sbaraglia siempre en el plano, y con los roles colaterales que no interesan situados fuera de campo, a los que se les oye pero no se les acaba de ver, pues no aportan nada, simplemente sobran. Y con metáforas constantes del precipicio vital en el que se encuentra el protagonista; a veces, demasiado explícitas, y sin embargo habitualmente hermosas.

Junto con la búsqueda, el otro gran tema de la película es la herencia, pero no la económica, sino la de un modo de avanzar por el mundo y de abrazarlo o de chocar contra él. Es el legado a los que vienen detrás de un modo de vivir. ¿Se quiere dejar la calma o el vértigo? Y en ese sentido, Ámame, ganadora del premio al mejor actor en el reciente festival de Málaga, se convierte en una historia moral.

Para ese hombre de mediana edad, guapo y con un buen trabajo, desbocado y profesional, la calma no existe. Parece buscarla, o al menos eso dice, pero cuando la ha encontrado, ha tenido miedo de ella. Y ha escapado. Quizá porque prefiere la búsqueda inacabable que el encuentro tranquilo: con los otros y consigo mismo.