Análisis

La plata atraviesa el río (y el océano)

'La uruguaya' va camino de convertirse en el primer éxito popular en España de una generación de escritores latinoamericanos que no había conseguido sobrepasar el círculo de los letraheridos

El escritor argentino Pedro Mairal, en Madrid. SAMUEL SÁNCHEZ

La uruguaya, de Pedro Mairal, va camino de convertirse en el primer éxito popular en España de una generación de escritores latinoamericanos largamente traducidos, premiados y bendecidos por la crítica y los departamentos universitarios pero que todavía no había conseguido sobrepasar el círculo de los letraheridos. Autores nacidos en los setenta como Juan Gabriel Vásquez, Wendy Guerra, Julián Herbert, Guadalupe Nettel, Yuri Herrera o Selva Almada han firmado ya obras mayores sin que e...

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La uruguaya, de Pedro Mairal, va camino de convertirse en el primer éxito popular en España de una generación de escritores latinoamericanos largamente traducidos, premiados y bendecidos por la crítica y los departamentos universitarios pero que todavía no había conseguido sobrepasar el círculo de los letraheridos. Autores nacidos en los setenta como Juan Gabriel Vásquez, Wendy Guerra, Julián Herbert, Guadalupe Nettel, Yuri Herrera o Selva Almada han firmado ya obras mayores sin que el gran público español se diera del todo por aludido. También las había firmado el propio Mairal, pero el hecho de que sus libros se los repartieran hasta ahora tres sellos distintos —Anagrama (Una noche con Sabrina Love), El Aleph (Salvatierra) y Salto de Página (El año del desierto)— es un síntoma de que los lectores no habían estado a la altura de los editores.

Publicada este año en Barcelona por la independiente Libros del Asteroide, La uruguaya salió originalmente en Argentina con Emecé, propiedad de Planeta. Que la multinacional barcelonesa no la lanzara en todo el ámbito de la lengua explica la fragmentación de un supuesto mercado de 500 millones de compradores potenciales que no deja de comportarse como la suma inarticulada de muchos miles. Un escritor como Ricardo Piglia llevaba años en el catálogo argentino de Seix Barral y en la historia de la literatura de su país cuando Lengua de Trapo se atrevió a presentarlo en España. Fue en el 2000 y el autor de Respiración artificial tenía ya 60 años, solo cuatro menos que Vargas Llosa. Poco después recaló en Anagrama y La Mancha descubrió a un imprescindible. A veces el camino más corto entre Buenos Aires, Bogotá y Ciudad de México pasa por el Mediterráneo.

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La paradoja es que el lector español se puso a leer en masa a sus propios paisanos a raíz de la muerte de Franco. Desde entonces, rara vez se aventura más allá del panteón del boom. Incluso Roberto Bolaño, vecino de Girona, tuvo que picar piedra en todos los concursos del panorama provincial antes de hacerse oír. El dinero que va a cobrar a Montevideo el protagonista de La uruguaya —porteño y novelista— procede de los anticipos que le envían sus editores de Colombia y de España. “El río de la Plata: nunca tan bien puesto el nombre”, dice. “El agua empezaba a brillar”. Es verdad, ya brilla. No sabemos por cuánto tiempo.

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