Los Reyes Magos, a favor del diálogo entre padres e hijos
Mi madre aún enciende la televisión para ver qué echan, como hacían en el salvaje siglo XX, y se somete a la tiranía de los horarios de la parrilla en vez de darle al play cuando le da la gana
Los Reyes Magos han dejado en mi casa una tarjeta con una suscripción a una de esas plataformas de series y pelis. No la han dejado para mí, que ya estoy suscrito incluso a algunas que no existen, sino para mis padres, y aunque los Reyes no lo especifican, sé que lo hacen para que ellos no se descuelguen del siglo XXI y para que mi madre tenga munición y tropas frescas en una guerra que va perdiendo: a ella no le gusta el fútbol, pero, desde que los Reyes trajeron hace años una suscripción al paquete deportivo de una tele de pago, prácticamente lo único que se ve en su casa es fútbol, y mi madre, que a duras penas distinguía al Madrid del Barça, se ha vuelto una experta en los duelos de la segunda división italiana.
En casa de mis padres hay más teles que personas, porque las personas (los hijos) nos hemos ido marchando y las teles han ido ocupando las habitaciones vacías. Y, sin embargo, salvo en el fútbol, la tele del siglo XXI apenas ha entrado. Mi madre aún enciende la televisión para ver qué echan, como hacían en el salvaje siglo XX, y se somete a la tiranía de los horarios de la parrilla en vez de darle al play cuando le da la gana. Incluso puede tragarse entero un bloque de publicidad (¡publicidad en medio de un capítulo! ¡Qué bárbaros eran los antiguos!). Por supuesto, todas las series de las que hablo o escribo son tierra ignota para ella. Lo mismo me daría hablarle de poesía experimental lituana. Donde yo digo Marvelous Mrs. Maisel, ella dice Pasapalabra, y donde yo digo El método Kominsky, ella dice Jesús Calleja.
Por eso han tenido que intervenir los Reyes Magos, para facilitar el diálogo intergeneracional. Porque no es justo que la tele, la gran uniformadora social, la hacedora de países a través de la fusión química de abuelos, padres y nietos en un mismo sofá, sirva ahora para que hablemos idiomas distintos.
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