El ‘Himno de Madrid’ se debatió por carta

Sale a la luz el cruce epistolar entre Enrique Tierno y Agustín García Calvo con claves insospechadas sobre la letra que éste escribió para el emblema madrileño

Enrique Tierno Galván toma del brazo a Francisco Bobillo en la noche del 8 de mayo de 1983, tras ser reelegido alcalde de Madrid por mayoría absoluta.ARCHIVO DE FRANCISCO BOBILLO

Dos cartas que se cruzaron el poeta Agustín García Calvo y el entonces alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, conocidas ahora en su literalidad pero escritas en 1983, explican ciertas claves de la letra del singular himno oficial de la comunidad autónoma madrileña y detallan las correcciones que se introdujeron en ella tras el susto que produjo su primera versión a quienes lo habían encargado.

La letra final del Himno de Madrid, elaborada por García Calvo, pasó por un proceso de enmiendas y sugerencias que el autor aceptó con resignación y en el que se implicó muy personalmente su amigo Tierno Galván, según se observa en las cartas. EL PAÍS ha conocido ahora ambos textos completos (que pueden consultar en el visor situado encima de estas líneas), y en ellos se aprecian la ironía y la erudición de Tierno Galván y la humorística seriedad de las ideas ácratas de García Calvo. Estos documentos se hallaban, fotocopiados, en los archivos de Francisco Bobillo, profesor de Políticas en la Complutense, más tarde director general del Libro, estrechísimo colaborador de Tierno y fallecido en 2017 a los 70 años.


Agustín García Calvo, catedrático de latín, dramaturgo, ensayista y poeta cuyos textos han cantado Amancio Prada y Chicho Sánchez Ferlosio, fue un contestatario que incluso estaba en contra del nombre propio. García Calvo (Zamora, 1926-2012, 86 años) y Tierno (Madrid, 1918-1986, 67 años) coincidían en que ambos habían sido desposeídos de sus cátedras en la Complutense tras apoyar unas revueltas estudiantiles, en 1965.

Agustín García Calvo en Madrid, en 2007. ULY MARTÍN

El primero se exilió en París, donde continuó ejerciendo la docencia universitaria y trabajó como traductor literario antes de regresar a España en 1976. Por su parte, Tierno fundó el Partido Socialista Popular, más tarde fusionado con el PSOE, y tras llegar la democracia ganó dos veces la alcaldía de Madrid: en 1979 (mediante acuerdo con el PCE) y en 1983 (por mayoría absoluta).

Que ese intercambio epistolar había existido se conocía gracias al libro de Bobillo titulado El sonajero de los pueblos (Biblioteca Nueva, 2002), en el que mencionaba uno de los párrafos de Tierno, muy sintetizado; y también por la tesis doctoral sobre García Calvo que María del Consuelo Ahijado defendió en 2015 en la Universidad de Murcia. Asimismo, el entonces presidente madrileño, Joaquín Leguina, se lo había contado a algunos periodistas, y lo recoge en su libro Conocer gente (Aguilar, 2005, pág. 146); si bien tanto en esta obra como en la referida tesis se deduce que la primera de las cartas la escribió Tierno, cuando sucedió al revés. Lo que ahora sale a la luz son los documentos completos, que ofrece EL PAÍS en exclusiva.

Corría el año 1983 cuando el socialista Leguina escuchó la sugerencia de su consejero Agapito Ramos y ofreció a García Calvo, zamorano residente en la capital, que escribiera la letra del futuro himno. Y este aceptó, al simbólico precio de una peseta. Leguina dice ahora con buen humor: “En mala hora se lo encargamos a él. Se lo tomó a cachondeo. Y no se dejaba cristianizar…”.

Contraportada de EL PAÍS en la que García Calvo contaba detalles del proyecto.

La noticia sobre quién elaboraría esa letra, revelada en su día por EL PAÍS, desató la incredulidad incluso dentro del propio periódico, hasta el punto de que se informó sobre la oferta (el 26 de mayo de 1983) y se dejó para otro momento la aceptación. ¿Un ácrata que escribe un himno? Tendría que reconocerlo García Calvo en persona.

