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Gustavo Petro
Columna
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Petro no se arrodilla, ¿o sí?

El presidente asegura una y otra vez que no se arrodilla a nadie, pero sí lo hace ante cuatro funcionarios que lo extorsionan y lo despojan cualquier tipo de dignidad

El presidente Petro no le teme a nada. O al menos eso le quiere hacer creer al país y sobre todo a sus seguidores más afiebrados cuando enarbola la palabra “dignidad” como principal argumento para mostrarse como el más valiente de los gallos de pelea ante cualquier situación.

“Dignidad” grita el mandatario para exigirle respeto a los Estados Unidos de Donald Trump cuando en un arrebato patriótico le exige que deje de enviar deportados en incómodas condiciones. “Dignidad” escribe en sus publicaciones en Twitter (ahora X) para hacerle entender al presidente de esos mismos Estados Unidos que no le importa que a Colombia la descertifiquen en la labor de lucha contra los cultivos ilícitos o que lo incluyan a él en la lista OFAC, que lo deja prácticamente por fuera del sistema financiero internacional.

“Dignidad” ruge Petro ante las multitudes que le aclaman para que a este llamado respondan acompañándolo a exigir al Congreso que apruebe su reforma a la salud o su reforma tributaria, bautizada con el eufemismo de ley de financiamiento. Y luego dice “yo no me arrodillo” para señalar con su índice condenatorio a los empresarios, a los medios de comunicación, a la oposición, a sus exministros, a quien sea que con razón le indique algún error que él es incapaz de aceptar.

Y así, entre clamores de “dignidad” y afirmaciones de “yo no me arrodillo” han pasado los años del Gobierno Petro, mientras él se arrodilla ante unos extorsionistas que le despojan cualquier tipo de dignidad a él y su Gobierno.

Carlos Carrillo, director de la Unidad de Gestión del Riesgo, exconcejal de Bogotá, y hombre político que hasta la fecha se ha mostrado como intachable, fue quien la semana pasada lo dijo con todas sus letras: “Yo no soy de los que extorsiona al presidente para atornillarme a un puesto” y así, con la absoluta tranquilidad de aquel que no debe nada, dejó en evidencia a por lo menos cuatro personajes que han trapeado la dignidad del presidente y que parecieran ser capaces de arrodillarlo como si él no fuera su jefe.

La frase de Carrillo surgió en medio del nuevo escándalo del Gobierno protagonizado por la directora del Departamento Administrativo de la Presidencia, Angie Rodríguez, a quien una semana antes le pidieron la renuncia, pero que gracias a misteriosos designios logró reversar la orden del presidente Petro. ¿Qué hizo Angie para salvarse? ¿Hizo uso de la misma receta que otros afortunados funcionarios han utilizado para seguir en el Gobierno a pesar de haber perdido la confianza de Petro, como por ejemplo la hoy embajadora en Londres, Laura Sarabia? ¿O será que junto a Armando Benedetti aprendió la magia de la dialéctica político-burocrática capaz de justificar lo injustificable, de borrar insultos y agresiones y de postergar al infinito cualquier tipo de indagación sobre su misteriosa fortuna? ¿O tal vez la genial Angie logró entender que no se necesita mucho para anidar en las más altas cumbres del Estado como lo ha demostrado el presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa, padre de los años más desastrosos en la historia de la empresa estatal de petróleos, pero a quien el presidente de la República nunca llama a rendir cuentas? ¿Cuál será el secreto de Angie? Porque sería muy grave que, como dice Carillo, esté extorsionando al presidente. Así como resultaría patético que el presidente se arrodille ante un funcionario cualquiera… A menos que la dignidad de la que tanto habla solo sea un disfraz.

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