Lo que no sabemos del 23-F: chapuzas, mentiras y cintas de audio

Unas semanas después del golpe de Estado en el Congreso en febrero de 1981 salieron los primeros libros sobre la fallida intentona del teniente coronel Antonio Tejero. Desde entonces un buen número de investigaciones, memorias y ensayos han abordado este asunto, pero el puzle completo del 23F requiere la publicación de grabaciones y la desclasificación de cualquier clase de fuente oficial disponible

Secuencia fotográfica, captada el 23 de febrero de 1981 por los fotógrafos de la Agencia Efe, Manuel Pérez Barriopedro y Manuel Hérnandez de León, de la entrada en el Congreso de los Diputados del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, durante la votación de la sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno.MANUEL PÉREZ BARRIOPEDRO Y MANUEL HERNÁNDEZ DE LEÓN (EFE)

En marzo de 1981, apenas unas semanas después de que, al frente de un grupo de Guardias Civiles, el teniente coronel Antonio Tejero ocupara pistola en mano el Congreso de los Diputados, Ramón J. Sender entregaba a la imprenta la primera novela sobre el intento de golpe de Estado del 23F. A medio camino entre el surrealismo de su paisano Luis Buñuel y el realismo mágico, Sender reconstruía el episodio nacional y los escenarios de la ca...

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En marzo de 1981, apenas unas semanas después de que, al frente de un grupo de Guardias Civiles, el teniente coronel Antonio Tejero ocupara pistola en mano el Congreso de los Diputados, Ramón J. Sender entregaba a la imprenta la primera novela sobre el intento de golpe de Estado del 23F. A medio camino entre el surrealismo de su paisano Luis Buñuel y el realismo mágico, Sender reconstruía el episodio nacional y los escenarios de la capital a través de un delirante diálogo entre algunos mandos de la benemérita, un periodista que pasaba por el Hotel Palace, la vecina estatua de Miguel de Cervantes y un grupo de socios del Ateneo, mientras una churrera ofrecía a voces unos tejeringos fritos. Un auténtico Chandrío en la plaza de las Cortes, como lo titulaba el novelista, haciendo uso de este término tan aragonés, que sirve para describir un desbarajuste, follón o fechoría, pero tan chapucera que es capaz de provocar tanto vergüenza ajena como propia. En medio de tantos despropósitos, Sender, antiguo revolucionario y exiliado republicano, tan solo se ponía serio para señalar: “Lo mejor de todo es la actitud del rey. No hay duda de que se gana su reinado por las buenas, como debe ganárselo un rey cada día de su importante vida. El pueblo español le debe gratitud”.

Tanquetas de la policía en el exterior del Congreso de los Diputados en Madrid el 23 de febrero de 1981. El País

También muy rápidamente, en el mes de septiembre, se estrenaba la primera producción audiovisual sobre el acontecimiento, el cortometraje documental Operación Miguelete, dirigido por Juan Luis Morales y Juan Carlos Rivas. La cinta se dividía en dos partes. Por un lado, se hacía un recorrido histórico sobre el tradicional intervencionismo militar, del que serían herederos tanto Tejero como Jaime Milans del Bosch, el único capitán general que había lanzado los tanques a la calle, en Valencia, durante la intentona golpista. Por otro lado, se intenta ir más allá de los uniformados, al apuntar a la existencia de complicidades entre sectores ultraderechistas de la élite política, mediática y eclesiástica, la llamada “trama civil del 23F”. Para ello, los directores retomaban las investigaciones periodísticas más tempranas, como Todos al suelo: la conspiración y el golpe, firmada por un grupo de periodistas encabezados por Ricardo Cid Cañaveral, y Los Ejércitos…más allá del golpe, obra escrita bajo la rúbrica de Colectivo Democracia. El cortometraje aportaba, sin embargo, una importante salvedad. Donde las investigaciones periodísticas veían una actuación intachable y decisiva por parte del rey, gracias a su mensaje en TVE desautorizando a los asaltantes del Congreso, ya en la madrugada del día 24, de tal manera que “Don Juan Carlos y la Corona han salido prestigiados del trance”, Operación Miguelete arrojaba una sombra de duda. Así, a partir de un texto de Manuel Vázquez Montalbán, se señalaba que “las cuentas no salen […] entre la entrada de Tejero en las Cortes y la retirada del bando de Milans del Bosch. Una malla de llamadas telefónicas insanas fue tejida como red de seguridad para el triple salto mortal con parada en la luna acometido por el Rey de España. Durante unas cuantas horas, demasiadas horas, el Rey subía y caía sin que la red estuviera puesta”.

