Jim Carrey: “La fama es como la Luna, todos quieren ir sin conocer los riesgos”
El actor protagoniza la serie 'Kidding', dirigida por Michel Gondry
Jim Carrey lo ha visto todo. Encumbrado a la fama gracias a filmes como La máscara, Ace Ventura o Dos tontos muy tontos, todos de 1994, el primer actor que reclamó 20 millones de dólares por película también cruzó ese otro umbral entre la vida de Hollywood y la existencia cotidiana. Como decía su personaje en El show de Truman: “Por si no nos vemos, buenos días, buenas tardes, buenas noches”. Y desapareció por un tiempo de las pantallas.
Ahora regresa para protagonizar la serie Kidding —completa bajo demanda en Movistar +, que emite el último capítulo el lunes— “No es una vuelta. Es un juego, lo que pasa que en serio”, dice Carrey (Newmarket, Canadá, 56 años). En los últimos años alimentó su fama de raro dejándose una barba de ermitaño y llevando una vida separada de Hollywood y centrada en su pasión por la pintura y la escultura, que crea y almacena en su casa, esa de la que apenas sale.
“No sentía que pertenecía a esta industria. No me importaba la fama ni necesitaba comprarme otra casa, pero me costó cruzar el umbral de Truman”, prosigue. El filme de Peter Weir es uno de sus trabajos preferidos, junto a los papeles en ¡Olvídate de mí! y Man on the Moon.
Sin embargo, lo que él llama un juego y los demás el regreso no le ha costado tanto. “Me encontró el guion”, afirma sobre el trabajo que firma Dave Holstein y que hadirigido su también amigo Michel Gondry, a cuyas órdenes también se puso en 2004 en la citada ¡Olvídate de mí! “Los últimos años he navegado entre aguas profundas y turbulentas, y como lo que no te mata te hace más fuerte, pues cuando esta historia me encontró tuve algo que contar”, comenta.
Kidding es una comedia de ocho episodios de 30 minutos centrada en Jeff, un popular personaje de la televisión, lo que para los espectadores españoles de otras generaciones sería un Torrebruno, un Locomotoro o un Fofó, quien tras sufrir una desgracia quiere conciliar sus dos caras, la pública y la privada. “Lo mejor es que quienes se preocupan por el estado mental de Jeff son los que realmente se están viniendo abajo”, añade Carrey. Además de marionetas, en el reparto le acompañan Frank Langella, Catherine Keener y Judy Greer.
Quien le encontró hace unos años fue Gondry. Aunque no lo confirma, es fácil concretar cuándo. El Carrey del corazón partido tras su ruptura con la actriz Renée Zellweger y arrastrado a una extraña batalla legal tras el suicidio en 2015 de su maquilladora, Cathriona White. Gondry le dijo a su amigo que guardara el dolor, y eso es lo que ven los espectadores en Kidding. “Se llama depresión, el desgaste de mantener el rostro que has creado”, resume el intérprete.
La ficción no tiene nada de autobiográfica, pero sí mucho de lo que él conoce. Además de esa bipolaridad entre el Jim real y el Carrey que adoran sus seguidores, está esa cosa llamada fama. Incluso al otro lado del umbral, su nombre le persigue. “Algo realmente extraño porque la fama es como la Luna: todo el mundo quiere ser astronauta; todos quieren ir a la Luna sin conocer los riesgos. Pero cuando se meten en la batidora y vomitan, cambian de idea. O cuando llegan allí y se dan cuenta de que su vida está en peligro”, incide. No hay queja; solo realismo porque, famosos o no “a todos nos cae la del pulpo”.
Carrey se lo pensó antes de volver a la televisión. Su último trabajo en el medio fue In Living Color, producción en la que trabajó entre 1990 y 2001. “Ahora es aquí donde los escritores se afilan los dientes”, describe. Reconoce que apenas ve televisión más allá del programa político de Bill Maher, preocupado, más bien obsesionado, con “la guerra a la inteligencia” que ve en la presidencia de Donald Trump.
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