Dinámica de extremos
La flamante banda de bandas, comandada por la cantante de Slowdive, rubrica el mejor debut del año en la capital
Todos hablan de supergrupo, un término entre pomposo y engolado que a los músicos les suele provocar algo muy parecido a la urticaria. Llamémoslo intersección, si se prefiere. Minor Victories, uno de los más seductores advenimientos en un año tirando a yermo, suena exactamente como cabría sospechar si repasamos la alineación titular. La voz de Rachel Goswell (Slowdive) es absolutamente narcótica, la guitarra de Stuart Braithwaite (Mogwai) aporta la tormenta y Justin Lockey (Editors), aquí en funciones de bajista, oscila entre la intensidad y el embeleso. No hubo más de media entrada en el Teatro Barceló para descubrirlos en su primera incursión española, pero hicieron mal esta vez quienes trabaron alianza con la pereza: lo de este viernes, tan emocionante como carente de ínfulas, fue uno de los episodios más embriagadores de la temporada sobre los escenarios madrileños.
Lockey disfruta convirtiendo su bajo durante toda la noche en un martillo, mientras que Goswell hace chirriar las cuerdas con vocación hipnótica y Goswell remite a aquella voz planeadora con la que Elizabeth Fraser sentó cátedra al frente de Cocteau Twins. Todos ceden respecto a sus postulados iniciales; todos aportan sustancia a la marmita. Bastaba escuchar la fascinante Breaking my light, quinto título de la velada, para comprender que las personalidades pueden sumar cuando no se pervierten en forma de egos.
Los amantes del barbarismo se pondrían esta vez las botas: dependiendo del instante, Minor Victories pueden abrazar el dream pop o enrolarse en las filas del shoegaze. Nada les gusta más, sospechamos, que ese juego de contrastes patente en Folk arp: tan plácida que parece a punto de la evanescencia hasta que estalla como un chiquillo enfurruñado. Exactamente la misma estructura de Higher hopes, quizá esta aún más agudizada en las contraposiciones.
Toda esa dinámica de extremos, aquí y allá, resulta fascinante. La sala se estremece con el estallido de The thief, una pieza que arropa como una caricia de terciopelo en el infierno, mientras que A hundred ropes calca el aliento robótico de No harm, el tema inaugural para el disco de Editors en 2015. Y aún quedaba Scattered ashes, temazo descomunal con ese punto adictivo que tendrían las radiofórmulas en un mundo desde hace mucho inimaginable. Minor Victories despacharon la visita en una hora justa, a la vista de que su producción se reduce a un solo álbum, pero estas no son las hechuras de un proyecto circunstancial. Reincidirán. Confiemos.
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