Samuel Pérez, el rostro de los jóvenes que quieren fulminar la vieja política en Guatemala
El diputado de 31 años del Movimiento Semilla llegó a convertirse en presidente del Congreso, pero fue despojado de ese cargo unos días después. “Tumbamos junto al pueblo un régimen”, dice en entrevista con EL PAÍS
Cuando en la madrugada del 15 de enero culminó la maratónica jornada de 16 horas en la que finalmente Bernardo Arévalo juró su cargo como presidente de Guatemala, el entonces presidente del Congreso, Samuel Pérez, sacó del bolsillo de su traje un pequeño paquete que le entregó a su compañero de partido. Entre gritos de euforia de “Sí se pudo” de sus colegas de bancada, tras una sesión que estuvo empantanada varias horas por obstrucciones de diputados opositores, el congresista del Movimiento Semilla le dio un espejo intervenido por un artista con la imagen del nuevo mandatario en un lado y la de su padre, el expresidente Juan José Arévalo, en el otro.
Bernardo Arévalo le había confesado a Samuel Pérez en alguna ocasión que su mayor deseo es poder seguir mirándose al espejo sin avergonzarse cuando acabe su presidencia, y éste quiso darle a su amigo un obsequio para que no olvide su propósito. Aquel momento en el que le puso la banda presidencial, se sintió como “estar completamente asfixiados y volver a respirar”, recordará el diputado días después en entrevista con EL PAÍS. Tras una embestida de varios meses desde el poder judicial y legislativo para tratar de evitar la investidura a toda costa, esa noche se materializó algo que, solo unos meses antes, no aparecía ni el mejor de los sueños de esos dos líderes políticos que fundaron Semilla, un partido que se cimentó en el sentimiento de hartazgo de muchos guatemaltecos contra la corrupción. “Fue como decir: ‘Al fin lo logramos’. Y al fin logramos hacer esto porque realmente lo que sucedió esa noche en el Congreso no fue improvisado para nada”, insiste Pérez. “Teníamos un único objetivo que era lograr ganar porque, si alguien más ganaba, no había proceso de transición, no había cambio de poder. Entonces teníamos que jugárnosla toda”.
Para llegar a la definición de aquella “noche icónica” en la que acabó siendo elegido presidente del Congreso, Pérez dice que se puso en marcha una coreografía perfectamente cronometrada por parte de los 23 diputados de Semilla, la tercera fuerza en la cámara, para tratar de conseguir apoyos para la junta directiva y sortear las obstrucciones de los opositores. En su búsqueda de aliados, recopilaron datos de las relaciones que tenían con los otros 137 congresistas, y se enfocaron en los que creían que podían alcanzar algún tipo de consenso. Según dice, su bancada echó mano de “acuerdos de gobernabilidad y de agenda legislativa”, mientras que la planilla opositora —liderada por el partido conservador Valor, uno de los que han dominado la política tradicional guatemalteca en los últimos años—, “sí estaba negociando con dinero de corrupción, con amenazas y extorsiones”, denuncia.
Finalmente lo consiguieron, pero esta victoria de David contra Goliat a la guatemalteca duró poco. Cuatro días después, Pérez se vio obligado a ceder la presidencia tras una orden de la Corte de Constitucionalidad (CC) de repetir la elección de la junta directiva del Congreso, una decisión que tomó al aceptar un recurso provisional presentado por la oposición al nuevo Gobierno por un caso judicial que inhabilitó a los representantes de Semilla para esos puestos. Entonces, el diputado ofreció una rueda de prensa rodeado de aliados en la que anunció que daba un paso al costado para “proteger la gobernabilidad del país”. “No vamos a entrar en una batalla truqueada. La CC no nos dará la razón, aunque la tengamos, porque su objetivo es atentar en contra de la soberanía popular”, denunció.
En una nueva votación celebrada el día después, el diputado Nery Ramos, del partido Azul, fue elegido como nuevo presidente, un candidato que contaba con el apoyo de Semilla. “Hemos logrado afianzar la gobernabilidad en el Congreso, que además fortalece muchísimo la estabilidad y el avance de una agenda legislativa que le va a dar resultados al pueblo Guatemala, y eso es independiente si éramos nosotros quienes liderábamos o no”, le dijo este viernes Pérez a EL PAÍS.
Para él, el poner el bienestar del país por delante de los intereses personales o de partido es una muestra del fin de un régimen y el comienzo de una nueva etapa. “Antes, si se hubiera entrado en una pugna con la Corte de Constitucionalidad, hubiera habido amenazas, hubiera habido dinero bajo la mesa. En este momento no hay eso. Hay acuerdos políticos, hay discusión, hay apertura, la gente entró al palco y está viendo las sesiones plenarias otra vez. Yo creo que es el momento de transición entre un régimen que acaba y uno nuevo que estamos empezando a construir, pero ese proceso lleva tiempo”, afirma.
