“La lucha de todo ser humano hoy es contra la melancolía”

El escritor Manuel Vilas quedó a las puertas de ganar el Premio Planeta, a pesar de que su nombre no figuraba en las quinielas

En vídeo, una entrevista con el escritor Manuel Vilas.
Barcelona -

El escritor-narrador de la novela con la que Manuel Vilas (Barbastro, 57 años) se quedó a las puertas de ganar, inesperadamente, el Planeta —si el nombre de Javier Cercas no figuraba en ninguna quiniela, menos lo hacía el del autor de Ordesa—, acaba de publicar un libro sobre sus padres. Y cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia, porque, dice Vilas, la finalista Alegría “es un libro cervantino” y uno en el que los fantasmas de esos padres muertos del narrador “leen el libro que trata sobre ellos” y, mila...

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El escritor-narrador de la novela con la que Manuel Vilas (Barbastro, 57 años) se quedó a las puertas de ganar, inesperadamente, el Planeta —si el nombre de Javier Cercas no figuraba en ninguna quiniela, menos lo hacía el del autor de Ordesa—, acaba de publicar un libro sobre sus padres. Y cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia, porque, dice Vilas, la finalista Alegría “es un libro cervantino” y uno en el que los fantasmas de esos padres muertos del narrador “leen el libro que trata sobre ellos” y, milagrosamente, vuelven a la vida. “Tiene algo de la segunda parte de El Quijote, cuando Sancho y Alonso Quijano se enteran de que son los protagonistas de un libro”.

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Eso, el poder de invocación de la ficción, les hace, en algún sentido, reales. Alegría es un contenedor de sus obsesiones: el amor es “lo único a lo que puede aspirarse” y la identidad es una construcción colectiva que se desvanece fácil. “El protagonista está siempre viajando y como no para de moverse, no es nadie, si le hicieran una fotografía, saldría movido, porque no está en ningún sitio”, explica. El libro surgió “de manera natural”, añade. Es, de hecho, “un hijo natural de Ordesa”. “No forma parte de ningún ciclo pero sí hereda la mirada y el patrimonio moral de la relación entre padres, madres e hijos”. Y también, a sus padres muertos, y a sus amigos muertos. “Los amigos muertos también han leído la novela y le traen, al narrador, noticias de sus padres”, dice el escritor, que habla de ese narrador como alguien que ha descubierto “un sentimiento feroz, el de la alegría”.

El villano de la depresión

Contrapone Vilas esa alegría, que sería algo así como el héroe de la novela, al villano de la depresión, de la melancolía, que representa nada menos que un tal Arnold Schönberg, “un personaje malvado que se llama como el maestro dodecafonista”. “Schönberg es el rey de la melancolía, y ataca al narrador constantemente. El narrador lucha por matarle porque solo haciéndolo se librará de la melancolía que le acecha”, insiste. “La lucha de todo ser humano en 2019 es una lucha contra la melancolía”, dice. En ese sentido, considera Vilas Alegría “una novela de combate” contra eso “que nuestra época ha llamado depresión pero que es mucho más complejo”.

Para el escritor, la melancolía es una especie de “conciencia ensanchada”. “El narrador tiene una capacidad empática enorme con todos los males del mundo, sufre con el sufrimiento de los demás y eso le hace enloquecer”. La voz que narra Alegría —novela que, como la del ganador, se pondrá a la venta el 5 de noviembre— es la misma voz de los poemas de Vilas, y la misma de toda su producción narrativa, esa mezcla de hombre niño que ve amor hasta en la delicadeza con la que se hacen las camas en los hoteles. De hecho, es esta una novela escrita en hoteles. En la vuelta al mundo que el éxito de Ordesa le ha procurado. “El narrador no reconoce el éxito social, el único éxito que reconoce es el amor de sus hijos. Está obsesionado con eso. Les llama y mira cuánto tiempo ha hablado con ellos y anota los tiempos y, si ha hablado menos de un minuto, se siente un desgraciado. Su mayor éxito es conseguir llamadas de tres, cuatro minutos. Todo el éxito que ha conseguido con la novela de sus padres muertos es anecdótico. En ese sentido es una novela atávica, primitiva, va al hueso de la condición humana, a la necesidad de ser querido”, concluye.

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