Venezuela: ¿un mañana para todos o más presión contra Maduro?
El camino hacia una solución negociada, que garantice un futuro para todos los venezolanos, se hace más urgente que nunca

Venezuela se encuentra en un punto de inflexión. Tras la reciente escalada de tensión con Estados Unidos, marcada por el uso de fuerza letal que mató a 11 personas, en una embarcación que supuestamente transportaba narcóticos, la posibilidad de una solución negociada, que garantice un futuro para todos los venezolanos, se hace más urgente que nunca.
Nadie sabe hasta dónde escalarán las acciones, pero la nueva estrategia de presión de Estados Unidos, desplegada hace cuatro semanas, apunta a cuatro posibles escenarios:
- Forzar una negociación hacia una transición democrática;
- Provocar una fractura interna en el régimen mediante la asfixia económica de sus actividades ilícitas;
- Ejecutar una intervención militar que conduzca a un cambio de gobierno;
- Obligar a Maduro a cooperar con Estados Unidos en su política antidrogas;
En cualquiera de estos casos, se impone una máxima: es momento de impulsar una negociación que garantice un mañana para los distintos sectores. Imaginar ese futuro no implica ingenuidad. Al contrario, exige enfrentar una complejidad profunda y diseñar opciones viables para cada uno de los actores en disputa.
Durante las últimas semanas, Estados Unidos ha desplegado una fuerza naval con capacidad letal: hay buques de guerra, un submarino nuclear y más de 4.500 soldados. Entre sus capacidades está el lanzamiento de misiles Tomahawk. Basta recordar la operación del Gobierno de Donald Trump en Irán en junio pasado para imaginar un escenario similar en Caracas. Aun así, la invasión sigue siendo el escenario menos probable.
No obstante, disparar un misil contra una embarcación endeble y anunciar con bombos y platillos la muerte de presuntos narcotraficantes ya ha demostrado el punto de Trump. Cualquier acción será justificada.
Uno de los elementos clave es el cerco internacional, que si bien desafiante, también representa una oportunidad democrática. La evidencia acumulada confirma que el Gobierno de facto solo puede sostenerse mediante la intensificación de violaciones a los derechos humanos, mientras se agotan los recursos para estabilizar la economía.
Griselda Colina, del Observatorio de Democracia, sostiene que la oportunidad democrática sigue viva. Afirma que el cerco militar podría propiciar una negociación, siempre que el chavismo reciba incentivos que incluyan su supervivencia política.
Por su parte, Andrés Izarra —exministro de Hugo Chávez y hoy en el exilio— descarta una invasión militar. En su opinión, las acciones de EE. UU. buscan forzar una negociación en espacios bilaterales, como los que permitieron el canje de prisioneros en julio. Sin embargo, insiste en que cualquier acuerdo debe ofrecer garantías reales para que los sectores del gobierno puedan mantenerse en el escenario político.
Mientras las tensiones aumentan, surgen propuestas desde negociadores informales. En consultas diplomáticas recientes resurgió la idea de repetir las elecciones. Otros grupos sugieren una transición interna, y desde los círculos de derechos humanos se discute la posibilidad de una ley de amnistía. Son apenas esbozos. La solución aún está por construirse.
El pueblo venezolano votó por un cambio el 28 de julio de 2024. Esa elección fue robada por Nicolás Maduro, quien optó por el camino más espinoso: sostenerse en el poder mediante la represión. Desde entonces, se ha verificado la hipótesis de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia sobre el carácter criminal del régimen.
A pesar del monumental fraude, la promesa de cambio sigue viva. El gobierno de facto no ha logrado normalizar la situación ni “pasar la página”. Lo que estaba roto se ha deshilachado aún más. Para mantenerse en el poder, Maduro ha intensificado la violación de derechos humanos. El pasado 30 de agosto, el Reino de Noruega expresó su alarma por el aumento de desapariciones forzadas, el uso excesivo de la fuerza contra manifestantes y los homicidios ilícitos.
En este contexto represivo, cada actor político ha optado por su propia estrategia de supervivencia. Entre las fuerzas democráticas hay dos corrientes: la liderada por González Urrutia, exiliado en España, y Machado, quien encabeza una resistencia clandestina. Ambos sostienen que el régimen no solo robó las elecciones, sino que opera en connivencia con el crimen organizado.
En contraste, figuras como Henrique Capriles Radonski —ex candidato presidencial y diputado electo— promueven una hipótesis de cooperación para facilitar una salida negociada. Lo acompaña una alianza encabezada por Un Nuevo Tiempo, que participó en los eventos electorales de este año, en un intento del régimen por estabilizar su gobierno de facto y desgastar a Machado y González Urrutia.
Maduro decidió desconocer los resultados del 28 de julio, inventarse otros y avanzar hacia una dictadura abierta. La solución, por tanto, no es sencilla.
Mientras el mundo se enfoca en otros conflictos, Venezuela avanza en la consolidación de su autoritarismo, adoptando una postura pragmática frente a Estados Unidos. Pero Washington ha seguido otra hoja de ruta: aumentó la recompensa por Maduro a 50 millones de dólares y declaró al Cártel de los Soles como organización terrorista. Según la inteligencia estadounidense, este cártel —a diferencia de los de Colombia o México— está auspiciado directamente por el Estado venezolano, en particular por sectores militares. La acusación es de extrema gravedad.
Pensar en un mañana es urgente. La élite gobernante se mueve con márgenes cada vez más estrechos. Sin embargo, sus integrantes son especialistas en sobrevivir. Han demostrado que son capaces de seguir avanzando aunque no vayan a ninguna parte. Por su parte, Trump parece sentir satisfacción con los decomisos de narcóticos. Ya EEUU ha demostrado su punto. No se despliega una fuerza de las características que se han conocido solo para “blufear”.
Nunca como ahora ha existido una oportunidad real de negociar. Aunque forzada por las circunstancias, esta conversación podría ser el inicio de una transición genuina.
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