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Letras americanas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Catrileo, qué voz

El escritor mexicano Emiliano Monge analiza la última novela de la chilena Daniela Catrileo, ‘Chilco’, que además de repasar el estallido social antes de Boric es una disección brillante y dolorosa del momento actual del mundo

La escritora Daniela Catrileo
Daniela Catrileo, escritora chilena de origen mapuche, en Santiago de Chile, el 16 de Octubre de 2023.SOFIA YANJARI
Emiliano Monge

Tal y como se prometió y luego se desprometió para volverse después a prometer, sin decirlo, es decir, dándolo por sentado, seguimos en el sur, querido lector.

Y, además de que seguimos en el sur, porque la entrega anterior generó varios comentarios interesantes sobre el asunto de las estrategias para vencer la prisa de las modas que ha tomado a las librerías, seguimos también con ese asunto, el de esas estrategias. Es, por lo tanto, esta nueva entrega de nuestras letras, otra estrategia de combate.

Tirar del hilo o la cadena

Durante años, por no decir durante muchísimo tiempo, para no decir desde siempre, el lector que pasa de largo sin mirar los escaparates de las librerías e ignorando, también, las mesas que cada vez son más y que a veces parecen propiedad de las distribuidoras o las editoriales, ha sabido que lo mejor que puede hacer, cuando encuentra, en los libreros que se aferran al cada día más extraño criterio de la lectura pura y dura, un libro que lo alcanza, cimbrando su sensibilidad o su intelectualidad, es tirar del hilo de su autor o autora.

Quiero decir que, cuando uno encuentra una novela que se le mete dentro y que después, enquistándose ahí, en algún lugar de nuestro interior, enciende algo que había estado apagado o permite que sea nuestra mirada, recién modificada, la que alumbre de un modo distinto algo del afuera, hay que buscar todos los eslabones de la cadena que ese autor o autora está lanzando al mundo, sin importar lo difícil o lo fácil que resulte conseguirlos y partiendo de la idea de que, la mayoría de las veces, no se tratará de una tarea sencilla, pero sí será una rebelión contra las modas ante las que las librerías (por desgracia, también parece sucederle a la mayoría de editoriales) parecerían haberse rendido.

El lector que acepte hacer esto, es decir, tirar de la cadena, entrará, además, en esa otra dimensión que excede a la obra —dimensión contra la que también atentan la velocidad de las modas— y que es aquella en la que un libro, por ejemplo, una novela, no es sino apenas un ecosistema en una naturaleza mucho más compleja; sí, puede ser que prefiramos uno u otro tipo de ecosistemas, pero a veces la tundra es capaz de alumbrar el desierto, así como el desierto es capaz de alumbrar la selva, cuando se tratan de la selva, el desierto y la tundra de la naturaleza de un autor o autora específicos. En mi caso, por poner un ejemplo rápido, el primero que me viene a la cabeza, aunque no sea de un escritor de nuestras latitudes ni de nuestra lengua, es el de Emmanuel Bove, de cuya cadena llevo tirando al menos unos quince años.

Cadena Catrileo

Por supuesto, los tipos de cadenas son múltiples y diferentes, al igual que son múltiples y diferentes los motivos por los que uno, como lector, decide tirar de una u otra cadena: puede ser por admiración rendida, puede ser por interés o afinidad personales, puede ser por asombro o sorpresa, puede ser por mero placer o pura incomodidad. La cosa es, sin embargo, cuando uno decide que el libro que leyó debe dar pie a seguir, no tener miedo a sumar más y más cadenas. Yo, por ejemplo, acabo de sumar a mi racimo la cadena de la chilena Daniela Catrileo, cuyo libro de relatos Piñen —como decía Hannah Arendt: se debe ver a los sujetos sin derecho a tener derechos— me lanzó a Guerra florida, que me llevó a su estupendo Río herido y a Chilco, su novela más reciente, la cual terminé hace nada.

Por eso quiero decir un par de cosas de esa novela: Chilco, además de contar, sin contarlo directamente, el estallido que vivió Chile antes de la llegada de Boric al poder y antes del desastre constituyente, es decir, la rebelión, pero, sobre todo, lo que llevó a esta, lo que esta mostró, lo que camufló y lo que dejó en las sombras —”Señora, parece que perdió su casa. Su marido ha sido tragado por un socavón. Usted está viviendo en una carpa: ¿ya sabe dónde pasará la Navidad?”—, es una disección brillante y dolorosa del momento actual del mundo, en tanto espacio común pero también hogar de individuos cuyas intimidades e historias son alcanzadas por el poder del mismo modo que sus cuerpos, relaciones, entornos y condiciones efectivas.

Más allá de contar estupendamente —jugando con la forma, además, pues parecería que los capítulos se entregan al lector como al jugador se le entregan sus cartas— la historia de una revuelta, de una pareja —la de Marina, quien es la narradora, y Pascale—, de ese poder que nunca pierde, de una huida, de un par de idiomas que resisten, de un presente que se desmorona y de un sistema que niega la otredad incluso ahí donde la otredad es, en realidad, norma, tiene otra virtud: contar desde un lugar de incomodidad permanente.

“Las prioridades de aquellos que no nacen en el reino de los privilegios, pero están subyugados a la ideología del éxito, pueden ser un misterio incomprensible para aquellos que sueñan con perfiles de obreros romantizados. El gozo y el deseo son un parpadeo en una tediosa vida de automatismos. Por eso existe el carnaval, el desahogo y la entrega a las banalidades, apenas llega el viernes y cierra la fábrica”.

Coordenadas

Chilco fue publicado por Seix Barral. Piñen lo publico la Editorial Pez Espiral y también se encuentra en edición de Las afueras. Guerra florida fue editado por Del aire editores, mientras que Río herido lo fue por Libros del perro negro.

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