Miguel Beato, científico: “Lo peor que ha aportado la medicina es que somos demasiados humanos, somos una plaga para la Tierra”
El primer director del Centro de Regulación Genómica y experto en investigación básica contra el cáncer cree que no se podrá vencer la enfermedad, pero sí controlarla
Las gafas de Miguel Beato (Salamanca, 83 años) se oscurecen con el sol que bate temprano sobre la playa de la Barceloneta. A los pies de la que fuera su casa profesional hasta hace poco, el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB, por sus siglas en catalán), el científico se las quita para las fotos de esta entrevista y sortea con acierto los rayos de luz que pintan su jersey. Se deja hacer, pero impone su criterio: fotos en un laboratorio no, porque ya no tiene de eso. Se acaba de jubilar.
Beato fue, e...
Las gafas de Miguel Beato (Salamanca, 83 años) se oscurecen con el sol que bate temprano sobre la playa de la Barceloneta. A los pies de la que fuera su casa profesional hasta hace poco, el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB, por sus siglas en catalán), el científico se las quita para las fotos de esta entrevista y sortea con acierto los rayos de luz que pintan su jersey. Se deja hacer, pero impone su criterio: fotos en un laboratorio no, porque ya no tiene de eso. Se acaba de jubilar.
Beato fue, entre 2001 y 2011, el primer director del Centro de Regulación Genómica (CRG), puntal de la ciencia básica internacional, y sus contribuciones han ayudado a iluminar el camino de la lucha contra el cáncer. Su último gran hallazgo, publicado en la revista Science en 2016, describió una nueva vía insospechada para crear adenosín trifosfato (ATP, que hace de combustible para las células) en el núcleo celular. “Si bloqueas eso, todos los cambios en la estructura de la cadena que tiene que experimentar una célula madre para convertirse en una célula de cáncer, no los puede hacer”, explica. Ya han encontrado un potencial inhibidor que podría servir para esto, pero esa historia no la contará Beato.
El investigador que levantó y puso en el mapa al CRG se marcha. Acaba de colgar la bata de científico y se va a Alemania, donde desempeñó buena parte de su carrera y tiene a su familia. Deja atrás un CRG ya maduro, por el que han pasado más de un millar de científicos de todo el mundo y que ha alumbrado alrededor de 3.800 artículos científicos en sus 20 años de vida.
Pregunta. ¿Le apetecía jubilarse?
Respuesta. No, en absoluto. Me jubilo porque ya está bien, porque estoy ocupando espacio que es mejor para los jóvenes y yo ya estaba un poco cansado, mi cabeza ya no es lo que era.
P. ¿Está triste por irse?
R. A mí dejar el trabajo me puso triste, como desorientado. Ahora estoy adaptándome, con mis piedras. Pinto piedras, leo mucho... Sigo leyendo la literatura científica y todavía sigo pensando en ciencia.
P. ¿Cómo han cambiado las cosas desde la primera vez que entró a un laboratorio?
R. ¡Buf! No tiene nada que ver. Yo soy médico, no hice una formación académica en Química, Física o Matemáticas. Soy ginecólogo. Y me encantaban los partos. Pero pensar que te ibas a dedicar toda la vida a eso me parecía un poco triste.
P. ¿Se aburría?
R. Me aburría porque un parto se parece mucho a otro. ¡Los partos me encantaban, eh! Y la envidia que me dan las mujeres de poder crear vida… La verdad es que hubiera querido ser mujer porque lo más grande que hay en la especie humana es el hecho de que una mujer sea capaz de crear un cuerpo distinto con un genoma distinto dentro de su cuerpo y no generar anticuerpos contra él; y, además, amamantarlo, que viva de ella. Eso es increíble. Los hombres son superfluos, innecesarios, desde el punto de vista biológico, de la especie. Ahora, naturalmente, los hombres son casi tan importantes como las mujeres porque lo que cuenta es el cerebro, ya no hay evolución.
P. ¿Ya no hay evolución?
R. El ser humano no evoluciona ya porque la medicina y los cuidados hacen que el que no tiene capacidad para competir biológicamente, siga adelante y tenga hijos. El genoma humano ya no evoluciona, involuciona. Más bien estamos creando malos genomas porque permitimos que todo el mundo, con el defecto que sea, miopía o lo que sea, se reproduzca y tenga hijos. Para la evolución es clave que el que no esté bien preparado, casque y no tenga hijos. Si no, no hay evolución.
