Ir al contenido
_
_
_
_

La Federación Campesina del Cauca resiste desde el territorio y lo transforma dignificando el trabajo campesino

Los más de 50 años haciéndole frente a la violencia con la simple pero poderosa decisión de permanecer en el territorio, sembrando comida, protegiendo la naturaleza y trabajando en comunidad los llevó a convertirse en la primera organización de Colombia certificada por sus prácticas de comercio justo

La Federación Campesina del Cauca (FCC) le está dando un nuevo significado al concepto de ser campesino. Por más de 50 años, esta organización ha luchado para que el campesinado del departamento se sienta orgulloso de sus raíces y su trabajo, y para que pueda desarrollarlo en condiciones dignas. Esa batalla no ha sido fácil; a algunos de sus líderes les ha costado la vida. Sin embargo, también los ha convertido en un ejemplo de liderazgo regional y, en 2004, en la primera organización de Colombia certificada por sus prácticas de comercio justo.

Actualmente, la FCC está integrada por 380 familias, exporta café de alta calidad a países de Europa y Asia, y sigue innovando en la generación de valor para la comunidad. Su planta de abonos orgánicos, por ejemplo, se ha convertido en un centro de investigación de prácticas ambientales y, buscando forjar nuevas alianzas, han fortalecido su apuesta por impulsar la autonomía económica de las mujeres. Por ello, en 2024 se unieron con la ONU y el Parque Tecnológico del Café para crear el proyecto Raíces, mujeres sembradoras de cambio, que empodera a las mujeres en 12 departamentos de Colombia.

La organización comenzó con una disputa, en los años 70, por el derecho de los campesinos a tierras, que terminó sentando las bases para que la FCC se consolidara como una organización social que impulsa un modelo de economía sostenible, en medio del complejo contexto caucano, marcado por años de violencia y desarraigo. En un lugar en el que las oportunidades escaseaban, la FCC fue logrando brindarles a distintas generaciones la posibilidad de continuar en su territorio trabajando en iniciativas que fortalecieran el tejido social y la productividad regional.

La gran apuesta fue el café. Desde el comienzo pensaron en tecnificar los procesos y gestar un modelo de negocio justo y amigable con el medioambiente. A comienzos de los 2000, tras años de formación, lograron especializarse en la producción y comercialización de cafés especiales y orgánicos. Luego, en 2010, fieles a sus principios, lograron que sus productos fueran completamente libres de agrotóxicos. Cuatro años después dieron un paso adicional, creando la planta de producción de abonos orgánicos y bioinsumos. La siembra de yuca, maíz y otros alimentos se convirtió en parte de su idea de soberanía alimentaria en el territorio.

Eyver Díaz

Las mujeres toman la batuta

La planta de abonos —llamada Alejandro Jojoa en honor a uno de los líderes— terminó convirtiéndose en la semilla de la escuela campesina de la FCC, que enseña sobre producción orgánica y agroecológica, asociatividad y cooperativismo. Sumado a los temas empresariales, decidieron apostarle al liderazgo juvenil, fomentando lo que definieron como “complemento generacional”. Eyver Díaz, de 34 años, el director de la federación, lo explica: “Queremos aprovechar la experiencia de los líderes mayores y la energía que tenemos los jóvenes”.

A la par, surgió la necesidad de darle un enfoque de género al trabajo de la FCC, pues a medida que crecían, aumentaba la presencia de las mujeres. Por esa razón, empezaron a implementar medidas para que cada día más de ellas tomaran la batuta y tuvieran capacidad de decisión. “Una mujer será menos vulnerable si la empoderamos desde lo organizativo y económico”, explica Díaz. Ese impulso ha ido dando frutos. Actualmente, alrededor del 70% de las colaboradoras son mujeres y el 30% de las organizaciones sociales que integran la federación están lideradas por mujeres jefas de hogar.

María Cecilia Tovar, de 40 años, es coordinadora social en la federación. Recuerda que el poder femenino siempre ha estado presente en la FCC, por lo que impulsar esas políticas con mayor fuerza en la actualidad es una manera de honrar su memoria. “A lo largo de nuestra historia, muchas mujeres se han destacado. Hemos tenido desde presidentas de la junta hasta excelentes líderes dentro de las organizaciones sociales que integran la federación, que hoy son ejemplo. Tal vez estos ejercicios han permitido que cada día seamos más”, dice ella.

Los jóvenes como promesa

Recuperar la identidad campesina es una de las metas más poderosas de esta organización, un objetivo que no es posible sin involucrar a las nuevas generaciones. En ese punto, la Escuela Campesina ha jugado un papel fundamental. A través de ella han logrado encender chispas de curiosidad en muchos jóvenes que no veían en el trabajo de la tierra una forma legítima y digna de vivir. “Así sean pocos los que al final de la formación se conecten con su territorio o se preocupen por saber cómo es esta labor, nos parece valiosísimo. Claro, engancharlos es un reto, pero luego de la escuela, ellos no son los mismos. Empiezan a transformar su pensamiento”, cuenta la lideresa Tovar.

Otra manera de motivar a los más jóvenes ha sido invertir en el mejoramiento de las fincas lideradas por mujeres, en el acceso a la Educación Superior para los jóvenes o en el desarrollo de proyectos alrededor del café. Muchos de los actuales integrantes de la FCC son la segunda o tercera generación dentro de la organización, un relevo generacional que nutre los valores que la rigen. “Varios han sido jóvenes formados acá y hoy cumplen un rol importante al interior. Esa es una gran motivación. Hay que continuar hasta donde nos dé”, agrega Tovar, quien encontró allí un lugar donde ha sentido que hace parte de algo más grande. “Me quedé en la FCC porque me enamoró hacer parte de una organización en la que entendemos que podemos hacer muchísimo más juntos. Somos una comunidad capaz de trabajar por unos objetivos comunes”.

En esa idea de comunidad reside una parte del éxito de la federación. La otra está en su capacidad para resistir, una palabra que Díaz y Tovar escucharon de sus padres y líderes, muchos de los cuales dedicaron su vida a abrirles camino y a mostrarle al mundo otra cara del Cauca. “Para nosotros la resistencia es permanecer en los territorios, seguir sembrando comida, seguir protegiendo la naturaleza, seguir trabajando en comunidad”, concluye Tovar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniela Díaz
Es fotoperiodista colombiana, colaboradora en medios como NACLA, The New Humanitarian y Al Jazeera. Cubre temas de género y construcción de paz.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_