Crónicas de una Málaga abandonada a su suerte

Los textos y relatos de Arthur Koestler, Gerda Grepp y Sir Peter Chalmers-Mitchell durante los días previos a la caída de la ciudad en la Guerra Civil son la base del corto documental ‘Paraíso en llamas’, nominado a los Goya

Imagen del cortometraje 'Paraíso en llamas', dirigido por José Antonio Hergueta. Desde la derecha, Pedro Casablanc, Ana del Arco y Denis Rafter.

Al periodista, escritor e historiador Arthur Koestler cualquier definición le viene corta. Genio, canalla, farsante, embaucador o lunático son algunos de los adjetivos que cuadran en su biografía. Para la también periodista Gerda Grepp, era un personaje de novela, alguien “culto, carismático y seductor”. Y que tenía, además, algo que ella buscaba: salvoconductos para viajar al frente de Málaga en el invierno de 1937. Ella quería entonces comprobar cómo era la revolución en aquella ciuda...

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Al periodista, escritor e historiador Arthur Koestler cualquier definición le viene corta. Genio, canalla, farsante, embaucador o lunático son algunos de los adjetivos que cuadran en su biografía. Para la también periodista Gerda Grepp, era un personaje de novela, alguien “culto, carismático y seductor”. Y que tenía, además, algo que ella buscaba: salvoconductos para viajar al frente de Málaga en el invierno de 1937. Ella quería entonces comprobar cómo era la revolución en aquella ciudad roja que resistía al franquismo en plena Guerra Civil española. Él escribía crónicas, pero también espiaba para el comunismo. Y ambos viajaron a una ciudad donde, quizá, vivieron un amor fugaz con aires a Casablanca en los días previos a que fuese tomada por los nazis. Sus crónicas han servido para dar forma al cortometraje documental Paraíso en llamas, nominado a los Goya y que cuenta con la participación de Pedro Casablanc y Ana del Arco, además de la dirección y producción de José Antonio Hergueta.

La mirada limpia e ingenua de Grepp y los ojos de zorro y sabueso de Koestler sirven a Hergueta para retratar a una Málaga desesperada y en descomposición. Lo hace de una forma poliédrica, porque cuenta el director que él es narrador, no un historiador buscando la más pura (e imposible) objetividad. A las palabras de los periodistas suma las del británico sir Peter Chalmers-Mitchell, zoólogo jubilado que escribió Mi casa en Málaga (Renacimiento, 2010). Ejerció de anfitrión para los reporteros y conforma el tercer vértice de un singular triángulo. “Cada uno tenía su ideología, su querencia, pero a todos les puede la humanidad. Es ahí donde está lo más atractivo de estos personajes”, señala Hergueta, que cree que el episodio de la conquista franquista de la ciudad dejó en evidencia a ambos bandos: del abandono del Gobierno a su población a la cruel matanza de civiles a manos de los aliados de Franco.

El director y productor José Antonio Hergueta, posa junto a la vieja carretera de Almería. Garcia-Santos (El Pais)

La Málaga del 37 era una isla de irrealidad donde la revolución celebraba una falsa victoria. En ella había otra isla, Santa Lucía, la villa donde residía Chalmers-Mitchell bajo protección de la bandera del Reino Unido. Estaba en el barrio de El Limonar y a su alrededor había mansiones quemadas y desvalijadas, pero lo que encontraron los recién llegados no tenía nada de heroicidad. “Sí una ciudad algo indolente, posiblemente con corrupción en el poder, vacía y llena de miedo”, subraya Hergueta. “Fue un momento de mucha desesperación”, añade Casablanc, atrapado por un personaje “fascinante” del que le atrae su valentía como corresponsal. Koestler viajó a los frentes de El Burgo, Marbella y Alfarnate durante su visita a Málaga, pero el año anterior había conseguido entrevistar al general Queipo de Llano.

Grepp, encarnada por Ana del Arco, contaba en sus textos lo que le rodeaba. “Todo parecía vacío, muerto, no había tráfico en la carretera ni barcos en el mar. El tren no había salido en mucho tiempo”. El panorama recuerda al que se vivió durante el confinamiento en una ciudad encerrada, con la sensación de tristeza flotando en el ambiente y mucho miedo entre la población. Una crisis sanitaria que, paradójicamente, sirvió a Hergueta para grabar los últimos planos de la película, que había empezado a rodar pocas semanas antes. Una mezcla cine documental —con fotos de la propia fotoperiodista noruega o las de Robert Capa— y secuencias de ficción, Paraíso en llamas, se estrenó a finales de año en Málaga. Poco después, obtuvo su nominación a los Goya como Mejor cortometraje documental.

Proyecto de tres fases

Este trabajo es solo la primera de las fases de un proyecto que sigue creciendo y evolucionando desde que la chispa nació en 2005. Desde finales de enero, Hergueta ha puesto en marcha la segunda: Últimos días de una revolución, una docena de piezas de un minuto en las que se recuperan las crónicas de Koestler publicadas en el París invernal de 1937. Cada día —hasta el 8 de febrero— se lanza en redes sociales el texto correspondiente al mismo día 82 años antes. Las palabras dibujan una capital dejada a su suerte por el Gobierno republicano, con una crisis humana agravada por la llegada de 100.000 refugiados andaluces que dio paso a una de las mayores barbaries de la Guerra Civil: el bombardeo de civiles que escapaban por la carretera de Almería. El mayor éxodo de la contienda que dejó miles de cadáveres —se calcula que entre 5.000 y 7.500— en la cuneta. Al evento se le conoce como la desbandá.

Koestler y Grepp vieron aquella columna de personas mientras iban también camino de Almería, pero al húngaro le pudo su espíritu de corresponsal. Él volvió a una ciudad en llamas y se refugió en el paraíso de su amigo Chalmers, hasta que poco después ambos fueron detenidos. Es ahí donde nace la tercera pata del proyecto: el largometraje Caleta Palace. Dará continuidad a la relación entre los tres personajes y ampliará el número de testimonios y el periodo histórico, rebobinando hasta julio de 1936. Financiación mediante, el director malagueño pretende rodar esta película, de nuevo un híbrido entre ficción y documental, en el último trimestre del año.

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