Lecturas decisivas para las elecciones estadounidenses

De las memorias de Melania Trump y Nancy Pelosi a los ensayos políticos para interpretar la deriva de Estados Unidos y salvar una democracia en apuros. Un repaso a los libros que definen el estado de ánimo del país asomado al abismo

Los libros de Elle Reeve, Carlos Lozada, Paola Ramos, Steven Levitsky y Danel Ziblatt, Brody y Luke Mullins, Daniel Schlozman y Sam Rosenfeld, Arlie Russell Hochschild, y Yuval Levin.ISIDRO BREA

El Libro de Washington es un género ciertamente menor de la literatura estado­unidense que se abastece de materiales de diversa procedencia. De las memorias de los presidentes, antes o después de serlo, a la carta de presentación al mundo de un candidato en campaña. De las revelaciones, explosivas o no tanto, del paso de un funcionario por la Casa Blanca a la enésima biografía de Ronald Reagan o lo nuevo de aquel ya-no-tan-legendario-reportero.

Como todo género, tiene sus propias regl...

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El Libro de Washington es un género ciertamente menor de la literatura estado­unidense que se abastece de materiales de diversa procedencia. De las memorias de los presidentes, antes o después de serlo, a la carta de presentación al mundo de un candidato en campaña. De las revelaciones, explosivas o no tanto, del paso de un funcionario por la Casa Blanca a la enésima biografía de Ronald Reagan o lo nuevo de aquel ya-no-tan-legendario-reportero.

Como todo género, tiene sus propias reglas: el pacto con sus lectores no necesariamente garantiza la gran literatura, acostumbran a estar escritos en colaboración con un sufrido autor a sueldo y generan jugosos adelantos casi imposibles de recuperar. Suelen tener una nutrida sección de agradecimientos, en la que no es raro acordarse de Dios, pero a menudo prescinden del índice onomástico: así evitan la tentación a las personas que salen citadas de buscarse en sus páginas y, satisfecha la curiosidad, ahorrarse la compra.

No necesariamente tienen por qué estar escritos por protagonistas o tratar asuntos de la capital estadounidense, porque Washington, más que un lugar, es un estado mental. Así, las confesiones de, pongamos, la gobernadora de Dakota del Sur y asesina de perros Kristi Noem también pueden considerarse un Libro de Washington siempre y cuando sirvan para alimentar el ciclo incesante de noticias.

Desde el punto de vista de su vida en las librerías (especialmente en las de Washington, la ciudad, no el estado mental), son fáciles de reconocer porque pasan en un parpadeo del escaparate a engordar la pila de saldos. También porque el género, que en realidad nunca descansa, registra un pico de producción cada cuatro años, poco antes de las elecciones.

Un negocio de Washington DC, con carteles que exigen que se cuenten los votos en las elecciones presidenciales de 2020, la mañana después de las elecciones, el 4 de noviembre de 2020.Andrew Lichtenstein (Corbis / Getty Images)

Estos meses han visto la luz en Estados Unidos reveladores reportajes que desentrañan las últimas mutaciones del trumpismo, ensayos destinados a influir en el debate público sobre los problemas que aquejan a la democracia más antigua del mundo y una trascendental defensa de la libertad que firma el siempre lúcido historiador Timothy Snyder (Sobre la libertad, Galaxia Gutenberg). Y también han salido muchos Libros de Washington. Entre otros, una perezosa y selectivamente amnésica colección de recuerdos de Melania Trump (Melania) —que al menos nos ha servido para saber que se cartea con Carlos III de Inglaterra y que apoya el derecho al aborto pese a estar casada con el hombre que lo tumbó—; las “reflexiones sobre la vida, el amor y la libertad” de Hillary Clinton (Something Lost, Something Gained); las memorias de Ketanji Brown Jackson, primera jueza negra del Supremo (Lovely One); la historia personal de cómo Nancy Pelosi pasó “de ama de casa a congresista y de ahí a presidenta de la Cámara de Representantes” (The Art of Power); y el único del lote verdaderamente recomendable: The Wolves of K Street (los lobos de la calle K).