Novelas, películas documentales e investigaciones periodísticas, más o menos fundamentadas en los siempre interesados testimonios de los protagonistas, han marcado la percepción de la opinión pública sobre el 23F. Y las preguntas fueron y siguen siendo siempre las mismas que en aquellos momentos inmediatamente posteriores de 1981, ¿hasta dónde llegaban las ramificaciones del golpe de Estado? ¿Cuál fue la actitud del Rey Juan Carlos? ¿Estaba al corriente de la intentona militar, cambió de parecer al conocer su desarrollo o se posicionó en su contra desde el principio? ¿Qué fuentes, todavía desconocidas o clasificadas, nos permitirían resolver todas las dudas que persisten sobre la secuencia de los acontecimientos? En buena medida, al menos desde el punto de vista del gran público, allí seguimos.

En el año 2009, Javier Cercas retomaba el testigo senderiano y componía con brillantez una obra singular, mezclando periodismo de investigación y narrativa de no ficción para presentarnos la Anatomía de un instante. Aquel en el que Adolfo Suárez, todavía presidente del gobierno tras haber presentado su dimisión, Manuel Gutiérrez Mellado, vicepresidente para Asuntos de la Defensa, y Santiago Carrillo, diputado y secretario general del Partido Comunista, permanecían en su puesto mientras los parlamentarios se echaban al suelo ante las ráfagas de los subfusiles lanzadas por los golpistas en el Congreso. Un instante que componía toda una parábola del proceso de Transición, con los antiguos enemigos de la Guerra Civil unidos ahora por la defensa de la dignidad de las instituciones democráticas. A pesar de que no era el protagonista principal del relato, y de que Cercas no escatimaba críticas por sus peligrosos coqueteos para forzar la renuncia de Suárez, el rey Juan Carlos quedaba a salvo de cualquier complicidad con la intentona golpista. Y aquel 2009, en la estela de The Queen de Stephen Frears, Silvia Quer dirigió la miniserie El día más difícil del Rey que era una relegitimación de la figura del monarca cuando empazaba a gestarse un relato crítico al mito de la Transición.

Los militares golpistas delante del Congreso de los Diputados en Madrid el 23 de febrero de 1981. Michel ARTAULT (GAMMA-RAPHO / GETTY IMAGES)

Cinco años más tarde, otra operación de hibridación de géneros llevada a cabo por el periodista Jordi Évole volvía a agitar la sombra de la sospecha. Emitida por La Sexta un 23 de febrero en horario de máxima audiencia, Operación Palace presentaba la intentona golpista como una gran puesta en escena, una mascarada organizada por la monarquía y la clase política de la época, antes de reconocer abiertamente que se trataba de un falso documental. Y lo era más por obligación que por vocación, puesto que, como rezaban los rótulos de texto finales: “Nos hubiese gustado contar la verdadera historia del 23F. Pero no ha sido posible. El Tribunal Supremo no autoriza la consulta del sumario del juicio hasta que hayan transcurrido 25 años desde la muerte de los procesados o 50 años desde el golpe. Esta decisión es tierra abonada para teorías y fabulaciones de todo tipo… Como ésta. Posiblemente la nuestra no será ni la última ni la más fantasiosa”.

El sumario del doble juicio contra los golpistas, ante el Consejo Supremo de Justicia Militar y en casación ante el Tribunal Supremo, que finalizó con la condena a treinta años de reclusión para Antonio Tejero, Milans del Bosch y, tras el recurso, también para el general de división Alfonso Armada, se encuentra, efectivamente, cerrado a la consulta pública hasta 2031. Al menos en teoría, porque la Sala de Gobierno del alto Tribunal ha permitido en ocasiones el acceso cuando le ha sido solicitado. Así lo explica el periodista Carlos Fonseca, autor del reciente 23-F: La Farsa: Historia de una investigación amañada, que recibió la autorización debido a la «dimensión histórica y trascendencia» de los hechos que deseaba investigar. En 2021 ya accedió al sumario Natalia Junquera para EL PAÍS, que reprodujo diversos documentos, y el historiador Roberto Muñoz Bolaños, profesor de la Universidad Camilo José Cela, que dispone de una copia completo del mismo, así como del acta de la vista oral. Por esta circunstancia, pero sobre todo por su conocimiento excepcional de la mentalidad y las instituciones castrenses, así como por la consulta de otras fuentes y su acceso directo a varios de los protagonistas durante los veinte años que lleva dedicados al 23F, el conjunto de publicaciones de Muñoz Bolaños constituye el mejor análisis disponible para tratar de comprender el intento de golpe de Estado en toda su complejidad.

