CRÍTICA

Verdades insoportables

Leopoldo Brizuela —último premio Alfaguara— entra en el infierno que esconde la cotidianidad en 'Una misma noche', novela narrada sobre el fondo de la dictadura argentina

La plaza de mayo de Buenos Aires, en marzo de 1976.CIFRA GRÁFICA

No saber lo que estaba ocurriendo, es lo que uno puede creer que sucedió en Argentina entre 1976 y 1982. Pero a medida que pasa el tiempo se comienza a sospechar que la gente sabía más de lo que estaría dispuesto a aceptar hoy que sabía. O sea, parece que saber se sabía: primero porque es difícil no preguntarse por qué acribillan a alguien en el centro de la Avenida 9 de Julio o por qué secuestran a una persona en plena noche del 24 de diciembre. (He comprobado en algunos listados de desaparecidos que los llamados grupos de tareas no descansaban ni en días tan señalados como la Nochebuena, Noc...

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No saber lo que estaba ocurriendo, es lo que uno puede creer que sucedió en Argentina entre 1976 y 1982. Pero a medida que pasa el tiempo se comienza a sospechar que la gente sabía más de lo que estaría dispuesto a aceptar hoy que sabía. O sea, parece que saber se sabía: primero porque es difícil no preguntarse por qué acribillan a alguien en el centro de la Avenida 9 de Julio o por qué secuestran a una persona en plena noche del 24 de diciembre. (He comprobado en algunos listados de desaparecidos que los llamados grupos de tareas no descansaban ni en días tan señalados como la Nochebuena, Nochevieja, primero de año o Reyes, ni incluso en los tan arraigados carnavales porteños).

Esta cuestión, saber o no saber o no querer saber o tener miedo a saber, corroe todavía malas conciencias en distintos puntos de la tenebrosa geografía de la ex-Europa nazi o pronazi: en el París de la ocupación, las razias de franceses judíos; en Weimar, adonde era imposible que no llegara el olor a carne humana quemada que escupían las chimeneas del campo de concentración de Buchenwald, a tiro de piedra de la patria chica de Goethe. Claro que después de saber viene un trámite bastante más complejo: entender. Este es un proceso que supone un interés casi transcendental: no conformarse con saber qué ocurrió, sino ahondar en el verdadero meollo de la cuestión: por qué ocurrió, por qué el género humano repite una y mil veces (llámese la Alemania nazi, llámese el Chile de Pinochet, Sarajevo en la década de los noventa o la Argentina de la junta militar más sanguinaria de su historia), la misma infamia histórica. Creo que es el punto del saber y querer entender (o entenderse), que el escritor argentino Leopoldo Brizuela sitúa un interrogante (o el interrogante) sobre ese inmenso infierno que se escondió, durante seis largos y tortuosos años, detrás de la cotidianidad más o menos cómplice, más o menos cobarde de la ciudadanía argentina (“algo habrá hecho” o “mejor no te metás”). De eso trata Una misma noche, la novela con la que Brizuela obtuvo el Premio Alfaguara.

Una misma noche

Leopoldo Brizuela

Premio Alfaguara de novela 2012

Alfaguara. Madrid, 2012

276 páginas. 18 euros (electrónico: 9,99)

Alguien llamado Leonardo Bazán vive en la misma casa familiar de siempre con su anciana madre. Es escritor. Estamos en la ciudad de La Plata. Año 2010. Una noche, un coche de la policía está aparcado enfrente de donde vive el escritor. Casi con su consentimiento, como si formara parte del mismo grupo, de la misma tarea nocturna, unos individuos entran en una casa y roban. Leonardo Bazán es testigo de una circunstancia extraña pero no excepcional. Digamos que es ahí, en ese instante, cuando la novela enfila hacia su ominoso nudo. Leonardo Bazán tiene las mismas iniciales que el nombre del autor, Leonardo Brizuela. Y como él, nació el mismo año y en la misma ciudad. Y como él, es escritor. No quiero indicar ningún trazo autobiográfico en la novela, aunque lo hubiera. Pero pienso que no debe haber nadie en ese país, con la edad de Bazán (o Brizuela), que no se haga las mismas preguntas que ellos. Bazán ha visto en la noche algo que le recuerda otra noche de hace treinta y cuatro años. Las noches son semejantes, una cercana sensación de abismo metafísico (“En este sitio, nosotros ahora somos Dios”, advertían los torturadores a sus víctimas). En el recuerdo difuso por los años y por una especie de resistencia ya no a saber sino a entenderlo todo, Bazán se encuentra con una verdad insoportable. Una visita al corazón de esas tinieblas llamado Escuela de Mecánica de la Armada (Esma) completa la definitiva respuesta a todos sus interrogantes.

Una misma noche es uno de esos relatos terribles que pueden servir para hacernos sus mismas preguntas y sus mismas reflexiones. Resulta curioso que ahora recuerde las palabras que Borges le dedicó a una novela de Adolfo Bioy Casares (El sueño de los héroes): “Novela de una trágica plenitud”. Curioso porque precisamente en la novela de Leopoldo Brizuela se dan cita la tragedia de un país y la plenitud de su forma narrativa. Y me acordé de La aventura de un fotógrafo en La Plata, del mismo Bioy Casares: esa coincidente atmósfera de conspiración y connivencias innominadas, de daydream inacabable. Lean Una misma noche y comprueben cómo la escritura de un hecho como el que se narra puede convertirse en su luto (que hubiera dicho Jorge Semprún) y en su luz.

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