'The Wolves of K Street' cuenta cómo la industria del ‘lobby’ pasó de tener 50 agentes en 1967 a casi 15.000 en 2007

Escrito por dos hermanos periodistas, los Mullins, The Wolves of K Street cuenta, a ratos con el aire de un true crime, la espeluznante historia de cómo la industria del lobby, que solía arracimarse en la calle K de la capital, pasó de tener “50 o 60 agentes registrados” en 1967 a “casi 15.000″ en 2007, momento de su apogeo, y a recibir el año pasado 4.200 millones de dólares a cambio de influir en el Gobierno federal. Difícil encontrar entre la producción reciente una lectura más esclarecedora sobre Washington. La ciudad y el estado mental.

El columnista Carlos Lozada ha pasado casi una década (en el Post y en The New York Times) entregado al trabajo de crítico especializado en esos libros políticos, labor que acaba de resumir reuniendo 50 de sus artículos en un jugoso volumen titulado The Washington Book, del que salen algunas de las ideas que encabezan este texto. En él, recuerda la frase que más ha escuchado después de contarle a un extraño a qué se dedica: “¡Lees esos libros para que no tengamos que hacerlo los demás!”. También defiende los beneficios de ir más allá de la “lectura de Washington” (caracterizada por un escaneo rápido y superficial del contenido); es en lo más profundo de la sima del aburrimiento de esos ejercicios literarios, advierte Lozada, un crítico agudo y divertido, donde aguarda a veces, solo a veces, el destello de la verdad.

Tres de los cuatro candidatos a presidente y vicepresidente de estas elecciones son autores publicados. Están las obras completas de Donald Trump: 2.212 páginas, sin contar con los tres fotolibros que ha sacado tras dejar a regañadientes la Casa Blanca (el último salió en verano, y es otro tributo a su megalomanía). Y luego están los libros sobre su figura, toda una industria que, sorprendentemente, continúa dando valiosos frutos como Lucky Loser (perdedor con suerte), de los reporteros de investigación de The New York Times Russ Buettner y Susanne Craig, quienes desmontan con eficacia las “ilusiones de éxito” como empresario del expresidente y prueban que dos de las principales fuentes de su riqueza poco tienen que ver con la destreza en los negocios: la herencia que recibió de su padre y el dinero que hizo como estrella de la telerrealidad.

‘Lucky Loser’ rebate a Trump como exitoso empresario: heredó su fortuna y ganó mucho dinero como estrella de la telerrealidad

Lucky Loser acaba resultando una lectura más interesante que El camaleón (Península), de Maggie Haberman, también periodista del Times, una biografía centrada en la forja del magnate en Nueva York perjudicada por la gran expectación que la precedió. Haberman fue una de las periodistas de referencia durante la era de Trump y uno habría esperado más de su cambio de formato. El vigesimotercer ensayo del periodista que destapó el Watergate Bob Woodward (War) también se centra (de nuevo) en la figura del expresidente. Los editores de Woodward lo promocionan con un eslogan que por fuerza tiene que ser reciclado —”¡el libro que tienes que leer antes de votar!”— tal vez porque habría quedado peor destacar que el reportero de The Washington Post ha vuelto a guardarse una exclusiva (que Trump envió test de covid a Putin en lo peor de la pandemia) para poder vender así mejor su producto.

Es muy probable que la balda de títulos sobre Kamala Harris nunca engorde tanto como la de su rival. Aún son útiles las biografías publicadas con motivo de su ascenso a la vicepresidencia —la del periodista californiano Dan Morain en Roca Editorial, por ejemplo, o la que escribió entonces la española María Ramírez, que reedita ampliada Debate y es una eficaz introducción a su figura—, y muy seguramente haya unos cuantos proyectos en marcha, parados a la espera de saber si se convierte o no en la primera presidenta de la historia de Estados Unidos. Entre tanto, ahí están sus dos volúmenes de memorias que, si bien se dejan leer, señalan otra diferencia de la candidata con Barack Obama, al que Lozada define como “un político que podría haberse ganado la vida como escritor”.

El crítico no incluye en The Washington Book a J. D. Vance, compañero de papeleta de Trump, y eso que Vance es autor de uno de esos pocos Libros de Washington que además leyeron sus compradores. Hillbilly, una elegía rural (Deusto) son las memorias de cierto valor literario de un nieto de los Apalaches e hijo de la epidemia de los opiáceos al que las élites liberales buscaron con gran interés en 2016 para tratar de entender el desencanto de las clases bajas blancas que auparon a Trump. En cuanto a Tim Walz, que aspira a segundo de a bordo por Harris, se ve que su irrupción en la escena política nacional fue inesperada también para él: en todos sus años como congresista y gobernador de Minnesota no pensó que debía escribir una carta de presentación para cuando llegara el momento, porque tal vez no creyó que fuera a llegar.