P. ¿Los avances de la ciencia para mejorar la salud de las personas van en contra de la evolución humana?
R. La especie humana ya no evoluciona genéticamente, evoluciona culturalmente. La evolución que hay es cultural, a base de crear conocimiento, de domesticar la naturaleza, de mejorar todos los problemas... Y la prueba es que lo que evoluciona ahora es la inteligencia artificial, los ordenadores, pero no el cerebro humano.
El genoma humano ya no evoluciona, involuciona: estamos creando malos genomas”
P. ¿Tiene algún peligro que el ser humano no evolucione más, como dice usted?
R. Evoluciona mal. Cada vez hay más gente con defectos genéticos porque se tratan, se mejoran y se puede vivir. Estamos involucionando físicamente, pero evolucionando culturalmente y eso es una evolución más potente, más rápida.
P. ¿Salimos ganando o perdiendo con este cambio?
R. En principio nos sale a ganar, con el peligro de que somos demasiados. O sea, lo peor que ha aportado la medicina a la Tierra es que somos demasiados humanos. Somos una plaga y nos estamos cargando el mundo. El mundo no se lo cargan las especies salvajes, lo hacemos nosotros con nuestras fábricas, nuestras ciudades, que son una monstruosidad total, la negación de la naturaleza, la contaminación. Es una cultura que puede llevar al fin del mundo de esta especie y está acercándose a eso. A largo plazo, salimos perdiendo.
P. ¿Qué propone?
R. No lo sé. Habría que controlar la natalidad y reducir el número de humanos. Antes eso se hacía con guerras, pero ahora ya no hay guerras de ese tipo que exterminen a tanta gente.
P. Quizás tampoco es la mejor opción, ¿no?
R. Era lo que había. Y ahí había un poco de selección también por eso. Pero ahora no hay nada de eso.
P. ¿Echa de menos la selección natural?
R. No la echo de menos, constato lo que está pasando. Yo no la echo de menos porque me parece que era brutal y el hombre tiene posibilidad de hacer algo distinto.
P. En una entrevista a EL PAÍS en el año 2000 decía que el CRG iba a ser un centro “de genómica funcional”, de cómo funciona el genoma. ¿Lo ha conseguido?
R. Sí y, además, somos el mejor centro de genómica funcional de Europa, aunque hay uno en Inglaterra que nos acabará ganando porque tienen más dinero privado. Eso es lo que nos falta aquí: la sociedad no invierte en ciencia.
P. También decía usted que “no hay ciencia más aplicada que la básica”. ¿Lo sigue pensando?
R. Todos los ensayos se basan en algo que ha descubierto alguien haciendo ciencia básica. No hay más ciencia que la básica. Lo otro son ejercicios estadísticos, comparas una cosa con otra… Y eso está bien, hay que hacerlos, pero los puedes hacer mejor si tienes un nuevo conocimiento que te permite explorar vías nuevas.
P. En 2008 decía que el CRG era aún “joven y frágil” y que aún se sabía poco sobre el genoma. ¿Y ahora?
R. Seguimos sin entender completamente el genoma. Tiene unos 25.000 genes que codifican para proteínas [tienen la información para crearlas] y los conocemos todos bien; lo que pasa es que el resto del genoma, que no codifica para proteínas, es el que hace que una célula haga un pelo, otra haga un músculo y otra haga un hueso. Cada célula tiene el mismo genoma y, sin embargo, usa partes distintas de este debido a ese resto del genoma que no codifica para proteínas, pero condiciona qué partes va a usar esa célula y cuáles no va a usar nunca. Eso es la genómica funcional y se empieza a entender ahora. Nosotros fuimos los primeros en entender que el modo como se pliega el genoma dentro del núcleo es muy importante para la diferenciación de las células. O sea, que hay proximidades de regiones del genoma que hacen que una célula exprese una parte del genoma y no otra. Eso es como el origami, que con un papel puedes hacer una casita o un barco según cómo lo pliegas.
