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Brasil acelera la caída de la deforestación en vísperas de acoger la cumbre del clima

La destrucción de la selva cae un 11% en el último año y el Gobierno de Lula reitera que acabará con la tala ilegal antes de 2030

Deforestación Amazonas en Brasil

Un respiro para la mayor selva tropical del mundo. El año pasado, Brasil, que atesora el 60% de la Amazonia, siguió reduciendo la deforestación y alcanzó la mejor cifra desde 2013. Se destruyeron 5.796 kilómetros cuadrados de vegetación nativa, un 11% menos que el año anterior. La deforestación se redujo en ocho de los nueve estados brasileños que se reparten la Amazonia. Los resultados serían aún mejores si no fuera por la excepción de Mato Grosso, el líder en producción agrícola, donde la deforestación avanzó un 26%. Los datos son del sistema Prodes del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), un órgano estatal que hace décadas desarrolló una tecnología de punta para monitorear la tala con imágenes captadas vía satélite.

En la presentación de los datos el jueves, todo eran sonrisas en el Ministerio de Medio Ambiente. Los buenos resultados llegan a pocos días de que Brasil celebre, precisamente en la Amazonia, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima, la COP30. La ciudad de Belém recibirá a delegaciones de todo el mundo para debatir sobre el futuro del planeta, y el Gobierno brasileño se ha empeñado en colocar a la Amazonia en el centro del debate. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva podrá presumir de resultados: si se suman los tres años que lleva en el Gobierno, la deforestación ha caído a la mitad respecto al último año del Gobierno de Jair Bolsonaro.

Las buenas noticias, además, llegan por partida doble. Además de en la Amazonia, la deforestación también ha caído en el Cerrado, un bioma menos sexy mediáticamente y algo desconocido pero aún más amenazado. Se trata de la sabana tropical que en muchos casos hace de frontera natural con la selva y que sufre una fuerte presión agrícola.

Cuando el Gobierno empezó a reforzar la lucha contra la deforestación en la Amazonia, los deforestadores migraron al Cerrado, donde la tala ilegal se disparó. Ahora por fin se ha conseguido controlar en los dos biomas. El año pasado la frágil sabana brasileña perdió algo más de 7.200 kilómetros cuadrados, un 11,5% menos.

“La reducción de la deforestación en la Amazonia y en el Cerrado es la confirmación de que la agenda ambiental es prioritaria y transversal en el Gobierno del presidente Lula”, decía la ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático, Marina Silva, al presentar los datos.

Esa transversalidad es una de las claves del éxito. En los planes anti deforestación están involucrados 19 ministerios. Es una de las condiciones que Silva le puso a Lula para aceptar de nuevo el cargo de ministra. No quería trabajar sola. Ella ya fue la principal artífice de la notable caída de la deforestación en la primera Administración del líder de la izquierda brasileña. Fue convocada para lograrlo de nuevo, con el desafío añadido de reconstruir toda la política ambiental destruida en los cuatro años de Bolsonaro.

La reducción de la deforestación se explica por un conjunto de factores: se reforzaron los controles en el campo, se empoderó a la policía ambiental defenestrada por Bolsonaro, aumentaron las multas y los embargos. También se han creado, por primera vez, planes específicos para luchar contra los incendios forestales y se han multiplicado las donaciones al Fondo Amazonia, que después de que quedara congelado con el expresidente ultra en los últimos tres años recibió donaciones de Noruega, Alemania, EEUU, Reino Unido, Dinamarca, Suiza, Irlanda y Japón.

Muchas son fórmulas que ya tuvieron éxito en la primera gestión de Silva en el ministerio, pero también hay innovaciones, como un programa concentrado en los municipios con peores números. A los campeones de la destrucción se les incentivó con más recursos y herramientas de combate al crimen si lograban frenar la destrucción. Se sumaron 70 y el año pasado redujeron la tala ilegal un 65,5%.

El Gobierno brasileño resalta que la reducción de la deforestación el año pasado supuso evitar la emisión de 733,9 millones de toneladas de CO2 en los últimos tres años. La cifra equivale a las emisiones relativas de 2022 de España y Francia juntas.

En la COP30 cada país jugará sus cartas en las complejas negociaciones climáticas, y Brasil argumentará que está capturando carbono y dejando de emitir gases de efecto invernadero gracias a que está cuidando de su mayor tesoro natural. Lula sigue firme en su compromiso de erradicar totalmente la deforestación antes de 2030. Esa es la cara de la moneda.

La cruz, y lo que seguramente suscitará protestas y muchas preguntas incómodas en la cumbre climática, es su apuesta decidida por los combustibles fósiles. Hace pocos días, el Gobierno dio luz verde a que la petrolera Petrobras busque petróleo en una zona de alta mar frente al delta del río Amazonas. Es un proyecto muy controvertido y que amenaza con eclipsar los buenos resultados en la lucha contra la deforestación.

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