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“Me retiraré a los 106 años porque tendré achaques”

El mago Juan Tamariz recuerda una actuación ante empresarios vascos en los años de plomo como una de las más difíciles

Juan Tamariz, en Sevilla.Vídeo: Foto y Alejandro Ruesga
Natalia Junquera

Con 76 años, Juan Tamariz aún dedica más horas a la magia que a dormir, algo que en su caso ocurre de nueve de la mañana a cinco de la tarde —es insomne—. Cuenta, acariciando una baraja —en Cádiz le duran dos o tres días; en Madrid, donde nació, un poco más— que el primer truco lo hizo a los cuatro o cinco años. Ha recorrido el mundo enseñando sus secretos a otros magos y su hija Ana dirige una escuela de magia. “Los magos no somos competitivos. Lo bonito es compartir”, dice.

Pregunta. Los Reyes Magos le trajeron un juego de magia y les quitó el puesto. ¿Cómo cayó en casa su vocación?

Respuesta. Al acabar el bachillerato empecé Físicas. A mis padres les hacía mucha ilusión. Iba muy poco a la facultad y me dedicaba mucho a la magia, que ya era mi pasión, pero ellos me apoyaron siempre.

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P. ¿Matricularse en Físicas fue ya una maniobra de distracción?

R. Yo quería hacer cine [su primer corto, El espíritu, fue también el debut de Carmen Maura], pero pedían tres cursos en una facultad para entrar en la escuela de cine. Nunca pensé en terminar la carrera, aunque la física me gusta, es muy mágica: los agujeros negros...

P. ¿Con violín de verdad sabe tocar o solo sin él?

R. Yo toco muy bien el violín imaginario. El material no lo he usado nunca. En dos reencarnaciones, porque en la siguiente repetiré de mago, seré pianista.

P. Dígame gajes del oficio de mago y algo que haga por deformación profesional.

R. En el maravilloso oficio de mago sacas al niño que llevas dentro; no dejas nunca que se muera cubierto por las capas de adulto. Eso te permite jugar continuamente con la vida. Y en el público pasa igual. Mi objetivo cuando hago magia es que la gente saque a ese niño interior. Al principio los miro y veo al adulto que está pensando: “Cómo lo habrá hecho, dónde lo ha escondido”, pero luego, poco a poco, se dejan llevar.

P. ¿Y a usted es fácil sorprenderle o se sabe todos los trucos? ¿En la vida real también los ve venir?

R. La magia intenta producir el asombro, que es el principio del conocimiento, como decía Sócrates. Si te asombras y te preguntas por qué, empieza la ciencia, la filosofía... Yo me asombro muy fácilmente. Una vez le hice a Camilo José Cela un juego en Galicia y después me mandó un libro con una dedicatoria muy bonita. Decía: “He sentido el pasmo”. Es así. A veces la gente se entrega y se queda pasmada, con la boca y los ojos abiertos. Y eso es precioso.

P. ¿Logró sacarle a Cela el niño que llevaba dentro?

R. ¡Sí! Al principio estaba normal, pero luego se sorprendió muchísimo, se movía... Otra vez, en los años de plomo de ETA, me contrataron para una fiesta en Bilbao. Cuando llegué vi que era en una especie de búnker y dentro había solo unas 30 personas; eran banqueros y grandes empresarios vascos. Pensé: “Ahora sácale a esta gente el niño que llevan dentro”. Eran duros, con muchas capas. Estuve como media hora haciendo magia, y las reacciones eran muy corteses, pero faltaba algo. Me empleé a fondo. Al final de hora y media mi éxito no fue que me aplaudiesen, sino que dos o tres de ellos vinieron y me dijeron que hacía años que no tenían esa sensación. En otros sitios me aplaudieron más o vinieron luego las chicas a besarme como locas [ríe], pero aquel fue un gran triunfo.

P. Parte de la magia consiste en distraer. ¿Ve madera de ilusionista a algún político?

R. Desgraciadamente, hay muchos políticos que hacen esa maniobra para distraerte, pero los hay muy buenos también.

P. ¿Y son buenos escapistas?

R. Algún escape puede ser hasta heroico. Otros se escapan de lo que tendrían que hacer.

P. ¿Cuántas horas de sueño y de magia ha disfrutado hoy?

R. Bueno, las de magia son también de sueño. La magia es como el surrealismo: poner los sueños en la realidad. Todo el arte es eso, pero la magia especialmente.

P. ¿Y con la magia se liga mucho?

R. No lo sé, nunca lo he intentado [ríe a carcajadas]. ¡Cómo miento, eh!

P. Su mujer, Consuelo Lorgia, también es maga. ¿Se llevan el trabajo a casa?

R. Para mí la magia no es trabajo. Ensayamos mucho juntos. Consuelo es una maga maravillosa. Hace unos números muy elegantes. De mi elegancia y mi belleza la gente no se da cuenta. La conocí en un congreso mundial de magia en 1976, en Viena, nos hicimos muy amigos y hace 12 años me persiguió por la calle y me dejé [ríe]. En aquel momento, la mujer era la ayudante del mago, pero en su caso era al revés.

P. ¿Tiene fecha de jubilación?

R. Sí, me retiraré en 30 años, cuando tenga 106, porque estaré con achaques [ríe]. Jubilarte de tu pasión es muy difícil; hay un fuego por dentro que te quema. Seguiré hasta que el cuerpo aguante. Últimamente, deben de pensar que me estoy haciendo mayor porque me dan muchos premios.

P. Dígame otra cosa que se le dé muy bien.

R. No quiero hablar de mi vida íntima [ríe].

P. ¿Qué penalización ha tenido que pagar por vivir de su pasión, por trabajar en lo que le gusta?

R. No poder hacer otras cosas que me gustan. Por eso lo de pianista en otra reencarnación.

P. ¿Recuerda cuándo fue la última vez que se aburrió?

R. Creo que en la cuarta reencarnación. En esta vida, nunca.

Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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