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Compromiso Bogotá, la iniciativa que une a líderes sociales y empresarios para buscar equidad

El modelo desarrollado bajo el liderazgo de María José Rubio aborda problemas sociales desde la corresponsabilidad. En un año y medio de trabajo han formado 110 líderes sociales, fortalecido 150 emprendimientos, generado 2.500 empleos e impactado a 5.000 personas en la localidad de Suba, en Bogotá

Durante la pandemia del Covid-19, María José Rubio (Barranquilla, 54 años) y su esposo, Jorge Bermúdez Sánchez, pensaron en combinar el trabajo de las fundaciones y de los líderes comunitarios con el modelo empresarial. Así, en esos tiempos difíciles, les surgió la idea de crear Colombia Cuida a Colombia, un movimiento que busca mitigar los problemas de alimentación y salud en poblaciones vulnerables, desde niños, hasta adultos mayores, pasando por migrantes. La iniciativa, que comenzó como una red de WhatsApp, ha beneficiado a tres millones de hogares colombianos desde 2020.

Con esa experiencia y aprendizajes, Rubio se dio a la tarea de crear Compromiso Bogotá, con el fin de juntar a líderes barriales, organizaciones sociales, empresas y fundaciones para crear oportunidades para todos. Se guiaron por el trabajo realizado por Compromiso Valle, una iniciativa creada en Cali por empresarios cercanos a Rubio. “Nos dimos cuenta de que podíamos abordar las problemáticas sociales de una manera diferente. No desde el asistencialismo, sino desde la corresponsabilidad, que es lo que produce desarrollo”, explica. Lo hacen con apoyándose en el liderazgo local que ya existe y tiene un camino andado, y los conectan con empresarios o instituciones que potencian y amplifican ese trabajo. . “Nuestra teoría de cambio está ahí, centrada en generar esas redes de conexión y confianza, donde hay unos referentes positivos. Así empezamos a ver cambios culturales en el barrio”, afirma Rubio.

Rubio se graduó de administradora en la Universidad de Los Andes y tiene una formación en Negocios Internacionales de Harvard. A los 15 días de empezar en su primer trabajo como corredora de bolsa, supo que ese no era su camino. Por fortuna, su propósito estaba tan claro entonces como ahora: mejorar la vida de los más vulnerables. Comrpomiso Bogotá empezó con un piloto el 30 de mayo de 2024 en Suba. Eligieron esa localidad porque resume los problemas de la ciudad, y porque allí conviven una comunidad de ingresos muy bajos junto a otra de ingresos altísimos.

El avance ha sucedido más rápido de lo que pensaban Rubio y su equipo. Las cifras de los logros alcanzados en año y medio hablan con claridad: han formado 110 líderes, fortalecido 150 emprendimientos, se han generado 2.500 empleos y más de 5.000 personas impactadas por los líderes de Suba. Además, 40 artistas y deportistas de la localidad han sido apoyados por una alianza de Compromiso Bogotá y la caja de compensación familiar Compensar.

La forma más fácil de entender lo que hacen es por medio de la experiencia de Estiven Silva, conocido como Zeta, un líder social y gestor cultural que suma más de 14 años trabajado por rescatar los jóvenes de la droga, la delincuencia y la prostitución temprana. Su herramienta es la música. Él sabe cómo reconstruir ese camino roto, porque él mismo lo hizo. Zeta organiza festivales, conciertos, ollas comunitarias y acciones sociales a través de la autogestión. Al inicio, él y otros líderes locales desconfiaban de Compromiso Bogotá: “Estamos acostumbrados a la politiquería, a los que aparecen solo en las campañas”, cuenta. Pero Rubio y su equipo se encargaron de generar la confianza necesaria para empezar a remar hacia el mismo puerto.

“Hace más de año y medio conocimos a un grupo de personas que venían con una estrategia diferente. Querían saber lo que hacíamos en el territorio, entender nuestra realidad, traían las ganas de ayudar”, recuerda Zeta. Para él era incomprensible que esa gente, con la vida resuelta, quisiera complicarse y ayudar a resolver los problemas y las dificultades del barrio, a cambio de nada.

Lo que hizo Compromiso Bogotá fue demostrarle que existen personas así. “Se han tomado el trabajo de conocer el barrio y la base. Su lucha consiste en convencer a los empresarios de que vale mucho transformar el territorio mediante procesos sociales”, explica Zeta, y concluye, a su manera, que el trabajo de esta organización consiste en “unir a la clase obrera con la élite colombiana”.

Rubio está convencida de que al conectar a estos líderes con las oportunidades, sin intermediar en los recursos, pueden lograr sus metas. “Es un proceso sostenible, de largo plazo. No es ejecutar unos recursos e irnos, sino conectarlos con las oportunidades y continuar acompañándolos. Eso cambia totalmente el imaginario”.

Y eso fue lo que sucedió con Yamile Castrillón, creadora de la Fundación Zafir, que cumple 13 años en Suba brindando educación a los hijos de los recicladores. Gracias a la articulación con Compromiso Bogotá, lograron pagar el arriendo de un espacio más grande, lo que les permitió pasar de atender 40 a 120 niños. Para el próximo año, la cifra subirá a 136 y la Secretaría de Educación enviará seis profesores para que apoyen el trabajo con los niños, de 5 a 14 años y que estaban desescolarizados.

La líder de Zafir está feliz de poder ayudar a otros. Lo hace porque pasó muchas necesidades y hubiera querido tener a una persona que le tendiera la mano. Movida por las carencias que ve en su entorno, fundó un comedor para los padres de esos niños en el que cobra el almuerzo a 8.000 pesos, apenas para cubrir los gastos. Allí se benefician 60 personas al día, y algunos reciben sus alimentos en el lugar de trabajo, para que puedan comer sin perder tiempo en los traslados.

Más allá de los resultados, para Rubio el mayor logro se resume en una palabra: confianza. Una que se han ganado a punta de coherencia, persistencia, sinceridad y empatía. También está orgullosa de los lazos que han forjado con los líderes sociales. Ahora enfrenta el reto de replicar el modelo en otras localidades de Bogotá. “Nos falta camino por recorrer, pero ya estos líderes cambiaron su narrativa de rabia, dolor, miedo, envidia, por una de colaboración”.

Parte del cambio, reflexiona Rubio, también se percibe en la cultura: saben que no van a repartir plata, sino a conectarlos con las oportunidades para generarla, para seguir trabajando por su comunidad: “Les ayudamos a entender que son parte de un sistema integrado por lo público y lo privado, en el que cada uno tiene un papel específico y donde el relacionamiento es muy importante. Y ese cambio trae esperanza”.

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