La cara de una nueva generación
A sus 31 años y recién empezada su segunda legislatura en el Congreso, Pérez habla con el aplomo de un veterano, pero con formas más frescas que apelan a una nueva generación de guatemaltecos cansados de las mañas de la vieja política y que no se conformaron con el “que se vayan todos”, sino que decidieron entrar al juego para cambiarlo. Surgido al calor de las protestas anticorrupción de 2015, Semilla se alimentó de muchos jóvenes urbanos salidos de la política universitaria como él. El partido llegó al Congreso por primera vez en las elecciones de 2019, en las que se hizo con siete curules, entre ellos los de Pérez y Arévalo.
Cuando en Guatemala se firmaron los acuerdos de paz de 1996, que acabaron con una guerra de 36 años que dejó más de 200.000 muertos, Samuel Pérez tenía solo 4 años. Y aunque creció en un sector acomodado de la capital, este licenciado en Economía por la Universidad Rafael Landívar no tardó en comprender las desigualdades de su país, especialmente cuando se convirtió en profesor. “Es muy difícil tener que explicar todos los años que se tiene que dar clases a una nueva generación que los indicadores de pobreza aumentaron, que el desempleo aumentó, que la falta de oportunidades y la migración aumentan y que en el fondo no es casualidad o no es una tendencia irreversible, sino que son decisiones políticas”, sostiene. “Al saber eso, mi decisión fue tratar de incidir en cambiar esa tendencia en los indicadores sociales”.
Desde que fue elegido diputado, Pérez se convirtió en una especie de influencer dentro de Semilla y no era raro verle opinar en distendidas charlas con youtubers, haciéndose viral en videos de Tiktok por ponerse una chamarra de cuero o en videos en los que acusaba duramente al Cacif (el poderoso comité empresarial) de mantener un sistema de privilegios que “derrumba a Guatemala”.
Tras la victoria inesperada de Arévalo en la primera vuelta de junio del año pasado, los diputados más jóvenes como él fueron fundamentales para acercar al entonces candidato a las nuevas generaciones a través de las redes, donde promovieron la figura del “tío Bernie”, como le llamaban. También intensificaron una gira por los distintos departamentos del país para conseguir apoyos en las zonas más alejadas de la capital.
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En alguno de esos lugares como el Petén, recuerdan ver llegar a Pérez junto a Arévalo o al también diputado Román Castellanos desde hace unos años para dar a conocer las nuevas formas de hacer política en los mercados y plazas. Aunque, como reconocen fuentes de Semilla, al llegar solo con ideas y con las manos vacías, no eran siempre bien recibidos. A Pérez, viajar a los departamentos le ayudó a “romper barreras” y conocer la diversidad de su país, además de entender que “hay diferentes soluciones para diferentes problemas”.
Y si de buscar soluciones se trata, en esta ocasión es él quien se mira en el espejo del presidente Arévalo, por quien dice sentir mucha admiración: “Es mi compañero de partido y mi amigo desde hace años, y tiene una característica, que es la capacidad de escuchar y poder cambiar su posición a partir de argumentos racionales”, apunta. “A lo mejor eso es algo muy básico que se debería esperar de una presidencia, pero yo creo que en realidad es algo que se subestima y no se encuentra fácil en liderazgos políticos”.
¿Y de sí mismo: podemos esperar una nueva versión más conciliadora en esta nueva legislatura respecto a la pasada en la que se destacaba, por ejemplo, por hablar sin tapujos contra los privilegios del Cacif? “Nosotros deliberadamente decidimos con nuestro bloque en la legislatura pasada asumir un rol de oposición. Ahorita nosotros tumbamos junto al pueblo de Guatemala un régimen. Entonces estamos en la etapa de construcción, y eso implica hacer consensos amplios en sectores sociales, con diferentes bloques legislativos representados aquí”, responde el diputado. “Pero eso no quiere decir que dejemos de poner atención a problemas estructurales. Yo, en lo personal, sigo creyendo y, además es una posición del partido, que hay que combatir desigualdades y, en ocasiones, esto viene porque las estructuras de mercado están excesivamente concentradas. Y ahí hay que tener una conversación al respecto”.
Para nadie es un secreto que la apuesta de Semilla de cambiar las viejas formas de hacer política no va a ser fácil ni rápida. Pérez es consciente de ello y, para no defraudar a sus votantes, cree que será fundamental hacer pedagogía y comunicar bien las decisiones. “Esta nueva legislatura tiene el reto de empezar a encontrar consensos a partir del diálogo y posiciones políticas, que es lo que funciona en cualquier democracia consolidada o más o menos establecida, pero aquí no existe eso”, afirma. “Entonces, a lo mejor llegan ocasiones en las que no va a ser tan fácil llegar a acuerdos, y eso puede ser visto como falta de capacidad de maniobra política, falta de efectividad, pero en realidad a lo mejor es simplemente que no hay un acuerdo político y no se puede ganar todo. Creo que la capacidad de hacer pedagogía nos va a permitir aterrizar expectativas”.
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