Lo hizo al día siguiente (los móviles no se habían inventado; localizar a alguien no resultaba tan fácil entonces). Y declaró a EL PAÍS: “Si fuese un himno para una entidad nacional, o un himno a España o al Mercado Común o el Himno de Artillería, habría dicho que no. Pero la autonomía de Madrid es una fantasía política muy clara y coloca las cosas en otro plano. A lo mejor me divierte la idea, pero igual resulta un himno demasiado divertido”.

Página de EL PAÍS del 26 de mayo de 1983 en la que se recoge la noticia del encargo.

Y tanto. Cuando Leguina recibió el primer boceto de la letra, se inquietó. Un verso decía: “Mire, Anacleto, las vueltas que da el mundo para estarse quieto” (Anacleto, “agente secreto”, era un personaje de historieta). Además, García Calvo había redactado el texto en la primera persona del singular (los versos tenían como sujeto hablante a la propia Comunidad de Madrid); se alejaba de toda épica y hasta se tomaba a pitorreo el propio mapa autonómico.

Por eso Leguina pidió al alcalde que mediara ante su colega de aventuras universitarias para retocar algunos versos, según confirma ahora el expresidente.

Así nacería un solazoso diálogo entre dos eruditos descreídos y no exentos de cinismo.

Texto de García Calvo

La carta de García Calvo a Tierno tiene fecha del 7 de septiembre de 1983. En ella se disculpa por no tutearle, pese a la ya antigua amistad entre ambos; y se escuda en que se le había quedado la costumbre de cuando Tierno era catedrático en Salamanca y él un estudiante.

En mala hora se lo encargamos a él. Se lo tomó a cachondeo. Y no se dejaba cristianizar…
Joaquín Legina

Después explica que sabe por Leguina y otros amigos comunes que Tierno había encontrado “un par de trances excesivos” en la letra. A continuación, le refiere las dos misiones que él ve en el empeño, “en algún modo contradictorias”. La primera, que la música debía sonar como un verdadero himno, aunque sin la retórica “vanamente exaltatoria” propia de esos casos. (De hecho, su compositor, Pablo Sorozábal, hijo, la armonizaría en un inusual tono menor muy alejado de la épica militar). Y la segunda misión, escribe García Calvo, consiste en “revelar discretamente a quien así quisiera oírlo lo que de conflictivo y por ende irónico había en la constitución de Madrid Autónomo, culminación y Aufhebung de las autonomías”.

(Aufhebung es una palabra alemana que en filosofía representa la contradicción y su superación, porque significa “abolir” pero también “preservar”. García Calvo sabía que Tierno Galván, doctor en Filosofía, entendería su sentido).

EL PAÍS, 19 de julio de 1983.


“Pero hay todavía una tercera audición”, añade el poeta, “sobre la que hasta aquí no he querido manifestarme explícitamente (…), que es acaso la más interesante para mí en el juego: aquella que requería que el himno se cantara en Primera Persona, de modo que Madrid Autónomo sea también una máscara o nombre de MÍ MISMO, del que dice YO, y que cada una de sus proclamaciones, sin dejar por ello de referirse a Madrid Autónomo concretamente, se refieran también a MÍ”.

Más adelante, el catedrático zamorano relata los temores surgidos ante las primeras versiones de la letra, “referidos unas veces a la reacción de La Derecha, otras a las de la gente llana y sus infieles portavoces, los mass-media; otras, en fin, a las de algunos otros hombres de su mismo partido” (el PSOE) que sentían el himno como “impasable o imposible”.

“A lo largo de estos meses”, añade García Calvo, “he venido recibiendo tantas sugerencias para la alteración de una u otra frase (…) que al fin puedo asegurarle sin gran exageración que apenas ha quedado uno de cada tres versos que no haya sido tocado por una u otra de las sugerencia o peticiones de modificación”.

Si fuese un himno para una entidad nacional, o un himno a España o al Mercado Común o el Himno de Artillería, habría dicho que no. Pero la autonomía de Madrid es una fantasía política muy clara y coloca las cosas en otro plano
Agustín García Calvo

A renglón seguido, el profesor zamorano le cuenta a Tierno que conoce su crítica respecto a las fórmulas del himno que contienen la palabra y el concepto de la “nada” como idea de Madrid. No obstante, precisa que se trata de sutilezas que no serán observadas por los medios de comunicación debido al “notorio embotamiento” de “los funcionarios que en ellos pudieran ocuparse del asunto”.

