Demasiados episodios
—Qué pereza —así respondí a un amigo que me recomendaba una serie de veintipico capítulos por temporada
—Qué pereza —así respondí a un amigo que me recomendaba una serie de veintipico capítulos por temporada—. Yo ya no me atrevo a seguir una serie así durante siete u ocho años, con episodios de relleno y tramas estiradas.
No estoy solo en esto: somos muchos los que preferimos las que no tienen más de una docena de episodios al año. Y más ahora, que acostumbramos a verlas casi del tirón.
—De hecho —seguí—, cada vez me gusta más la idea de las temporadas independientes, como Fargo y American Horror Story. Así entro sin miedo: puedo ver la primera temporada y dejarla ahí sin temor a perderme lo que ocurrirá. O, qué sé yo, reengancharme a la cuarta. También me estoy aficionando a las miniseries, como Alias Grace. En seis episodios te cuentan una historia, la cierran y hasta luego. Aunque lo de Black Mirror es aún mejor: cada episodio es diferente. Sí, tienen un tono y unos temas comunes, pero puedes verlos cuando te apetezca y si te apetece, sin preocuparte por los demás.
—Pero la gracia de las series es seguir a unos personajes durante años —dijo mi amigo.
—No sé… Hay series que ya solo veo por inercia. Y pasarme años para que al final ocurra lo de Lost... A veces pienso que lo ideal sería que duraran solo una temporada y que tuvieran un único episodio. Sí, tendría que ser más largo para explicar bien lo que ocurre. Pongamos que entre 90 y 120 minutos. Pero piénsalo: podrías acabar una serie en una noche. Incluso podrías ver dos o tres enteras en un fin de semana.
—Eso es una película, ¿no?
—No, no. Es una serie de un episodio y de una sola temporada. Nada que ver.
—Pero...
—Es una serie, te digo.
—Yo creo que…
—Le voy a vender el proyecto a HBO.
Mi amigo no quiere volver a quedar conmigo. Espero que no me haya robado la idea.