TEATRO

Tres muertos de las trincheras suben al escenario

Una obra recrea la singular historia de la selección del primer Soldado Desconocido en la I Guerra Mundial

Una escena de 'Fang a les costelles', que se estrena en el Teatre Gaudí.

En la catedral de Westminster, donde yacen tantos grandes personajes, hay una sola lápida en el suelo que no se puede pisar. Sobre negro mármol se lee en metal procedente de munición de guerra: "Bajo esta piedra descansa el cuerpo de un soldado británico desconocido de nombre o rango, traído de Francia para reposar entre los más ilustres de esta tierra". La historia del Soldado Desconocido —tradición iniciada por los británicos y seguida luego por muchos países—, una de las más curiosas de la I Guerra Mundial, llega ahora al teatro en Barcelona en coincidencia con el centenario de la contienda...

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En la catedral de Westminster, donde yacen tantos grandes personajes, hay una sola lápida en el suelo que no se puede pisar. Sobre negro mármol se lee en metal procedente de munición de guerra: "Bajo esta piedra descansa el cuerpo de un soldado británico desconocido de nombre o rango, traído de Francia para reposar entre los más ilustres de esta tierra". La historia del Soldado Desconocido —tradición iniciada por los británicos y seguida luego por muchos países—, una de las más curiosas de la I Guerra Mundial, llega ahora al teatro en Barcelona en coincidencia con el centenario de la contienda. La obra se titula Fang a les costelles (barro en las costillas), es de Gerard Vàzquez, codirector además del montaje con Ramon Hernández, y se estrena esta noche en el Teatre Gaudí, donde permanecerá hasta el 31 de mayo.

La idea de honrar a un combatiente innominado en representación de todos los demás se le ocurrió al reverendo británico David Railton mientras servía en 1916 como capellán castrense en el frente y observó una burda cruz de madera que marcaba una tumba y sobre la que estaba escrito a mano: "Un soldado británico desconocido". La propuesta de Railton de enterrar ceremoniosamente en la catedral de Westminster a un soldado sin identificar caído en los campos de Francia fue asumida entusiásticamente en 1920 por las autoridades eclesiásticas y políticas con el primer ministro David Lloyd George a la cabeza. El proceso de seleccionar los restos adecuados a la empresa tuvo su intríngulis. Y de hecho se recogieron más de los necesarios: varios cuerpos fueron exhumados en diferentes campos de batalla (el Aisne, Marne, Cambrai, Somme, Arras e Ypres) y depositados en un barracón militar cerca de Ypres en varias cajas cubiertas con la preceptiva bandera de la Union Jack. Entonces, el general de brigada L. J. Wyatt, DSO, con los ojos vendados, escogió uno de los recipientes. Los restos descartados fueron enterrados sin más pompa en el cementerio militar de Saint-Pol-sur-Ternoise.

Los afortunados restos elegidos fueron trasladados a un ataúd (sobre el que se puso una espada medieval elegida por el rey Jorge V) y llevados hacia Gran Bretaña a lo largo de un itinerario en el que no cesó de rendírseles homenaje: guardia de honor del 8º regimiento de infantería francés que había sido distinguido en masse con la Legión de Honor, las campanas de Boulogne sonando todas a la vez, las trompetas de la caballería gala tocando al unísono Aux Champs (el toque de silencio), el propio mariscal Foch saludando mientras se cargaba el féretro en el destructor HMS Verdun… Una flotilla acompañó al barco que fue recibido en Dover con los 19 cañonazos de saludo a un mariscal de campo. Los restos fueron trasladados a Londres y el 11 de noviembre el ataúd, colocado sobre un armón de artillería tirado por seis caballos, fue paseado en solemne procesión hasta Westminster donde los esperaba una guardia de honor de cien ganadores de la Cruz Victoria. Dado que la concesión de dicha medalla suele comportar que el valiente ha muerto en su acto de coraje cabe imaginar la dificultad de reunir a cien condecorados. Entre los invitados a la ceremonia figuraban cien mujeres que habían perdido a su marido y a todos sus hijos en la guerra. El ataúd fue enterrado y se lanzó sobre él tierra traída de los principales campos de batalla. El Soldado Desconocido es el 76 º británico más popular, según las encuestas.

El ataúd del Soldado Desconocido británico en Boulogne con guardia fancesa y una espada de cruzado inglés encima..Imperial War Museum

La obra de teatro, comedia con tintes dramáticos, pone en escena a tres de los soldados muertos y exhumados, que salen de sus cajas sin saber dónde se encuentran. Un cuarto soldado permanece sin levantarse, lo que se justifica porque ha recibido una dosis muy fuerte de gas mostaza. "Es una fantasía, llena de humor negro, sobre los soldados muertos que están esperando a ver a quién de ellos eligen para ser el Soldado Desconocido", explica Vàzquez (Barcelona, 1959), autor ya de otras obras con trasfondo de historia contemporánea, como Uuuuh!, sobre la relación de Charlie Rivel con los nazis y en la que se basó la película de 2007 El payaso y el Führer, o la reciente pieza de radioteatro Si us pregunten per què vam morir, sobre los poetas de la I Guerra Mundial, precisamente. Dos de los soldados quieren ser escogidos mientras el tercero “pasa porque está muy decepcionado de la guerra ". Los tres hablan de sus vidas anteriores a la contienda y rememoran el momento en que cayeron en combate en el campo de batalla. Conversan sobre el Somme, Ypres, Arras... los sitios que conoce cada uno, vamos.

Bernard (Ramon Canals) es un duro obrero, Tommy (Carles Pulido) un ingenuo y joven campesino que ha muerto en su primer día de guerra, en el Somme, con otros 30.000 camaradas, y Mack (Eduard Doncos), el desencantado, un universitario, licenciado en química, que prefirió alistarse como soldado a ser oficial. "Los tres sienten que les han jodido la vida", recalca Vàzquez, algo indudable porque están muertos. Eso lo van descubriendo poco a poco, al igual que cómo ha ido la guerra, mientras dialogan y esperan a que llegue el general que va a hacer la selección. Cuando este y otros mandos entran, no se les ve; son invisibles para el público por la misma extraña razón por la que los muertos sí se han materializado. Los tres soldados no están muy ajados, otra licencia pues, como recuerda Vàzquez se eligieron restos de combatientes que llevaban desde el inicio de la contienda muertos: cuanto más difíciles de identificar, mejor.

En un momento de la obra, Tommy recuerda haber coincidido en la batalla del Somme con un soldado de la Legión Extranjera que llevaba enrrollada a la cintura una bandera desconocida, amarilla con franjas rojas… "Es una alusión a los voluntarios catalanes que lucharon en la I Guerra Mundial en el ejército francés".

La obra tiene varios giros sorprendentes. Entre ellos, por supuesto, el tema del ocupante del cuarto cajón.

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