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David contra Goliat en la música: un sambista brasileño acusa a Adele de plagio y la justicia le da la razón

El compositor Toninho Geraes llevaba años luchando para que se reconozca que la canción ‘Million years ago’ de Adele es un calco de su ‘Mulheres’, un éxito en Brasil desde los noventa

Toninho Geraes
El compositor Toninho Geraes, el pasado miércoles en Río de Janeiro.Aline Massuca (REUTERS)

De un lado, un compositor de sambas curtido en las noches de bohemia de Río de Janeiro. Del otro, una de las mayores divas de la industria de la música global. A priori, el viento no soplaba muy a favor de Toninho Geraes, pero la justicia le acaba de dar la razón en su lucha para que se reconozca que Adele le robó una canción. Se trata de Million years ago, una balada que la cantante inglesa incluyó en su disco 25. Su melodía es sospechosamente parecida a la de Mulheres, un clásico de la samba que escribió Geraes y que se hizo famoso en la voz del cantante Martinho da Vila a mediados de los noventa. Aún hoy, es uno de los éxitos más coreados en las concurridas rodas de samba de Río.

La canción de Adele, escrita junto al compositor y productor estadounidense Greg Kurstin, salió a la luz en 2015, en su tercer álbum de estudio. Geraes no la descubrió hasta años más tarde, cuando un colega la escuchó en una fiesta y pensó que la cantante británica había grabado una versión de la obra de su amigo. En 2021, el sambista contrató a un abogado especialista en derecho de autor, que notificó a Adele y a Kurstin buscando un acuerdo. Como no hubo respuesta, empezó a reunir pruebas, informes de peritos especializados y llevó la disputa a los tribunales.

Ahora, la justicia da la razón al compositor brasileño. El Tribunal de Justicia de de Río de Janeiro prohibió a las discográficas de la artista británica, Sony y Universal, que comercialicen la canción y ordenó su retirada de todas las plataformas digitales de streaming, como Spotify o YouTube, bajo amenaza de una multa de 50.000 reales (unos 8.000 dólares) por cada reproducción no autorizada. La decisión del juez, que considera que las dos obras tienen “una simetría imposible de disfrazar” no afecta sólo a Brasil, sino a los 179 países signatarios de la Convención de Berna. No obstante, no es definitiva, y de hecho, Universal ya ha recurrido. Considera que no hay plagio y que la decisión es desproporcionada.

De momento, la canción de Adele sigue disponible en Internet y ella no se ha pronunciado sobre la polémica. Quien sí ha hablado es Geraes, que asumió la batalla por su canción como una cruzada en favor de los derechos de autor, de los artistas brasileños y prácticamente de la soberanía nacional. “Parece que nuestro país, nuestros músicos, nuestras obras, están a merced de cualquiera para que llegue y haga lo que le dé la gana, usar y abusar”, criticaba estos días.

El sambista pide aparecer en los créditos de la canción, recibir parte de los royalties que el tema ha generado para Adele y las discográficas en todo este tiempo y una indemnización de un millón de reales por daños morales, aunque dice estar abierto al diálogo y no descarta llegar a un acuerdo si Adele, por fin, se da por aludida. En realidad, el músico brasileño intuye que la culpa no la tiene del todo la cantante y sospecha más bien de Kurstin, productor multipremiado y gran conocedor de la música brasileña, que incluso aprendió a tocar el berimbau, el instrumento que se usa en la capoeira.

El supuesto plagio de Adele tocó una de las fibras más sensibles en el sentimiento patrio en Brasil: el celo sobre la incontestable calidad de su música. Entre las numerosas muestras de apoyo que ha recibido Geraes estos días muchos recordaron una contienda similar que tuvo final feliz para Brasil a finales de los años setenta. Rod Stewart lanzó la canción Do Ya Think I’m Sexy?, con un estribillo prácticamente idéntico a una canción que es todo un himno del carnaval en Brasil, presente en cualquier fiesta que se precie: Taj Mahal, de Jorge Ben. En este caso, los dos llegaron a un acuerdo: el brasileño aparece en los créditos y Stewart donó todos los beneficios de la canción a Unicef. Años más tarde, confesaría en su autobiografía que cometió un plagio “inconsciente”, porque pasó un carnaval en Brasil y escuchó la canción a todas horas.


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