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Pop / Simple Minds

La noche del brillo crepuscular

Los escoceses no quieren ser una mera excusa nostálgica y se revitalizan en el Botánico con nuevos temas a la altura de sus clásicos

La banda escocesa Simple Minds ayer en Madrid.
La banda escocesa Simple Minds ayer en Madrid.Santi Burgos

Jim Kerr es un señor de cierta edad, casi 59 veranos, al frente de una banda que emprende las celebraciones de su cuadragésimo aniversario. Pero los escoceses Simple Minds se resisten con sincera tenacidad a convertirse en una entrañable reliquia para coetáneos. Anoche, en su cuarta visita madrileña en los últimos seis años, se plantificaron en las Noches del Botánico con un nuevo disco bajo el brazo, el “jodidamente bueno” (según Kerr) Walk between worlds, que defendieron con una convicción muy razonable. Y acogida afectuosa: 3.000 espectadores son una cifra estupenda para recibir a quienes no quieren limitarse a la condición de antigualla.

Tanto ellos como nosotros sabemos que ya nunca volverán aquellos días de epopeya y estadios, igual que hubo tiempos en que el bueno de Kerr se movía con mayor gracilidad sobre las tablas. Pero tener y retener es una característica de los grandes. Y nuestras Mentes Simples dieron evidentes muestras de poderío en una noche de alguna manera metafórica: por horario y contenidos, podríamos referirnos a un brillo crepuscular.

Las circunstancias varían con los años, qué le vamos a hacer. Abrían los de Glasgow con The signal and the noise, pura y excitante marcialidad sintetizada, y costaba sustraerse a la idea de que una pieza así habría reventado las radiofórmulas en torno a 1985. Desde entonces ha pasado algún tiempo y ahora no sucederá nada parecido, pero el septeto se siente orgulloso en el aquí y ahora. Tanto como para escenificar una insólita foto de familia, los siete juntos y alineados al borde del escenario, nada más finalizar ese primer título.

Incluso la flamante Sense of discovery’ con ese ápice de soul que aportan los coros de Sarah Brown (una de las tres mujeres en liza), resultaba más apetecible que Mandela day, tema algo lineal y bastante desactualizado. Puestos a ejercer la nostalgia, ejerzámosla del todo: Kerr alertó de que la todavía hoy excelente Love song, que el lector de cierta edad asociará con Supergarcía en la Hora Cero, “ya sonó en una sala que se llamaba Rockola”.

Los Minds han recuperado su alineación de referencia después del extraño experimento unplugged de 2017, una idea seguramente dudosa para una de las bandas con menos vocación acústica de los primeros años ochenta. Ayer retomaron el cetro, cómo no, los teclados rimbombantes, la pompa, el espesor sonoro. Esos bajos que no solo marcan sino que retumban. Kerr conserva la voz intacta y las piezas volvieron a su ubicación natural. Por eso Summer, otro de los estrenos, sonó pegadizo, marcial y vigoroso, con su estupendo bajo en el registro agudo. Nadie lo celebró tanto como, a renglón seguido, Once upon a timeAll the things she said. En noches de crepúsculo, mirar por el retrovisor es una opción demasiado tentadora.

¿Incógnitas? Alguna. La fundamental, por qué la banda habrá querido recuperar Dolphins, tema poco divulgado y francamente anodino para el que, además, Sarah Brown se queda al mando de las operaciones mientras Jim Kerr aprovecha para cambiarse de ropa y tomar resuello. Dar protagonismo a la segunda voz precisamente en ese punto del concierto sonó a regalo envenenado. Menos mal que Alive and kickingSanctify yourself sirvieron de colofón sin fisuras. Sí, es lo que se dice sacar pecho. Como en 1985, concretamente.

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