El libro de Vance se publicó en junio del año de la victoria de Trump, tres meses antes que Extraños en su propia tierra (Capitán Swing), de la socióloga Arlie Russell Hochschild, y ambos se disputaron la atención de quienes buscaban explicaciones a la derrota de Hillary Clinton. Hochschild vuelve en estas elecciones a apostar en la ruleta de la relevancia con su recién publicado Stolen Pride (orgullo robado). Si en aquel viajaba al sur de Estados Unidos para escribir sobre la contradicción que representa que quienes más necesitan al Gobierno hayan acabado en brazos del partido que aspira a desmantelarlo, ahora pone la lupa sobre un condado de los Apalaches, puro territorio de Vance. Y no en cualquier condado, sino en el más blanco y uno de los más pobres del país. A Hochschild esta vez le interesa la astucia de Trump a la hora de entender “la paradoja del orgullo” de esos habitantes de Kentucky: la fuente de su satisfacción, esa fe en el “trabajo duro y la responsabilidad personal”, es la misma que les deja con la amarga sensación de vergüenza propia del fracaso cuando las cosas vienen mal dadas.

Interior de la sala principal de lectura de la Biblioteca del Congreso, el 27 de agosto de 2024, en Washington D.C.Kevin Carter (GETTY IMAGES))

El problema de Stolen Pride es que las élites (los medios) hace mucho que dejaron de ignorar el universo MAGA (Make America Great Again), que ocupa a diario más páginas de periódico y minutos de televisión de las humanamente asimilables, y por eso, ocho años después de que su big bang cogiera desprevenidos a todos (menos a Hochschild), tal vez sean necesarios acercamientos más sofisticados. Por ejemplo, los que ofrecen las jóvenes periodistas Elle Reeve y Paola Ramos.

Reeve, enviada especial de la CNN a los márgenes del trumpismo, investiga en Black Pill (píldora negra, en un homenaje a Matrix) cómo los rincones más oscuros de internet se han materializado en la realidad de la extrema derecha estadounidense. En otras palabras: cuenta cómo Pepe, tal vez el meme más famoso e inquietante, se convirtió en “un guerrero de Trump”, como le dice a la autora un asistente al mitin que desencadenó el asalto al Capitolio. Ramos, por su parte, se fija en Desertores (Vintage Español) en el auge entre los latinos del Partido Republicano más extremo, fenómeno que alientan tres ideas fuerza: el tribalismo —la discriminación entre distintas comunidades de hispanos—, el tradicionalismo y los traumas causados por el pasado político de América Latina. Ramos se adelanta así a una de las posibles paradojas de estas elecciones: el aumento del apoyo latino a un candidato de discurso xenófobo que promete una deportación masiva si gana.

Para escribir sus despachos, ambas reporteras recorrieron el país en busca de historias, lo que las convierte en eso que Cristina Olea, corresponsal de TVE, llamaría “periodistas de barro”, en contraposición a las “de moqueta”. Olea, diestra en ambas superficies, acaba de publicar La gran fractura americana (La Esfera de los Libros), un destilado de sus cinco años en Washington (o mejor sería decir: más allá de la moqueta de Washington) a través de los personajes que ha ido encontrando como enviada especial: desde un veterano de Irak y Afganistán acosado por los recuerdos a la madre de un caído en otra guerra, la del fentanilo. Su crónica, narrada con el estilo claro y convincente con la que da las noticias en el Telediario, se inscribe así en dos fecundas tradiciones: la mirada del extranjero sobre Estados Unidos, género tan viejo como Tocqueville, y las memorias de los corresponsales de paso por un país siempre interesante. “Como corresponsal”, escribe Olea, “no solo cuentas las promesas de los líderes, también documentas cómo las rompen”.

Otro que no ha querido perderse estas elecciones es el pensador conservador Yuval Levin. En 2016, habló en The Fractured Republic de una república rota por la nostalgia. Cuatro años después examinó en A Time to Build (tiempo de construir) la desconfianza de sus compatriotas en las instituciones e imaginó un plan para restituirla. En su reciente American Covenant (pacto estadounidense) propone contemplar la Constitución “más como una solución que como un problema”.

