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Reportaje:Diseño

El regreso de la casa manifiesto

Integración o contraste: dos viviendas en opuesto diálogo con su entorno

Anatxu Zabalbeascoa

"Aquí se siente bien lo poco que es un hombre". El verso de Uxio Novaneira describe la casa que Carlos Quintáns ideó para un fotógrafo en la Sierra del Courel. Y explica el clima de la aldea coruñesa de Paderne. Allí, sobre un antiguo pajar, Quintáns levantó una vivienda de 100 metros cuadrados con una planta baja compartimentada por los dormitorios y un primer piso diáfano para las zonas de vida en común.

Fotógrafo y arquitecto partían de un lugar admirado, como detenido en el tiempo. Y comenzaron derribando todo lo nuevo que había sido añadido al muro de piedra del pajar original. Sobre este, levantaron una estructura de madera laminada que forraron con castaño por fuera y con DM hidrófugo por dentro. Como fachada, un mirador es el muro transparente y paradójico de esta casa recogida, íntima. Como una pieza sin tiempo, el trabajo de Quintáns tiene el mismo futuro que pueda tener una piedra: todo. La casa encaja en la sierra, en el tiempo, en la vida del pueblo y en el propio pueblo. Y no tiene necesidad de elegir entre la arquitectura popular y la culta. Lo que es depende de quién la juzgue. Manda, sin embargo, un mensaje profundo. Consigue que una casa sea también un lugar.

Hay otros lugares, otros arquitectos, otras maneras de vivir y, por supuesto, otras verdades. En la sierra de Ávila, Juan Herreros ha ideado otra construcción pequeña y retirada que levantó sin remover la tierra y construyó en apenas un día. El arquitecto cuenta que su refugio no quiere ser un contrapunto: "No actúa como negativo de la ciudad sino como expansión de registros y experiencias de sus habitantes más implicados". Así, la casa Garoza 10.1 que le ha diseñado al grafista Rafa Celda viene a ser un prototipo industrializado ampliable. Puede crecer, puede repetirse. Podría estar en cualquier sitio.

Un espacio interior de doble altura acoge las funciones diurnas y los altillos son el lugar para dormir, trabajar y almacenar. Fuera, una plataforma de observación asienta la casa y crea un paisaje artificial. Herreros cuenta que su vivienda "no doblega la naturaleza, la deja inalterada al apoyarse sobre unas delicadas patas para dialogar con un paisaje admirado, confrontado ahora con una estética contemporánea".

La integración por contraste más que por mimetismo de Herreros en Castilla es la idea opuesta a la de Quintáns en Galicia. Más allá de los idearios y maneras de dialogar con el lugar, la construcción de estos refugios también habla idiomas contrapuestos. Fue la dimensión de los camiones y las carreteras lo que decidió los tres metros lineales para los módulos de la vivienda de Herreros. El arquitecto madrileño quiso "una calidad técnica urbana: suelos radiantes, domótica..." para pisar la naturaleza, y buscó no agredir el paisaje empleando un sistema de construcción en seco.

Quintáns habla de aprender de mirar al monte. Herreros explica que el carácter objetual de su casa la inscribe en la cultura de los "productos de afecto" actuales y describe su experiencia como una combinación de la vieja aspiración de las casas construidas en una fábrica con la idea de "instalación" que cultiva el arte contemporáneo. Entre los dos, con sus pequeñas obras, definen el potencial, complementario y contrapuesto, de la arquitectura actual.

Vivienda de Juan Herreros en la sierra de Ávila.
Vivienda de Juan Herreros en la sierra de Ávila.
Casa de Carlos Quintáns en la Sierra del Courel.
Casa de Carlos Quintáns en la Sierra del Courel.

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