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“Llevamos rato oyendo el mismo cuento”: la vida cotidiana en Venezuela transcurre alejada del fantasma de una invasión

La escalada de la tensión y el estado de máxima alerta declarado por Maduro chocan con las prioridades de la población, que vive al día lidiando con sus angustias económicas

Protesta en Caracas (Venezuela), en agosto de 2025.

Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunciaba el martes el ataque militar a una embarcación que, según aseguró, salía de las costas venezolanas cargada de drogas, Nicolás Maduro, sin darse por aludido, aparecía en televisión. Se mostró distendido y de buen humor, recordó sus inicios como militante político en El Valle, una urbanización empobrecida del oeste de Caracas, pero siempre tratando de transmitir la idea de tener el control político de su Gobierno.

El estado de alerta mantiene su máximo nivel en las estructuras de poder de la revolución bolivariana en este nuevo choque con la Casa Blanca. En las calles de Venezuela, sin embargo, la vida cotidiana de la población transcurre mayoritariamente al margen de estas tensiones. Son pocos, en realidad, los que visualizan en Venezuela la inminencia de un conflicto armado o de un cambio de régimen.

Maduro aseguró que, de ser agredidos, los chavistas se declararán “en lucha armada”, un escenario extremo que ha estado presente en todas las hipótesis de conflicto del oficialismo en estos años, y que le da contenido al carácter cívico-militar y la inspiración guevarista de este movimiento.

El Gobierno se esmera ahora en documentar al detalle, a través de constantes comunicaciones emitidas por la televisión estatal, los operativos antinarcóticos llevados a cabo por el Ejército y la Guardia Nacional en los estados Zulia, Táchira y Amazonas, fronterizos con Colombia. En las calles hay controles policiales y militares haciendo trabajos de patrullaje e inteligencia. Algunos uniformados se han asentado en barriadas populares periféricas y superpobladas de la ciudad, en busca de personas susceptibles de ser alistadas.

Las jornadas de reclutamiento de civiles organizadas por las autoridades chavistas en la Plaza Bolívar de Caracas han tenido un claro contenido político, en el cual abundan las consignas nacionalistas.

Las imágenes de Simón Bolívar y Francisco de Miranda, próceres de la independencia; de José Gregorio Hernández, científico que está a punto de ser santificado por el Vaticano; de Alí Primera, cantor de protesta de izquierdas; y de María Lionza, diosa de un culto afro indígena que es popular en las capas más bajas de la población, han sido recreadas por el Gobierno con inteligencia artificial en televisión y en las redes, llamando a la población a alistarse para enfrentar el enemigo imperial.

“Resuelvan sus terribles problemas y aléjense de las costas de Venezuela”, afirmó hace poco Delcy Rodríguez, vicepresidente de la República, quien dijo de nuevo que las acusaciones de narcoterrorismo que le hace Washington al gobierno de Maduro, “son una de las mayores calumnias de la historia”.

La respuesta de la gente al llamado del Gobierno a alistarse no ha sido para nada multitudinaria, pero sí han congregado unos cuantos centenares de personas de todas las edades.

“Yo no sé si la gente tiene muy claras las consecuencias de una invasión militar de los Estados Unidos, la clase de desastre que eso sería. Bueno, todo se paralizaría, algunos de nosotros ya no estaremos aquí”, sostiene Alfonso Ramos, que es abogado. “Al final yo estoy seguro de que no va a pasar nada. Esto lo hemos vivido antes. Va a terminar como siempre. Vendrá la presión y ellos no se van a dejar”.

Muchísimos venezolanos de la diáspora mantienen una fe creciente en que el desarrollo de estas tensiones le agrietará el piso al chavismo y terminarán por concretar la transición a la democracia. Dentro del país, esta expectativa está mucho más matizada. “No me interesa el tema, la verdad, si quieren invadir que invadan, o no lo hagan, que paguen los que tengan que pagar”, afirma Jesús, mototaxista apostado en la avenida Solano, en la zona residencial de Sabana Grande. “Yo me olvidé de eso ya. Lo único que sé es que si no trabajo, no como. Tenemos rato oyendo el mismo cuento, que si viene el cambio, o vienen los gringos”.

Por estos días, Henrique Capriles, uno de los líderes opositores, ha recibido una descarnada andanada de críticas en las redes sociales luego de distanciarse de cualquier procedimiento militar concebido para presionar a Venezuela, e incluso de poner en duda la existencia del Cartel de los Soles en una entrevista. Los dardos más feroces han provenido de sus antiguos compañeros de Primero Justicia.

“Bueno, lo que pasa es que el Gobierno de Maduro se buscó esto, no enseñó las actas, no demostró su victoria, aquí quedaron muchas dudas”, dice Juan Pablo Jiménez, técnico en electrónica, quién se muestra totalmente escéptico ante la posibilidad de que las tensiones escalen y se produzca un cambio político en el país.

“Si se atreven a poner un pie en Venezuela, si nos atacan, estamos listos para luchar”, manifestó el ministro de Defensa y general en jefe de la Fuerza Armada Bolivariana, Vladimir Padrino López, uno de los aliados más firmes de Maduro en su cúpula de poder. Padrino sostiene que Estados Unidos está buscando un conflicto continental con sus denuncias.

El anhelo de cambio político es en este momento un sentimiento ampliamente extendido en Venezuela. Sobre una invasión militar, el consenso no es tan visible. La narrativa del Gobierno de Maduro en torno a la defensa de “la patria de Bolívar”, tiene llegada en una parte de la población, que comparte en todo caso la antipatía en torno a la idea de una agresión extranjera.

“Algo van a hacer los americanos con todas esas armas, no creo que vengan de paseo”, comenta Giovani González, que se gana la vida como electricista. “Yo sí creo que la gente tiene alguna inquietud, alguna curiosidad por saber. Lo que pasa es que ahora aquí no se puede estar diciendo nada porque te pueden meter preso. Hay mucho miedo.”

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