Tribuna

Un poderoso recuerdo

La bailarina española evoca su encuentro con Alicia Alonso cuando la invitó a actuar en el Ballet Nacional de Cuba

Alicia Alonso y Vladimir Vasiliev bailan ‘Giselle’, en 1980.

Cuando somos muy jóvenes no somos conscientes del todo de la importancia del aporte de los mayores. En el arte del ballet, más quizás que en el resto de las otras manifestaciones escénicas, los bailarines seguimos, muchas veces inconscientemente, el ejemplo del trabajo de los grandes artistas del pasado, pues la danza clásica es fundamentalmente un ejercicio de transmisión oral y vivo. Alicia Alonso ha sido para todos los bailarines de nuestra época, más allá del mito, un ejemplo de fuerza, constancia y dedicación absoluta a la danza. De tod...

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Cuando somos muy jóvenes no somos conscientes del todo de la importancia del aporte de los mayores. En el arte del ballet, más quizás que en el resto de las otras manifestaciones escénicas, los bailarines seguimos, muchas veces inconscientemente, el ejemplo del trabajo de los grandes artistas del pasado, pues la danza clásica es fundamentalmente un ejercicio de transmisión oral y vivo. Alicia Alonso ha sido para todos los bailarines de nuestra época, más allá del mito, un ejemplo de fuerza, constancia y dedicación absoluta a la danza. De todos es sabido su rigor, su técnica y su perseverancia en que las tradiciones fueran custodiadas y bien transmitidas.

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Estuve cerca de Alicia muchas veces y me invitó a bailar en La Habana en varias ocasiones. Primero con el Ballet Nacional Clásico, ese era su nombre entonces, cuando lo dirigía María de Ávila; después volví y bailé por expresa invitación de Alicia los ballets completos Don Quijote y El lago de los cisnes, dos de las experiencias más importantes y enriquecedoras en los comienzos de mi carrera. También bailé allí Tchaicovsky Pas de Deux con Lázaro Carreño y Grand Pas Classique con Julio Arozarena, dos maravillosos partenaires y compañeros formados bajo su dirección.

Vi bailar a Alicia Alonso cuando ya era una mujer madura, y también sus películas y vídeos de sus años de esplendor, y en todos ellos surgía un algo inexplicable de arte con mayúsculas, su manera sincera y profunda de entregarse al acto de bailar como un generoso gesto de comunicación y belleza. Su baile respiraba siempre algo propio y poderoso, de dominio del escenario. Eso mismo nos trasmitía en otra circunstancia importante: las lecciones magistrales que impartió en el teatro Albéniz de Madrid, unos días muy intensos que vivimos los bailarines españoles junto a artistas cubanos como José Manuel Carreño, entre otros. Alicia Alonso, que bailó gran parte de su vida invidente, nos deja sobre todo el ejemplo de su heroica manera de sobreponerse a cualquier impedimento para seguir adelante.

ARANTXA ARGÚELLES es bailarina y maestra de ballet.

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