El Rey don Juan Carlos durante la emisión de su mensaje a la nación, difundido la noche del 23 de febrero de 1981 por radio y televisión, en el que ordena el mantenimiento del orden constitucional tras el asalto del teniente coronel Tejero al Congreso de los Diputados durante la sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo. TVE (EFE)

Así, como detallaba en 2021 en El 23-F y los otros golpes de Estado de la transición, para Muñoz Bolaños la clave reside en saber distinguir claramente entre la denominada “Solución Armada” y el golpe de Estado del 23F. La primera se enmarcaba dentro de un intento para reconducir el proceso de Transición, impulsado por unas élites económicas y políticas, algunas de ellas parte de la propia UCD, descontentas con las reformas financieras, el modelo autonómico y la crisis de orden público, lo que debía traducirse en una rectificación conservadora de la dinámica nacional. Para dicha “transición paralela”, había que conseguir desplazar a Suárez con una moción de censura y sustituir su gabinete por un gobierno de concentración presidido por una figura de consenso, preferiblemente un militar, capaz de transmitir firmeza en la lucha contra ETA y el GRAPO. Una opción que, aunque la llevaba al límite, cabía dentro de la Constitución, era conocida por el resto de partidos y, sobre todo, por el propio Juan Carlos, que veía con buenos ojos que la encabezara una persona de su plena confianza, el general Armada, al que había encomendado además la reconducción de cualquier tipo de asonada militar. Fue una vez bloqueada esta vía, con la estratégica dimisión de Suárez en enero de 1981 y la propuesta de Leopoldo Calvo-Sotelo para sustituirlo, cuando Armada habría forzado los acontecimientos. Sin autorización real en esta ocasión, habría recurrido al anteriormente condenado Tejero para desencadenar un golpe que después pudiera reconducir para convertirse en presidente del gobierno. Bajo este prisma, que no niega los contactos previos de signo político entre Armada y el monarca, cobraban más sentido las “demasiadas horas” transcurridas hasta el mensaje televisivo de Juan Carlos, así como los silencios del general en los audios recientemente filtrados por la amante de real apellido.

Vehículos militares delante del Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981 en Madrid. EL PAÍS

Junto a la obra de Muñoz Bolaños, la contextualización general del 23F ha seguido avanzando en todos los frentes. Es mucho lo que se conoce ya sobre los intentos de profesionalizar el Ejército para que dejara atrás esa mentalidad intervencionista tradicional, gracias a publicaciones como Arando la mar, las memorias del general Manuel Díez-Alegría, en edición de Pablo González-Pola de la Granja. De la misma forma, contamos con biografías solventes tanto de Gutiérrez Mellado y su tiempo, de Fernando Puell de la Villa, como por supuesto de Adolfo Suárez, de cuya dimisión y sus circunstancias aportaba datos fundamentales la biografía política que le dedicó el profesor Juan Francisco Fuentes, autor igualmente de El golpe que acabó con todos los golpes. Y gracias a que el incombustible Xosé Fortes se ha vuelto a poner recientemente En la piel de los héroes, sabemos de la participación de los miembros de la Unión Militar Democrática (UMD) en la política de nombramientos y cambios de destino del ministro de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún, que resultó decisiva para romper la unidad franquista de las Fuerzas Armadas e hizo más difícil el efecto dominó que trató de provocar Milans del Bosch el 23F.

Pero no sólo de militares vivió el golpe. La “trama civil”, y en qué medida quedó desactivada con la nominación de Calvo-Sotelo o continuó con sus intrigas palaciegas, sigue generando las mayores incógnitas sin resolver. A este respecto, no despejó dudas La gran desmemoria, obra de la periodista Pilar Urbano, construida sobre entrevistas, dictámenes e informes que la autora afirmaba haber realizado y consultado, pero sin que se reprodujeran ni aparecieran correctamente referenciados. Ahora bien, informes sobre la oportunidad y constitucionalidad de un hipotético “golpe de timón”, haberlos los hubo, y circularon abundantemente por los mentideros de la capital. Algunos han salido a la luz, como un texto sobre “La función arbitral de la Corona” depositado en el archivo personal de Carlos Ferrer Salat, presidente de la CEOE entre 1977 y 1984, o los memorándums que Enrique Múgica preparaba para Felipe González citados por Jordi Gracia en su libro sobre Javier Pradera, uno de los responsables de la edición especial “en defensa de la ley y la Constitución” lanzada por El País apenas unas horas después del inicio del golpe. Y tampoco faltaron los dictámenes posteriores, como el elaborado por Manuel García-Pelayo, otro antiguo republicano, que consideraba que la monarquía había asegurado las garantías constitucionales durante el 23F, en especial dada la formación de una Comisión de Secretarios de Estado y Subsecretarios, garante de la continuidad de las instituciones civiles en ausencia del gobierno, secuestrado en las Cortes.

