El trágico final del ‘último fugitivo’ de la erupción del Vesubio
Los arqueólogos encuentran en Herculano, ciudad romana cercana a Pompeya, el esqueleto de una víctima del desastre del año 79
La implacable erupción del Vesubio en el año 79 d. C. lo cubrió todo con un manto volcánico que congeló en el tiempo no solo ciudades como Pompeya y Herculano, sino la vida de sus habitantes. Y en particular, sus últimos momentos, de miedo y dolor. Las toneladas de piedra, barro y lava han conservado los cuerpos en el mismo instante de su fallecimiento a lo largo de los siglos. Los restos humanos, que no dejan de encontrarse de...
La implacable erupción del Vesubio en el año 79 d. C. lo cubrió todo con un manto volcánico que congeló en el tiempo no solo ciudades como Pompeya y Herculano, sino la vida de sus habitantes. Y en particular, sus últimos momentos, de miedo y dolor. Las toneladas de piedra, barro y lava han conservado los cuerpos en el mismo instante de su fallecimiento a lo largo de los siglos. Los restos humanos, que no dejan de encontrarse desde que se iniciaron las excavaciones en el siglo XVIII, se han convertido trágicamente en esenciales para conocer más detalles cotidianos de la Antigua Roma. 2.000 años después de la tragedia, los arqueólogos aún trabajan para reconstruir sus historias.
Los estudiosos encontraron el pasado octubre un esqueleto empotrado en una pared de roca cerca de la playa de Herculano, otra de las urbes romanas que junto a Pompeya desapareció del mapa en apenas unas horas cuando el Vesubio comenzó a rugir. Lo bautizaron como “el último fugitivo” de la catástrofe y comenzaron a trabajar para averiguar quién era aquel desdichado. Ahora, después de las primeras pruebas, se sabe que es un hombre de entre 40 y 45 años que fue arrollado por la furia de la primera colada cuando intentaba escapar para ponerse a salvo. Sus ropas se “evaporaron inmediatamente” a causa de las altísimas temperaturas que alcanzó la lava mezclada con piedras y cenizas y en sus huesos aún se pueden apreciar numerosas fracturas provocadas por los golpes que recibió de otros restos de casas o vegetación, que como él quedaron atrapados en el torrente piroclástico.
Fue encontrado en posición supina, con la cabeza girada mirando hacia la urbe, algo que ha conmovido a los científicos. “Su hallazgo me transmitió empatía”, ha confesado Francisco Sirano, el director del parque arqueológico de Herculano, quien ha presentado recientemente los detalles del descubrimiento. Entre ellos, destaca una pequeña caja de madera que aún tiene que examinarse y que al parecer llevaba la víctima envuelta en una tela. Contenía seguramente lo más apreciado y esencial que tenía.
“Poder asociar con certeza un objeto personal con la víctima que lo estaba literalmente apretando contra sí mismo transmite plenamente el sentido de humanidad que sigue vivo en Herculano”, ha señalado Sirano. “El estudio de un contexto no alterado nos conducirá hacia una serie de conocimientos que nos dirán mucho sobre el pasado de esta ciudad”. Las nuevas tecnologías y las técnicas de estudio multidisciplinar ayudarán a extraer mucha más información para documentar la terrible erupción. Los arqueólogos efectuarán exámenes con láser y escáneres sobre los restos óseos y orgánicos localizados, que actualmente están a la vista de todo aquel que pase por el sitio, para devolverles su aspecto tridimensional.
Este es el primer esqueleto que se encuentra en Herculano desde que concluyeron las excavaciones hace 25 años. Hasta entonces se documentaron un total de 330 osamentas de hombres, mujeres y niños que experimentaron el mismo aciago final que este último. Junto a los huesos se han encontrado también otros restos arrastrados por las coladas, como raíces, arbustos, árboles, fragmentos de las construcciones como cornisas, tejados e incluso mástiles de barcos. Todos son ecos de una ciudad al borde de una extinción inesperada. “Herculano nunca decepciona y cada vez que se abre un frente se descubren restos increíbles”, celebró la directora del Herculaneum Conservation Project, un programa filantrópico en marcha desde 2001 que se ocupa de proteger y potenciar este yacimiento arqueológico.
En los últimos años, Herculano ha albergado objetos de gran valor artístico, como la cabeza de una amazona de la Basílica Noniana y elementos del revestimiento de madera de la casa del Relieve de Télefo, que han conservado su color original. A esto se suman otros elementos menos artísticos, pero con gran interés documental, como los más de 700 contenedores con sedimentos del colector de aguas residuales de la Palestra, que han servido para conocer importantes detalles de la vida cotidiana: desde los restos de la cocina hasta la dieta y los manjares que gustaban a los antiguos herculanos. Incluso ofrecen información sobre las infecciones que aquejaban a los habitantes de la urbe.
Herculano fue la primera ciudad arrasada por una ola de calor de unos 400 grados centígrados y por una avalancha que la sepultó bajo una capa de 20 metros de espesor de material volcánico. La erupción alcanzó después Pompeya, Oplontis y Estabia, urbes prósperas del Imperio Romano impulsadas por el creciente turismo de la época que acabaron entre el mito y el olvido. Hasta que a mediados del siglo XVIII las excavaciones fomentadas por el rey de Nápoles Carlos de Borbón, más tarde Carlos III de España, volvieron a colocarlas sobre el mapa.