P. ¿Qué es lo más importante que falta por conocer del genoma?
R. Es muy complicado porque el genoma es una monstruosidad, son 3.000 millones de letras, una detrás de otra. Y cada célula tiene más o menos el mismo genoma, pero con pequeñas variaciones porque hay errores en la replicación y eso es lo que hace la evolución posible. Con la capacidad que tenemos ahora de secuenciar masivamente genomas completos, estamos en condiciones de empezar a entenderlo. Y ya hay gente haciéndolo en el CRG.
P. Hace 20 años se descifró esa primera versión del genoma, el 92%. El año pasado se publicó otra versión completa. ¿Qué implicaciones tiene esto?
R. Si no sabes el genoma completo, no sabes tu genoma. Tu genoma es como una historia contada y hay partes repetitivas que son claves para la historia. [Antes] teníamos una visión del genoma muy fragmentaria y se nos escapaban los elementos repetitivos que tenemos, sobre todo los que son virus que se han incorporado en el genoma por la evolución y se traslocan dentro de él. Todavía no entendemos del todo cómo funcionan porque saltan de un sitio a otro en un mismo genoma y eso puede llevar a que, al saltar a un sitio, activen una parte del genoma que no tenía que estar activada.
P. ¿El genoma todavía es un gran desconocido, entonces?
R. Es que no hay un genoma. Incluso, en tus células hay muchos genomas. Habrá que secuenciar el genoma de muchas células para entender el genoma de un personaje. Cuando una célula se divide, tiene que replicar su ADN completo y se hacen errores que se tratan de corregir, pero unos se corrigen y otros no. Para leer el genoma vamos a necesitar otros métodos más rápidos.
P. ¿Qué respuestas podrá dar eso?
R. Es difícil de saber hasta que lo tengamos porque todavía ignoramos muchas cosas. Pero lo cierto es que dentro de poco, la gente irá con su genoma en la mano, algo así como una identidad. Y habrá que comparar el genoma de un tumor o de una malformación con ese genoma. Hará falta un tipo de supercomputador, que todavía no está, capaz de hacer esas comparaciones en segundos. Eso ocurrirá, pero todavía no estamos ahí.
P. Usted ha dedicado parte de su investigación a la lucha contra el cáncer. ¿Qué falta por saber para que claudique esta enfermedad?
R. Es muy complicado. Ahora comprendemos que hay una parte del funcionamiento de la célula que no tiene que ver necesariamente con la química que nosotros estudiamos, o sea, con cómo interaccionan dos moléculas por su química. Lo que sucede es que también hay agregaciones inespecíficas en macromoléculas que permiten la cooperación entre ellas, como ARN con proteínas o proteínas con proteínas.
P. ¿Y ahí puede estar una de las claves de por qué una que hace una célula se convierte en maligna?
R. Sí, ahí puede estar alguna de las claves. Una ciudad se parece mucho a una célula: tiene vías de comunicación, zonas donde se crean agregados grandes de ciudadanos, otras que no, vías por donde hay mucha gente y otras que no hay nada. La célula es así también: hay sitios donde pasan cosas y otros donde no pasa nada.
P. ¿Es posible vencer al cáncer?
R. Vencerlo no, pero tenerlo controlado yo creo que es posible. Cuándo, no lo sé. Todas esas intervenciones que previenen el cáncer tienen otros efectos sobre las células y también tenemos que estar seguros de que eso no crea problemas en otras células.
Vencer al cáncer, no; pero tenerlo controlado yo creo que es posible”
P. ¿Ha respondido a todas las preguntas que tenía cuando empezó?
R. No, en absoluto. Lo que pasa es que también he respondido a preguntas que no tenía, que eso es lo bueno. Eso de las interacciones de macromoléculas inespecíficas lo consideraba como un trastorno que nos creaba problemas y había que eliminarlo y no ver más que las específicas. Sin embargo, estas agregaciones inespecíficas son clave. Así empezó la vida: en sitios donde había charcos se formaban agregados de moléculas que podían hacer cadenas hasta que un agregado que se forma se puede replicar y, si se puede replicar, hay evolución.
P. ¿Cuál es su mayor orgullo como científico?
R. Creo que es haber creado el CRG porque eso, ya independiente de mí, funciona de un modo que ya no hay quien lo pare.
P. ¿Cómo le gustaría que le recordasen?
R. No sé si me interesa mucho que me recuerden.
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