En busca de lo ‘frinje’
El festival de artes escénicas Frinje, en Matadero, explora los límites de los géneros
La pregunta se deja caer sobre el café de media mañana. "¿Qué es lo frinje?". Marion Betriu para un segundo, reflexiona y responde. "Es buscar algo nuevo, diferente, algo difícil de etiquetar, que explore las fronteras…", sentencia la responsable de la programación de la cuarta edición del festival de artes escénicas Frinje, que arrancó el pasado 3 de julio en Matadero y que se prolongará hasta el próximo día 25. Un intento, aseguran sus organizadores, de explorar los límites de los géneros; de ofrecer una visión distinta del teatro, la danza, la música y los formatos audiovisuales. "Lo frinje es una hibridación de disciplinas", remacha Betriu de inmediato.
Treinta compañías pasarán este mes por la capital para demostrar esa idea. Como Seixodelica, “artistas sonoros y visuales” que proyectan en una pantalla imágenes olvidadas del antiguo cine de Seixo (Pontevedra), mientras pinchan música en directo. "Un proyecto que, además, tiene su intrahistoria. El dinero que recauden con la obra se destinará a comprar un proyector digital para el cine de este pueblo gallego, creado en 1943", relata Mario Tardón, encargado del área audiovisual.
Esa es la aspiración: reinventar enfoques, dialogar entre realidades, apostar por la vanguardia. E investigar. "Soñamos con un festival que no solo sea un lugar de exhibición, donde nos visiten las marcas contrastadas; sino todo lo contrario, un lugar donde puedan nacer nuevas producciones y alimentar de savia nueva el teatro contemporáneo", añade José Manuel Mora, responsable de los laboratorios y seminarios que se suman a la programación.
"Estos laboratorios son un espacio donde los profesionales de reconocido prestigio internacional, como el polaco Jan Klata, comparten una experiencia de creación con actores, creadores y directores de Madrid. Están trabajando juntos ocho días y montan una pequeña muestra que se exhibe después de forma gratuita", continúa Mora, sentado en un taburete de una de las cantinas de Matadero, lejos del sol estival que hace horas que aprieta fuera. Esa iniciativa, insiste, sirve para que los creadores de este país "se nutran y enriquezcan". "Es como poner una semilla", recalca.
Soñamos con un festival que alimente de savia nueva el teatro contemporáneo José Manuel Mora
Rebautizado este año —ha cambiado de su nombre la "g" de anteriores ediciones por una "j" para castellanizar el concepto y como "homenaje a la sencillez juanramoniana"—; Frinje también deja un hueco importante a la innovación musical. Lo cuenta el responsable de esa área, Héctor Fernández: "Todas las propuestas aportan algo más que lo sonoro. Conectan con las artes escénicas. Tienen escena". Y sin que una etiqueta gane el pulso a otras: "Hay soul, pop, indie, acústico, electrónica", apostillan los organizadores.
Con las más de 500 propuestas recibidas, el festival compuso finalmente una amplia programación de más de un centenar de actividades (varias, también, para niños). Con espectáculos que aterrizan en Madrid procedentes de otros países de Europa, y de Asia, África y América. Que se completan con lecturas dramatizadas, mesas redondas y encuentros literarios. "Estamos ofreciendo experiencias, seres humanos que hacen cosas. Aquí está sucediendo el futuro", concluye Mora.
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