“Los temores a la Derecha más ilustrada (la otra ni se va a enterar)”, matiza, “pueden estar más fundados, pero son también más insignificantes: no puede creerse mucho que personajes de derechas, que se supone que desprecian el proceso autonómico en bloque, se pongan muy ahincadamente a analizar las faltas contra la seriedad de tal proceso que en el himno pudieran revelárseles”.

No obstante, García Calvo acepta finalmente las críticas de Tierno: “En fin, vengo a sus sugerencias. (…): En gracia de la consideración que le tengo y del peso que Leguina y los demás conceden a su opinión, podría hacerle al himno la violencia de reemplazar el verso ‘capital de la nada, oficinas’ por otro en que esa aparición de la nada hubiera desaparecido”.

(Véase el juego de palabras: la nada aparece y desaparece, cuando se trata precisamente de la nada).

Así pues, para reemplazar ese verso propone un guiño de conceptos que mezcla nada menos que a los filósofos griegos con la canción ligera: porque el fragmento “capital de la esencia y potencia” incluye un “pertinente uso de las nociones aristotélicas, y no sin rememoración (al menos para los más viejos) del cuplé de Clavelitos”.

(Nota: esta canción dice: “Que los traigo yo aquí para ti / y que tienen la esencia, presencia y potencia / que usted verá en mí”. Letra del muy culto periodista José Juan Cadenas, año 1907).

Pero el problema de la nada no había terminado. Añade García Calvo: “En cuanto al verso ‘que, para no ser nada [soy madrileño]’, pienso que su reacción era bastante menos razonable y que alguna preocupación le hizo oír ‘que, para no ser nada soy madrileño’ como equivalente de que ‘ser madrileño = no ser nada’, cosa que la gente no habría de oír así, sino más bien como abreviación de ‘que para no ser ninguna de las cosas que se son, como castellano, vasco, catalán [soy madrileño]’: esto es al menos lo que el giro de esa coda, de sintaxis muy popular, más bien sugiere. Sin embargo, si sigue usted estimándolo ofensivo o duro, podría todavía sustituirse por ‘que, sólo por ser algo”.

El autor de la letra hace ver luego al alcalde lo duro que es “inferirle tales alteraciones” a su producto poético “por necesidades externas al arte”. “Pero tampoco estoy por separar la política de la poesía”, concede. Y, por tanto, autoriza finalmente a Tierno para transmitir a Leguina su permiso de que se retoquen esos pasajes si ambos políticos siguen considerándolo imprescindible. A cambio, le pide al alcalde que “apoye decididamente la empresa en su última fase”. Y agrega con sorna: “…Aunque para mi buena fama seguro que tendría más cuenta que la letra del himno acabara al fin por no pasar”.

Respuesta de Tierno

La respuesta del alcalde de Madrid se hizo esperar 15 días (la gente se tomaba su tiempo en estos casos), y está redactada con el tono de sus famosos bandos, tan celebrados entonces. En una carta enviada el 22 de septiembre de 1983 al domicilio de García Calvo en Zamora, Tierno le pide disculpas por el atrevimiento de promover un cambio en la palabra “nada” destinado a colocar en su lugar “otra menos perturbadora para esta capital y villa”. Y aclara, también con afectada profundidad: “Yo sé, entre otras razones porque así lo induzco de su carta y del propio himno, que Vd. intentó expresar a través de este último cómo la nada no es el contrario lógico del ser, o lo que es lo mismo el no ser, sino algo sustantivo que, sin ser el ser, es la nada”.

“Agradézcole pues infinito que haya Vd. accedido a sustituir la palabra ‘nada’ pues me evitará complicaciones y quién sabe si algún insulto y quizá golpe”
Enrique Tierno Galván

La ironía de Tierno continúa en el siguiente párrafo: “Impulsado por el entusiasmo y la solidaridad, pregunté a algunos vecinos de Madrid sobre este extremo, sin encontrar demasiados partidarios a nuestra común tesis. Algunos llegaron a decirme, empleando una expresión popular que tal vez Vd. conozca, que si estaba de coña”.

