¿Podría nuestro universo ser igual a un grano de arena contenido en el vientre de una ballena?

Según el concepto de Cantor, el infinito nos ha creado y nos sustenta, incluso habita en nuestras mentes. Sin duda, el escritor Roberto Bazlen lo sabía cuando escribió ‘El capitán’, su novela recién recuperada

Roberto 'Bobi' Bazlen en la portada del libro 'L'ombra di Trieste' (La nave di Teseo, 2017) de la autora italiana Cristina Battocletti.

Si la locura fuese un estado intelectual, puede decirse que Roberto Bazlen no abandonó dicho estado en toda su vida. Para quien no lo conozca, baste apuntar que Roberto “Bobi” Bazlen fue el escritor que no escribe; al estilo del Bartleby de Melville, pero de verdad; un hombre hecho de literatura y vida que enriqueció los catálogos de prestigiosas edito...

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Si la locura fuese un estado intelectual, puede decirse que Roberto Bazlen no abandonó dicho estado en toda su vida. Para quien no lo conozca, baste apuntar que Roberto “Bobi” Bazlen fue el escritor que no escribe; al estilo del Bartleby de Melville, pero de verdad; un hombre hecho de literatura y vida que enriqueció los catálogos de prestigiosas editoriales italianas como Einaudi y Adelphi.

Hace unos días, Trama reeditó en castellano su única novela titulada El capitán (2023), una novela inconclusa que fue encontrada tras su fallecimiento ocurrido en 1965. En ella, Bazlen nos cuenta las peripecias del capitán de un barco que naufraga, un hombre sin suerte al que su mujer da por muerto. Dicho así, el tema no tiene mucha enjundia. Pero si contamos que la historia se enriquece página a página gracias a la maestría de un hombre que combinaba la literatura oral picada por la sal mediterránea —su madre era italiana—, con el gusto exquisito y la minuciosidad sintáctica de un Borges cruzado con Cervantes por el lado humorista, si atendemos a todo esto, estamos ante un artefacto curioso y peculiar como pocos.

El capitán es tragado por una ballena. En un momento de delirio intenso, en su monólogo interior expresa que el mundo ‘apenas es un grano de arena en el vientre de una ballena mucho mayor’

Ya puestos, cabe apuntar que Bazlen es el protagonista de la novela El estadio de Wimbledon (Anagrama, 1986) de Daniele Del Giudice, el autor italiano que fue pionero en utilizar la precisión del lenguaje científico a la hora de montar una ficción. En otro momento hablaremos de Daniele Del Giudice, pues merece una pieza en esta sección, pero ahora sigamos con la novela de Roberto Bazlen, donde su protagonista es tragado por una ballena.

Hay un momento en el que los delirios del capitán se hacen más intensos, articulándose en un monólogo interior donde expresa que el mundo es “apenas un grano de arena en el vientre de una ballena mucho mayor”. Lo que nos lleva hasta la idea de que nuestro mundo tridimensional está contenido en otro mundo de cuatro dimensiones que, a su vez, está contenido en otro de cinco dimensiones y así hasta el infinito.

El matemático de origen ruso Georg Cantor.Getty Images

Dicho a la manera científica, lo que ha querido expresar el capitán de la novela de Bazlen es que nuestro mundo es una configuración en un espacio de infinitas dimensiones, lo que viene a alcanzar el tratamiento matemático que Georg Cantor (1845-1918) dio al infinito. Según el concepto de Cantor, el infinito nos ha creado y nos sustenta, incluso habita en nuestras mentes de tal manera que, al igual que un punto en nuestro espacio puede representarse con tres coordenadas, un punto en un espacio infinito se podrá representar por una secuencia infinita de números al alcance de cierto grado de abstracción mental.

Con dicho planteamiento, el matemático alemán David Hilbert (1862-1943) desarrolló la teoría de los espacios infinitidimensionales y, con ello, la mecánica cuántica tuvo su interpretación más acertada en la década de 1920 cuando Heisenberg y Schrödinger explicaron que las partículas invisibles son configuraciones en el espacio infinitidimensional (∞ -D) de Hilbert.

Es muy posible que un hombre como Roberto Bazlen conociera estas cosas y que, sirviéndose del concepto de infinito de Cantor, explicase el mundo, alcanzando dimensiones elevadas con la imaginación a partir de un grano de arena; a través de un juego trazado con humor cervantino.

Cantor acabó en un manicomio y Roberto Bazlen nunca terminó su novela. Ambos estaban unidos por la misma materia.

El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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