Son precisamente las cintas grabadas el 23 y 24 de febrero por el responsable de dicha Comisión, Francisco Laína García, entonces director de la seguridad del Estado y uno de los grandes actores en la sombra de la Transición, la principal fuente que permanece oculta a los investigadores, algunos de los cuales niegan no obstante su existencia. Según declaraciones del propio Laína, se trataba de las comunicaciones telefónicas efectuadas desde el Congreso ocupado por los golpistas, así como la actividad de la Comisión para contactar con los gobiernos civiles de las distintas provincias, transmitir instrucciones y recabar informaciones sobre la situación. Conocerlas nos permitiría trazar un mapa mucho más completo sobre el desarrollo del 23F a nivel nacional, algo que, con la única excepción de Cataluña, tampoco ha sido objeto de atención monográfica.

Recomponer al fin el puzle completo del 23F requeriría la publicación de dichas grabaciones, así como la desclasificación de cualquier clase de fuente oficial disponible sobre la intentona golpista. La historia es por naturaleza complicada, y la sociedad española está perfectamente preparada para un relato complejo de unos acontecimientos que, lejos de cualquier respuesta simplista, Ramón J. Sender acertaba al caracterizar como un buen chandrío. De lo contrario, las preguntas continuarán y con ellas persistirán las dudas.

Guía de lectura

Historia, ensayo, memorias

  • El Golpe. Anatomía y claves del asalto al Congreso, de Julio Busquets, Miguel Ángel Aguilar e Ignacio Puche. Ariel, 1981.
  • Todos al suelo: la conspiración y el golpe, de Ricardo Cid Cañaveral, Bonifacio de la Cuadra, José Ángel Esteban, Fernando Jaúregui, Rosa López, José Luis Martínez y Juan van den Eynde. Punto Crítico, 1981.
  • Los Ejércitos…más allá del golpe, de Colectivo Democracia. Planeta, 1981.
  • Arando la mar, de Manuel Díez-Alegría. Edición de Pablo González-Pola de la Granja. Impronta, 2023.
  • El 23-F a Catalunya, de Andreu Farràs y Pere Cullell. Planeta, 1998.
  • 23-F. La farsa: Historia de una investigación amañada, de Carlos Fonseca. Plaza & Janés, 2024.
  • En la piel de los héroes. Una conspiración democrática en el ejército franquista, de Xosé Fortes y Xabier Fortes. Tusquets, 2024.
  • Adolfo Suárez. Biografía política, de Juan Francisco Fuentes. Planeta, 2011.
  • 23 de febrero de 1981. El golpe que acabó con todos los golpes, de Juan Francisco Fuentes. Taurus, 2020.
  • El Rey, de Manuel García-Pelayo. Tecnos, 2024.
  • Javier Pradera o el poder de la izquierda, de Jordi Gracia. Anagrama, 2019.
  • 23-F: Los golpes de estado, de Roberto Muñoz Bolaños. Última Línea, 2015.
  • El 23-F y los otros golpes de Estado de la Transición, de Roberto Muñoz Bolaños. Espasa, 2021.
  • Los años que todo lo cambiaron. Memoria política de la Transición, de Alberto Oliart. Tusquets, 2019.
  • La noche de Tejero, de José Oneto. Planeta, 1981.
  • Gutiérrez Mellado y su tiempo, 1912-1995, de Fernando Puell de la Villa. Alianza, 2020.
  • Con la venia... yo indagué el 23-F, de Pilar Urbano. Argos-Vergara, 1982.
  • La gran desmemoria: lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar, de Pilar Urbano. Planeta, 2014.

Narrativa

  • Chandrío en la plaza de las Cortes, de Ramón J. Sender. Destino, 1981.
  • Anatomía de un instante, de Javier Cercas. Random House Mondadori, 2009.

 


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