“Concluí”, remacha el alcalde su argumento, “que no entendían bien el problema que les planteaba y que no les satisfacía la afirmación de que Madrid era capital de la nada, por falta de la debida preparación metafísica. Este es un extremo que yo soy el primero en lamentar y que intentaré corregir hablando con el Ministerio de Educación y otras autoridades”.

Por ello, el alcalde da por bueno el ofrecimiento de García Calvo de retocar esa parte de la letra: “Agradézcole pues infinito que haya Vd. accedido a sustituir la palabra ‘nada’ pues me evitará complicaciones y quién sabe si algún insulto y quizá golpe”.

En cuanto al segundo pasaje (“que para no ser nada”), Tierno lamenta haberse dejado arrastrar al sugerir los cambios “por el espíritu de la glosa y el escolio” (más o menos: haber descendido a explicaciones secundarias). Y se declara feliz por el retoque que le propone el autor en su carta inicial: añadir la oración “que sólo por ser algo” y quitar “que para no ser nada”. “Al leer y considerar la mudanza que usted propone”, admite Tierno, “me he quedado absorto o, mejor dicho, pasmado, pues me parece grandísimo acierto, fundamentalmente porque vuelve a poner a luz los fundamentos aristotélicos a los que Vd. alude en su carta”.

Tal vez el alcalde seguía sonriéndose para sus adentros al escribir después: “Es muy cierto que la expresión ‘por ser algo’ es una referencia explícita a la relación entre la potencia y el acto, que estoy seguro ha de ser del agrado de los madrileños, ya que en esta ciudad, según he podido comprobar en el transcurso de los cuatro últimos años, prevalecen los aristotélicos sobre los platónicos”.

Y tras esa embromadora muestra de alta consideración para con los vecinos de la villa, Tierno se despide así, no sin lamentar las molestias ocasionadas: “La letra que Vd. ha escrito merece que se conozca sin dilación por todos cuantos aman la poesía, particularmente cuando está tan profundamente relacionada con los grandes problemas metafísicos de nuestra cultura”.

El Himno se estrenó en 1984. Leguina asegura que él sí se lo sabe, que le gusta y que lo ha cantado cuando ha hecho falta (aunque casi siempre se interpreta sólo la música). Y añade: “Una vez, en Manzanares el Real, lo cantó un tenor con una orquesta, y Esperanza Aguirre me comentó: ‘Suena precioso. ¿Por qué no se oye más?’ Y yo lo respondí: ‘Tú sabrás, la presidenta eres tú”.

A la mayoría de la oposición parlamentaria de entonces y a la oposición impresa nunca les gustó. Lo criticaron desde el principio porque parecía un anti-himno; tal vez sin darse cuenta de que eso era precisamente lo que pretendía su autor.

La letra y las enmiendas

Letra del 'Himno de Madrid'. Entre corchetes, los versos originales que se sabe fueron sustituidos:

Yo estaba en el medio:

giraban las otras en corro

y yo era el centro.

Ya el corro se rompe

ya se hacen estado los pueblos

y aquí de vacío girando

sola me quedo.

Cada cual quiere ser cada una:

no voy a ser menos:

¡Madrid, uno, libre, redondo

autónomo, entero!

Mire el sujeto

[antes “mire, Anacleto”]

las vueltas que da el mundo

para estarse quieto.

Yo tengo mi cuerpo:

un triángulo roto en el mapa

por ley o decreto

entre Ávila y Guadalajara

Segovia y Toledo:

provincia de toda provincia

flor del desierto.

Somosierra me guarda del Norte y

Guadarrama con Gredos;

Jarama y Henares al Tajo

se llevan el resto.

yo soy el Ente Autónomo Último

el puro y sincero.

¡Viva mi dueño

que, sólo por ser algo

[antes, “que, para no ser nada”]

soy madrileño!

Y en medio del medio,

capital de la esencia y potencia,

[antes “capital de la nada, oficinas”]

garajes, museos,

estadios, semáforos, bancos,

y vivan los muertos:

¡Madrid, Metropol, ideal

del Dios del Progreso!

Lo que pasa por ahí, todo pasa

en mí, y por eso

funcionarios en mí y proletarios

y números, almas y masas

caen por su peso;

y yo soy todos y nadie,

político ensueño.

Y ése es mi anhelo,

que por algo se dice

"De Madrid, al cielo".

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