Erwin Chemerinsky cree que la Constitución está obsoleta y es “la mayor amenaza a la democracia nunca vista”

Esa visión optimista contrasta con el sombrío acercamiento del ensayo No Democracy Lasts Forever (ninguna democracia dura para siempre), en el que el decano de la Facultad de Derecho de Berkeley, Erwin Chemerinsky, se propone demostrar que los enormes cambios registrados en el último medio siglo en el “paisaje político” de Estados Unidos no solo han hecho del texto fundamental, aprobado en 1787, un documento obsoleto, sino que también lo han convertido en “la mayor amenaza a la democracia nunca vista”. “Tal vez piensen que estoy siendo demasiado apocalíptico”, escribe Chemerinsky. “Después de todo, Estados Unidos ha prosperado durante más de 200 años con la Constitución. Pero ningún país permanece en esa posición [de riqueza y poder] para siempre”.

En el análisis de las múltiples amenazas a la democracia, tema favorito de los escritores de discursos de ambos partidos y todo un subgénero del actual ensayismo estadounidense, Daniel Schlozman y Sam Rosenfeld se ocupan en The Hollow Parties (partidos huecos) en el sistema de partidos, del que se declaran “firmes creyentes” para, con esas credenciales, lanzar un SOS en toda regla. Es un repaso histórico, pero antes que nada es la denuncia de un secuestro: el que desde los años setenta han perpetrado “grupos satélites” para poner ambos partidos, y sobre todo el republicano, al servicio de intereses particulares. Y eso explicaría una figura como la de Trump, que, consideran los autores, nunca habría podido abrirse paso en otro tiempo, un tiempo de partidos fuertes y llenos de contenido.

La deriva antidemocrática del Partido Republicano es uno de los elementos centrales de La dictadura de la minoría (Ariel), la vuelta de la pareja de profesores de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt tras el fenómeno global de su anterior ensayo, Cómo mueren las democracias. Hablan, claro, del 6 de enero, pero también de cómo la formación conservadora se resiste a la transformación de Estados Unidos en una democracia multirracial (“que apoya la mayoría de los estadounidenses”) echando mano de triquiñuelas como el dibujo partidista de los distritos electorales o la supresión del voto de afroamericanos o latinos.

“Esta mayoría por sí sola no basta para salvar la democracia, porque en Estados Unidos las mayorías no gobiernan realmente. No es solo que los pasos que se han dado hacia una política más inclusiva hayan ocasionado una reacción feroz de una minoría autoritaria, sino que nuestras instituciones han potenciado la fuerza de ese pequeño grupo”, escriben Levitsky y Ziblatt al final de su ensayo, en el que parten del análisis de los cuatro años de Trump como “una excepción” y “una advertencia” cuya repetición solo podrá evitarse emprendiendo una profunda reforma del sistema.

Ese esfuerzo, reclamado desde ambos lados del espectro político pero especialmente desde la izquierda, se antoja tan gigantesco que tiene al país sumido en la melancolía de un sistema que sienten que no funciona del todo bien, pero que tampoco parece posible arreglar. Eso, sin contar que La dictadura de la minoría, de reciente aparición en español, se publicó a finales del año pasado en Estados Unidos. Entonces, las opciones de que el expresidente repitiera en la Casa Blanca parecían más remotas que las de que acabara en la cárcel. A menos de 20 días de las elecciones más reñidas de la historia reciente, la idea de una segunda vuelta ya no suena descabellada.

Lista de lecturas

Sobre la libertad
Timothy Snyder
Traducción de Alejandro Pradera Sánchez
Galaxia Gutenberg, 2024
448 páginas. 21 euros

Desertores
Paola Ramos
Vintage Español, 2024
352 páginas. 10,44 euros (e-book)

La gran fractura americana
Cristina Olea
La Esfera de los Libros, 2024
388 páginas. 21,90 euros

La dictadura de la minoría
Steven Levitsky y Daniel Ziblatt
Traducción de Guillem Gómez Sesé
Ariel, 2024
400 páginas. 24,90 euros

El camaleón
Maggie Haberman
Traducción de Àlex Guàrdia Berdiell
Península, 2024
864 páginas. 29,90 euros

Kamala Harris, la primera
María Ramírez
Debate, 2024
104 páginas. 11,30 euros

Hillbilly, una elegía rural
J. D. Vance
Traducción de Ramón González Férriz
Deusto, 2017
256 páginas. 19,95 euros

Extraños en su propia tierra
Arlie Russell Hochschild
Traducción de Amelia Pérez de Villar
Capitán Swing, 2018
448 páginas. 23 euros

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